Nueve años después de ese otro espléndido hito de la Fundación Cajasol que fue la programación de las sonatas completas de Beethoven, el Maestranza propone en una sola semana el ciclo íntegro tal como lo hizo el Auditorio Nacional en junio de 2013 en una maratoniana jornada dedicada al genial compositor de Bonn. Desde entonces el repertorio se ha ido ampliando con los dieciocho estudios de Ligeti y nueve obras de nuevos compositores españoles, bajo la interpretación otros tantos de nuestros jóvenes pianistas. Daniel del Pino, a quien hemos acompañado desde sus inicios, inauguró el ciclo con un pianismo que ha evolucionado en igual progresión que lo hizo este particular concierto. Así, desde una mecánica y abrupta Sonata nº 7, cuya limitación expresiva no debería confundirse con superficialidad emocional, pasamos a un opus 2 nº 1 de aroma clásico, lleno de fulgor y virtuosismo. En medio toda una exhibición de técnica gimnástica y claridad y limpieza en el fraseo, que se tradujo en unos opus 49 luminosos y encantadores, y una Sonata nº 6 si acaso corta en humor pero igualmente espléndida en articulación. Ligeti lo defendió con vitalidad y mucha concentración, potenciando su carácter jazzístico, mientras el onomatopéyico trabajo de Francisco Lara lo despachó con notable capacidad de sugerencia.
El virtuosismo de Del Pino dio paso por la noche a la singularidad y la búsqueda incansable de un lenguaje propio en el pianista madrileño Eduardo Fernández. Ensimismado en la Sonata nº 10, sometida a un ejercicio de interiorización y casi deconstrucción, con constantes ralentizaciones, elocuentes pausas y marcados acentos con los que logró como mínimo atrapar la atención del oyente. Las opp. 22 y 31 nº 3 transitaron por territorios más reconocibles, con un estilo más escolástico que permitió percibir puntuales errores de digitación que no empañaron una exhibición evocadora en la que destacó el adagio sombrío e intenso de la Sonata nº 11, y la delicadeza del distinguido minueto, con un gran trabajo de la mano izquierda, sobre todo en una enfebrecida y vertiginosa Sonata nº 18. Interesante trabajo de dinámicas en los estudios 18 y 4 de Ligeti, mientras la obra de Ramón Paus, deudora de una vanguardia ya trasnochada, sólo sirvió como largo e intranscendente interludio.
Decía el pianista canario Javier Negrín que las sonatas de Beethoven le acompañarán toda su vida, madurando a la vez que lo hace su trabajo al instrumento. Y así parece cumplirse, demostrando un diálogo fluido, sincero y natural con el piano a través de las monumentales páginas del compositor, del que sabe extraer toda su solemnidad y grandeza gracias a una íntima y precisa reflexión sobre la estética y el fondo de cada partitura. En su viaje al fondo de la mente de Beethoven destacaron el muy meditado adagio de la Sonata nº 5, prodigio de ensoñación, el allegro inicial de la 15, luminoso y elegante, con reflexivos silencios que acentúan su carácter sereno e introspectivo; y por supuesto un opus 109 cargado de delicadeza expresiva, belleza y profundidad. Sorprendió que utilizase partituras con Ligeti, lo que no mermó su capacidad de concentración, mientras de su amigo y maestro Armando Alfonso eligió un interesante Juego de tresillos que balanceó y enroscó con inusitada facilidad.
BEETHOVEN Y LIGETI ****
Ciclo integral de las Sonatas de Beethoven y Estudios de Ligeti. Daniel del Pino (Sonatas nos. 7, 20, 19, 6 y 1 de Beethoven; Estudios 1 y 13 de Ligeti; Étude d’Oiseaux, de Francisco Lara). Eduardo Fernández (Sonatas nos. 10, 11 y 18 de Beethoven; Estudios 18 y 4 de Ligeti; Estudio para Uracilo, un príncipe genómico, de Ramón Paus). Domingo 22 de octubre de 2017. Javier Negrín (Sonatas 5, 15 y 30 de Beethoven; Estudios 3 y 16 de Ligeti; Juego de tresillos, de Armando Alfonso). Lunes 23 de octubre de 2017. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza