Cuando uno piensa en los países bálticos, sobre todo a la hora de viajar, se interesa por Suecia, Finlandia, Estonia, en cuya capital Tallin una vez Rosa de España defendió Eurovisión, Dinamarca o Letonia, pero rara vez se detiene en la República de Lituania. Un error, porque se trata de un país bellísimo poblado por criaturas celestiales de un porte aristocrático extraordinario y una profundidad existencial sin límites. Conviene visitarlo especialmente en verano, aunque el invierno también tiene su belleza, con la nieve cayendo majestuosamente sobre los árboles. Bañarse en sus cristalinos lagos, disfrutar de sus frondosos bosques, correr por sus verdes praderas, y cruzarse con su variopinta fauna humana, no tiene precio. Unos de deleitan con Beethoven, otras personas prefieren el alegre folclore local; hay quien caza y hay quien prefiere pescar. No conviene extrañarse si de repente rompen a llorar o pierden la mirada, es que son así. Y cuando termina el verano y se aproxima el otoño, escuchar el viento, ver mecerse la hierba a su ritmo, observar la lluvia caer sobre el agua y los árboles, es una experiencia que te traslada al paraíso. Lástima que no haya vuelo directo entre Sevilla y Vilna, su hermosa capital, porque me iba ahora mismo. Lo único malo es que allí se producen películas como esta, un auténtico ladrillo.
La paz sea en nuestros sueños
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Sección oficial. Lituania-Francia-Rusia, 2015. 107 minutos. Dirección: Sharunas Bartas. Intérpretes: Ina Marija Bartaite, Lora Kmieliauskaite, Sharunas Bartas, Edvinas Goldsteinas.