«Tartessos es nuestra infancia cultural»

El madrileño Alberto Porlan sitúa la antigua civilización en el Cabo de Trafalgar en un monumental ensayo, resultado de más de tres décadas de investigación

20 feb 2016 / 21:35 h - Actualizado: 20 feb 2016 / 22:29 h.
"Patrimonio","Arqueología"
  • El investigador Alberto Porlan, la pasada semana en la sevillana Alameda de Hércules. / A. L.
    El investigador Alberto Porlan, la pasada semana en la sevillana Alameda de Hércules. / A. L.

Más de 30 años lleva Alberto Porlan (Madrid, 1947) estudiando el misterio de Tartessos. «No con dedicación exclusiva, claro, porque me habría vuelto loco», especifica. En ese tiempo ha escrito novelas, ensayos y varios poemarios, además de dirigir algunos documentales. Pero Tartessos siempre ha estado ahí, aunque solo ahora, gracias al sello Libros de la Herida, haya visto la luz el resultado de todos esos años de trabajo bajo el título Tartessos. Un nuevo paradigma.

Atrás quedan miles de horas de lecturas, viajes, prospecciones, análisis de mapas. También muchas caras de asombro de expertos, seguidas de un silencio sospechoso. Pero todo empezó, recuerda Porlan, haciendo cálculos tras leer Ora Maritima, el texto prerromano de Rufo Festo Avieno que daba pistas precisas de la geografía ibérica... y también de Tartessos.

«Usé referencias indirectas contenidas en el propio texto para hallar la magnitud de la singladura, lo que avanzaba el barco en una jornada. Y esa magnitud me llevó a Trafalgar», evoca Porlan. «Luego comprobé que los accidentes de los que habla Ora Maritima, un cabo, con dos islotes, donde hierve el mar ante unos grandes acantilados, se dan allí: resulta que entre el Guadiana y Tarifa no hay más que un cabo importante, Trafalgar, con dos islotes, acantilados, y al lado se produce un fenómeno muy escaso, raro, el hilero, un encuentro del mar y el océano con una sima, de modo que al encontrarse suben juntos, y se produce un fenómeno de ebullición. O como diría Rufo Festo Avieno, hierve el mar», agrega.

Esta teoría cuestiona la tradicional ubicación que los expertos han señalado para Tartessos, Doñana y la desembocadura del Guadalquivir, y que Porlan suele calificar como «el error bético». «Lo entiendo, porque Ora Maritima pone el río de Tartessos como el siguiente tras el Guadiana, y esa ha sido siempre la piedra con la que han tropezado los analistas. En mi libro doy cinco razones por las cuales ese río no puede ser el Guadalquivir, desde las referencias de Heródoto a cuestiones relativas a la navegación», comenta. También elude Porlan centrarse demasiado en la vieja identificación de Tartessos con Atlantis, la Atlántida, «porque hay quien incluso la sitúa en Bahamas».

Por otro lado, el autor de poemarios como Pájaro, Perro, Peña o el más reciente País, así como del ensayo Los nombres de Europa, admite que «no tenemos ningún indicio arqueológico donde aparezca la inscripción Made in Tartessos. Suponemos que determinadas piezas del Carambolo o los candelabros de Lebrija son tartésicos. El problema es que los restos tartesios fueron asimilados y convertidos en otra cosa por los semitas, que acabaron con Tartessos sobre el 540 ante el temor por la presencia de los griegos en la zona», dice.

¿Qué esperaría el autor encontrar en una deseable investigación sobre el terreno, con los medios técnicos adecuados? «Cualquier cosa», responde. «No se conoce nada igual como la riqueza de esta gente. Son siglos, ¡siglos!, de vender estaño a los pueblos del Mediterráneo, en tiempos donde no había moneda, de manera que el pago tenía que ser en materias nobles. ¿Se lo quitaron todo los semitas? Lo dudo. Debieron de esconderlo bien escondido».

«En todo caso, yo me pondría a bailar si se encontrasen textos, quién sabe en qué soporte, marfil, oro, plata, estaño, porque sabemos que tenían escritura propia... Sería abrir una puerta nueva a la comprensión del pasado del Occidente europeo. Tartessos es nuestra infancia cultural, y ya se sabe, desde Freud, la importancia de la infancia en el ser humano...», apostilla.