«Si logro tocar bien para mí, también lo haré para el público»

Riqueni se reencuentra con la afición sevillana en Cajasol

06 may 2015 / 21:52 h - Actualizado: 07 may 2015 / 11:09 h.
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  • El guitarrista sevillano Rafael Riqueni, en el teatro de Cajasol. / Rosa Fergom
    El guitarrista sevillano Rafael Riqueni, en el teatro de Cajasol. / Rosa Fergom

Sereno, con la tensión justa y una sonrisa tímida, así afronta Rafael Riqueni la cita de hoy (21.00 horas) en el ciclo Los Jueves Flamencos de Cajasol, que supondrán su reencuentro con la afición que lo aclamó en la pasada Bienal. Un concierto que asegura llevar meses preparando, con «ganas de dar a Sevilla una noche grande de guitarra», añade.

«Será por los años, la experiencia, que la guitarra la veo hoy desde otro punto de vista», explica el trianero. «Mañana [por hoy] intentaré estar tranquilo, lo necesario para expresar lo que quiero. Si logro tocar bien para mí, también lo haré para el público», agrega.

Algo de lo que pocos tienen dudas, tratándose de uno de los creadores más genuinos que ha dado la guitarra contemporánea. «No he sido mucho de guiarme por lo que hacen otros», admite. «Cuando emulaba a otros, mi padre me echaba broncas, ¡así nunca vas a tocar lo tuyo!, me decía. Hizo bien, me envió por un camino que le agradezco», apunta.

Por otro lado, Riqueni comenta con buen humor que su técnica ha ido evolucionando para «aliviarse, algo que no es un pecado mortal... ¡tengo 52 años!», toda vez que su toque actual va dirigido «a sonar más limpio. Hago lo antiguo, lo que durante mucho tiempo no he querido tocar, vuelvo sobre viejas composiciones y las digito, para que suenen más limpias». Y cuando se le dice medio en broma que la diferencia la percibirán apenas tres espectadores, niega rotundamente: «Aquí en Sevilla se sabe mucho de guitarra. Por eso tocar aquí es una responsabilidad, y también una alegría».

En la memoria de Riqueni se funden recuerdos de Naranjito –«siempre de niño, cuando le tocaba El Poeta, me preguntaba si yo podría llegar a tocarle»–, de Enrique Morente, con quien pasó 15 años sobre las tablas –«a veces no podía acompañarle, me decía, ¿qué hago yo, cómo contesto a eso que acaba de hacer?»–, también de aquel lejano Giraldillo de la Bienal del 84 que se llevó Manolo Franco: «Todos creíamos que sería nuestro, menos Tomatito. Yo era muy joven y me llevé un sofocón, qué pechá de llorar... Pero espero que Manolo venga esta noche, ¡está invitado!». Recuerdos también del segundo premio de La Unión, en que su padre, al ver el cheque de 40.000 pesetas, dijo: «No está mal, guárdalo... ¡pero el diploma lo rompemos!», evoca entre risas.

Como profesor de la fundación Christina Heeren dice sentirse feliz y realizado. «Siempre creí que no servía para esto, que no tenía paciencia... Pero es de las mejores cosas que me han pasado. ¡Somos como un equipo de fútbol!», dice. De los jóvenes guitarristas de hoy, afirma que le interesan mucho, «aunque no domino esos tiempos y contratiempos y a veces no llego a entender lo que quieren transmitir, siento que no es mi época... Pero de los últimos el que más me gusta es Dani de Morón».

Preguntado finalmente por sus hipotéticas aspiraciones a ocupar el trono vacante de Paco de Lucía en la guitarra flamenca, lo tiene claro: «Yo me debo a mi público, y si alguien cree que soy el sucesor de Paco, pues qué le voy a hacer. Pero creo que Paco no va a tener sucesor, no es comparable a nadie, ni por sus cualidades, ni su discografía, ni la potencialidad que tenía todo lo que hacía, ahí no vamos a llegar ninguno ya. Compararse es, no sé, una falta de respeto», apostilla.