La Navidad ya se ha instalado en nuestro entorno. Belenes y zambombas se mantienen, pero prevalece lo que nos llega de fuera con sus mercadillos, pistas de patinaje, abetos y paisajes nórdicos. Se nota también en la música y el pasado domingo fue un buen ejemplo, con predominio también de la estética anglosajona. Naturalmente los niveles de exigencia se relajan y los resultados por lo tanto no son tan buenos, pero lo que importa es la buena voluntad y el mensaje de paz y concordia desplegado, y para eso los esfuerzos nunca son pocos.
La mañana la protagonizó Royal Brass Quintet, uno de tantos buenos conjuntos surgidos a raíz de la Sinfónica; cinco estupendos metales, a pesar de algunos deslices palpables, que desplegaron un programa de inequívoco sabor americano en el que no faltaron aires de big band, como en el arreglo de Lennie Niehaus del hermoso O Holy Night, el Christmas Festival de Leroy Anderson o el original medley protagonizado por el Aleluya de Haendel y el góspel When the Saints Go Marchin’ in. Aderezado por las jocosas locuciones del trompista Javier Rizo, el evento sirvió además para bautizar al joven José Vicente Ortega al bombardino, homenajear al trombonista Daniel Stofan, desligado del grupo por motivos de salud, descubrir las dotes cómicas del trompetista Denis Konir, y disfrutar con las generosas agilidades de Nuria Leyva también a la trompeta y el toque jazzístico de Francisco Blay al trombón tenor. El público también demostró buen tono y armonía acompañando en los populares Campana sobre campana y La marimorena.
El concierto de Navidad de la Barroca, ya de noche, tuvo el acierto de encomendarse a su facción joven con un programa integrado por tres de las más memorables páginas navideñas del repertorio barroco, el Concerto Per il Santissimo Natale de Manfredini, el Concerto Grosso di Natale de Corelli y las arias de contratenor de El Mesías de Haendel, que Gabriel Díaz, natural de Pilas, entonó con buen gusto y equilibrada entonación. Una nutrida representación del alumnado de la Barroca, reforzada por algunos de sus profesores y Valentín Sánchez al frente, desgranó estas y otras piezas con resultados algo flácidos y deslucidos, nada que el estudio y la dedicación no pueda remediar en un futuro próximo. Alternándose con fragmentos mal vocalizados en castellano e innecesario inglés del Cuento de Navidad de Dickens, no muy apropiados para el repertorio musical elegido, la función no acabó de cuajar, mientras en los bises el público exhibió soltura, sorprendiendo incluso algunas voces muy cultivadas, en Adeste Fideles y Noche de Paz.