«Soy un pintor muy rudimentario, trabajo solo con pinceles y colores»

La galería La Caja China inaugura hoy ‘Música encarnada’, una exposición monográfica con obras del artista geométrico sevillano José María Bermejo

01 mar 2018 / 21:04 h - Actualizado: 01 mar 2018 / 21:49 h.
"Arte","Pintura","Artes plásticas","Exposiciones"
  • El pintor José María Bermejo posa ante una de las obras que pueden contemplarse en la galería La Caja China. / Fotos: Jesús Barrera
    El pintor José María Bermejo posa ante una de las obras que pueden contemplarse en la galería La Caja China. / Fotos: Jesús Barrera
  • Dos de las obras que pueden verse en la exposición.
    Dos de las obras que pueden verse en la exposición.

Hay dos maneras de mirar la pintura de José María Bermejo (Olivares, 1952). La lógica es tomar una cierta distancia, recrearnos en las tramas de colores, deambular la mirada por una geometría que se trunca constantemente. La otra consiste en acercarnos, un poco buscando el cómo. Es entonces cuando descubrimos el trazo dibujado por la mano alzada, la línea imperfecta; la humanidad de una creación que se resiste a ser considerada bajo gélidos parámetros industriales. De todo ello habla, por si sola, sin necesidad de alambicados discursos teóricos, la obra de Bermejo que, desde hoy y hasta bien entrado el mes de abril, puede contemplarse en la galería La Caja China (C/ General Castaños, 30; entrada libre).

«Siempre me ha costado exponer; no lo he tenido fácil», reconoce el artista sevillano. Tiene el prestigio pero el éxito, sea lo que sea eso, se le resiste. Quizás porque su práctica va en contra del festival del mercadeo en el que se ha convertido buena parte del arte actual. «La mediocridad torpedea la creación contemporánea», reconoce no sin razón. Bermejo es un clásico; clásico en el sentido de que su pintura busca únicamente la expresión plástica, sin más connotaciones. «El arte es una reflexión continua sobre el arte». Parece obvio, pero hoy no lo es tanto. «Mis elementos siempre son los mismos: rectas, curvas y arcos; con ellos quiero crear una idea de pintura continua que se desarrolla a través de la cuadrícula», detalla.

Las consideraciones técnicas se aparcan cuando nos posicionamos ante las obras –acrílicos, con algo de técnica mixta– que forman su nueva muestra, Música encarnada. Hay una evidente amabilidad en el trazo geométrico de Bermejo, quizás por sus colores, primarios en ocasiones, tal vez por el uso de la curva, o por cierta reminiscencia del universo arquitectónico de las vidrieras. «Utilizo la geometría como si fuera un lenguaje», asegura. Porque el pintor, primero, fue voraz lector de poesía, luego evolucionó a la poesía visual y por el camino se cruzó la música contemporánea (Morton Feldman, Erik Satie...) «Las artes plásticas y la poesía son música encarnada, reflexionaba Schopenhauer; para mí la música es el arte más metafísico, superior», dice.

Y aunque al hablar con un creador irremediablemente surgen conceptos y reflexiones trascendentes, Bermejo advierte que él nunca ha sido un artista «conceptual». «Yo soy un pintor, pintor –remacha– y además, muy rudimentario, trabajo solo con pinceles y colores, me interesa que se vea el trazo, las pistas que dan origen a la obra final; y esto es así porque el arte se ha hecho demasiado tecnológico, algo que no me gusta nada».

Bermejo nació y vive en Olivares, donde comparte vecindario con ilustres de la abstracción (...y de la geometría) sevillana: Gerardo Delgado, José Ramón Sierra, Miguel Rodríguez Silva. «Ha sido casualidad», considera. ¿Un museo en el pueblo? «No sé, no nos corresponde a nosotros ponerlo en marcha». Además, insiste, él no siempre fue amigo de la línea. «Comencé a practicar la geometría en el año 2000», rememora. Antaño, Bermejo transitaba más los caminos del estricto arte minimalista y, antes aun, probó un personalísimo expresionismo.

«El arte que es verdaderamente interesante no siempre es fácil de captar» dice poniendo sobre la mesa un asunto que desborda estas líneas. Cita a Gerhard Richter y a Sean Scully como referentes contemporáneos y su pensamiento de nuevo le trae a su obra reciente, la que vemos ahora en La Caja China. «Me gusta la idea de pintura continua, creo que todas mis obras se relacionan como si fuera un inacabable políptico; es una trama infinita que muta constantemente, aunque no me gusta el término infinito...» Una palabra demasiado trascendente, quizá, para un artista rotundamente andaluz que pinta, pinta inagotablemente, en un estudio que un día fue un granero familiar. «Al final, todo se resume en intentar crear belleza».