Si el fin de semana funciona, el lunes es un día de fiesta

Las buenas ventas animan la FLS, que ayer arrancó la semana con sonrisas en los expositores

20 may 2017 / 06:32 h - Actualizado: 22 may 2017 / 22:50 h.
  • Los premiados posan junto al alcalde de la capital hispalense, Juan Espadas, tras recibir el galardón de la Feria del Libro de Sevilla. / Manuel Gómez
    Los premiados posan junto al alcalde de la capital hispalense, Juan Espadas, tras recibir el galardón de la Feria del Libro de Sevilla. / Manuel Gómez
  • El escritor superventas Albert Espinosa. / El Correo
    El escritor superventas Albert Espinosa. / El Correo
  • Pie de foto. / firma de fotógrafo
    Pie de foto. / firma de fotógrafo
  • Pie de foto. / firma de fotógrafo
    Pie de foto. / firma de fotógrafo

Aunque la Feria del Libro dura diez largos días, la clave de su éxito, la medida que permite concluir a los libreros y editores si el esfuerzo ha valido o no la pena, es el fin de semana. Y este pasado, con sus temperaturas benéficas y su agenda llena de eventos sugestivos y sus autores famosos firmando, ha puntuado muy alto en ese sentido. Bastaba ver las caras del personal en la mañana de ayer para corroborarlo. Si el finde funciona, el lunes, a pesar del natural bajón de público, es un día de fiesta.

La de ayer fue también una jornada especial para la FLS, pues era el día en que se entregaban los premios anuales de la Feria. Una cita que se ha ido haciendo entrañable y hasta emocionante, donde los distintos gremios que giran en torno al libro se saludan y se celebran en un ambiente cordial y hasta festivo.

Entre los galardonados de esta edición se encontraba el escritor Hipólito G. Navarro, al que hace unos años se le tributaba un homenaje en la misma Pérgola para que no dejara de escribir, y tan buena nota tomó que este año está arrasando con la reedición de su libro Los últimos percances y con los relatos de La vuelta al día. Con Poli, como lo conocen en el mundillo, la risa siempre está garantizada, pero con lo que no contaba nadie era con que citara al humorista Gila como autoridad.

También figuraban entre los ganadores los compañeros Jesús Barroso y Victoria Román del programa Es la vida de Canal Sur: el primero, además de periodista, es cantante de repertorios folk y poeta con obra publicada, mientras Vicky, acreditada lectora, es además esposa del escritor Manuel Valderrama Donaire, de modo que todo, empezando por la letra impresa, queda en casa.

Lo mismo puede decirse de la escritora Pilar del Río, sevillana del mundo a la que debemos, entre otras cosas, las traducciones de la obra de su marido José Saramago a la lengua de Cervantes, además del cuidado actual de su legado y del hecho de que Saramago fuera –sin dejar de ser tan portugués– un poco andaluz también. «La salud de una ciudad se mide por el número de librerías que posee», afirmó Del Río, congratulándose de que la capital hispalense disponga de unas cuantas, pero avisando también de la enfermedad (pónganle el nombre que encuentren más adecuado) que está acabando con muchas de ellas.

Una idea con la que parece comulgar el responsable de la librería Sensei Cómics («el mejor premio es que nos dejen trabajar», afirmó), y a la que se adhirieron el resto de los premiados, a saber: la Asociación Iniciativa Sevilla Abierta, el CEIP Andalucía y el Proyecto Bibliobús Anantapur de la Fundación Vicente Ferrer.

La inesperada guinda del acto fue el premio que se le concedió al director de la propia Feria del Libro, Javier López Yáñez, que se despide este año de su cargo. Palabras cariñosas de la actual directora de la Asociación Feria del Libro, Esperanza Alcaide, y de la potencial sucesora de López, Verónica Durán, sin olvidar trofeo y ramo de flores, acompañaron la sorpresa. Emoción en la familia librera.

Volviendo a la Feria propiamente dicha, la tarde de ayer dio nuevos momentos de felicidad. No podía ser de otro modo siendo el invitado estrella de la tarde ese alquimista de la dicha llamado Albert Espinosa, que en su último libro, Lo que te diré cuando te vuelva a ver (Grijalbo) es capaz de sacar luz hasta de un asunto tan luctuoso como es la pérdida de un padre. Con sus cinco millones de ejemplares vendidos de sus libros en más de 40 países, Espinosa sigue disfrutando de los encuentros con el público. «Es un momento muy bonito, te dan abrazos, te cuentas sus cosas... las ferias generan una energía muy especial».

Una energía especial tiene también sin duda el periodista y escritor Juan Cruz, esa indesmayable vitalidad que algunos atribuyen a su conocido consumo habitual de café y coca-cola, pero que sobre todo se debe a su condición de hombre inquieto, por dentro y por fuera. Por increíble que parezca, estuvo el tiempo de la presentación de su último libro, Un golpe de vida, sin contestar al teléfono móvil, que vibra incesantemente. El citado título, por cierto, es el de una nueva entrega de sus memorias, esta vez centradas en su trayectoria profesional.

También pasó por la feria ayer una autora bien conocida por los lectores sevillanos como Maha Akhtar, que presentó su novela Medianoche en Damasco en la Pérgola, transformada por unos minutos en una exótica jaima del desierto. Milagros y sugestiones de la literatura.

Otros momentos felices que se vivieron ayer vinieron de la mano de Jacobo Cortines y Alberto González Troyano, responsables de la edición de Recuerdos de Fernando Villalón, Poeta de Andalucía la Baja y ganadero de toros bravos. Apuntes para la historia de una familia, que acaba de lanzar Renacimiento.

O la mesa redonda en torno al eterno tema de la Generación del 27 que reunió a poetas tan solventes como Carmelo Guillén Acosta, Juan Lamillar y José María Barrera. Puede que ninguno de los grandes nombres de aquella gigantesca quinta poética lleguen a ser superventas en la Feria del Libro de Sevilla, pero el verso bien dicho y escrito siempre sabe cómo hacerse un hueco en medio de este agitado evento, lógicamente orientado a lo comercial.

Además, qué demonios, ayer era lunes después de un buen fin de semana. Los plátanos de sombra se contoneaban, los pájaros cantaban y revoloteaban sobre la estatua de Fernando III, los libreros sonreían.