Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682) fue un genio de la pintura, retratista de la sociedad del Barroco. La ciudad que lo vio nacer celebra ya su cuarto centenario con muestras y todo tipo de eventos culturales. Entre los más innovadores, la exposición que los fotógrafos Laura León y José Antonio de Lamadrid preparan para la Fundación Cajasol y que se inaugurará entre febrero y marzo: 12 fotos con la técnica de Murillo que llevan la denuncia social del siglo XVII al siglo XXI.
Así, los dos fotógrafos han transformado el cuadro Vieja con gallina en la foto, con los mismos claroscuros del estilo barroco de Murillo, en el retrato de una señora enganchada a los antidepresivos: «Si en su cuadro retrataba la pobreza del siglo XVII, nosotros vemos que la pobreza actual no solo es económica, y más allá de los problemas materiales está la depresión, que atesta las consultas médicas y ha generado un enorme problema de consumo de medicamentos», explica León, fotógrafa que ha trabajado para medios como The New York Times, entre otros muchos, y que también pasó por El Correo de Andalucía.
«Lo más difícil ha sido recrear la iluminación. Parece sencillo. Murillo ilumina sus cuadros siempre por un lado, como si fuera del cuadro hubiera una ventana o una claraboya abierta. Pero su efecto final es tramposo: las sombras no se corresponden, no coinciden con la dirección de la luz. Así que para redirigir las sombras hemos tenido que hacer complejísimos juegos de focos en el estudio».
También ha sido difícil la selección de las personas (todos son casos reales: la anciana con antidepresivos padeció depresión, la María Magdalena llevada al siglo XXI es una mujer que efectivamente sufrió malos tratos, las jóvenes cristiana y musulmana que reviven Santa Justa y Rufina viven con plenitud su confesión... y así hasta los 12 cuadros fotográficos que completarán la muestra, entre ellos Regreso del hijo pródigo, Las bodas de Caná y los ya mencionados.
La selección de las personas y el vestuario también han sido un trabajo muy arduo para los colaboradores del proyecto, en el que de una forma u otra han participado unas cien personas entre figurantes, maquilladores, especialistas en vestuario, en casting para seleccionar personas similares en edad y género a los cuadros de Murillo y que en la vida real reflejen los temas de las fotos de León y De Lamadrid. «No hay trampa ni cartón», resume la fotógrafa, ganadora del premio Andalucía de Periodismo 2016.
Las fotografías denuncian temas como el desahucio, la inmigración, la maternidad o la homofobia reinventando las pinturas de Murillo.
En realidad, el genio del Barroco retrató la realidad social que lo rodeaba con la mejor técnica a su disposición. Si en el siglo XVII eran los pinceles y el lienzo, en el XXI la fotografía sigue siendo la manera de comunicar la batalla épica que para muchas personas significa enfrentarse a la vida cotidiana.
«Nosotros creemos que en realidad Murillo fue el primer reportero social de su época», explica Laura León a la agencia digital Historias de Luz.
Para la misma agencia, De Lamadrid –también proveniente de la prensa sevillana, en este caso, de la edición local Diario 16, y que también ha trabajado para The New York Times– explica que, por ejemplo, la fotografía que evoca el cuadro de La Inmaculada retrata a una mujer embarazada in vitro, con la dificultad de que mantuviera la pose, que siempre son un poco forzadas. «Pero ella puso mucho interés y esfuerzo», apostilló.
«Estás viendo el cuadro cuando están todos los figurantes, el atrezzo, las luces y ellos disparando», explica a la misma agencia la maquilladora Charo Castro.
En todo caso, además del reto de acercarse a Murillo sin caer en ideas repetidas o desde una perspectiva que lo reduzca a pieza de museo, con la exposición cualquiera que no tenga conocimientos de pintura ni de fotografía se puede dar cuenta de la influencia que sigue teniendo el pintor sevillano cuatro siglos después de su nacimiento en el mundo de imágenes en el que vivimos, y lo vigentes que siguen siendo, pese a todo, sus recursos, más allá de que la propia Sevilla parezca todavía a menudo vivir en una resaca eterna del Barroco.