Toda la verdad sobre Europa

Algo terrible y maravilloso sucedió en los cien años que median entre la caída de Napoleón y la I Guerra Mundial. Algo que lo cambió todo. Richard J. Evans lo cuenta en ‘La lucha por el poder’

11 sep 2017 / 08:58 h - Actualizado: 11 sep 2017 / 08:58 h.
  • ‘Europa en el año 1914’, de Walter Trier, uno de los muchos mapas humorísticos existentes sobre aquella época convulsa.
    ‘Europa en el año 1914’, de Walter Trier, uno de los muchos mapas humorísticos existentes sobre aquella época convulsa.
  • Fotografía de cubierta del libro ‘La lucha por el poder’, de la editorial Crítica.
    Fotografía de cubierta del libro ‘La lucha por el poder’, de la editorial Crítica.
  • El historiador y profesor Richard J. Evans. / richardjevans.com
    El historiador y profesor Richard J. Evans. / richardjevans.com

Es probable que no haya habido en este continente cien años seguidos más apasionantes que los que mediaron desde la gran cagada de Napoleón en Waterloo (18 de junio de 1815) hasta la destrucción de la vieja Europa con el estallido de la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914). Pero de todas las metamorfosis y convulsiones que describe Richard J. Evans en La lucha por el poder (Editorial Crítica) –la monumental obra (por lo extenso y por lo intenso) que sale a la venta este martes–, quizá la más apasionante sea la del espíritu, que se cimbreó como nunca antes hasta producir lo que el historiador denomina la era de la emoción. Si la sociedad, la economía, la política, las ideologías y la tecnología fueron los territorios de esa tormenta en la que Europa dejó violentamente de ser lo que era para convertirse en otra cosa, la cultura y el arte fueron los nubarrones y los truenos que la presagiaron.

Escribe el profesor Evans que «cuando en 1914 el compositor inglés Gustav von Holst (1874-1934; se quitó el von durante la guerra) escribió Marte, el portador de la guerra, sus acordes sonoros y repetitivos, sus duras disonancias y ritmos contundentes parecían presagiar el final del mundo cultural pacífico y complaciente de la era de preguerra. Pero ese mundo había sido sacudido ya hasta sus cimientos por los artistas modernos, pintores, escritores y compositores. Los críticos habían hecho alusión a la barbarie de La consagración de la primavera [Stravinski], indignados no solo con la música, sino también con el modo en el que la coreografía se apartaba de las tradiciones del ballet clásico en vestuario, tipo de danza y diseño. Apenas un año después del tumulto del Théâtre des Champs Élysées, la verdadera barbarie se propagaría por toda Europa con el estallido de una guerra mundial».

Tan intenso fue ese presagio cultural que, de hecho, es muy posible que la imagen que tiene la mayoría de la gente sobre el siglo XIX europeo no sea tanto por sus nociones históricas como por el acercamiento a través de la literatura, la música y las artes en general. Sin embargo, La lucha por el poder va mucho más allá y, sin descuidar este aspecto clave, presenta una reflexión polifacética sobre las causas y los efectos de cuanto sucedió en ese periodo en el que, como reza el título del libro, «la lucha por el poder se adueñó de la sociedad europea»: desde los estados que aspiraban a erigirse en potencias hegemónicas hasta los médicos que empezaban a vencer enfermedades por entonces incurables; desde las conspiraciones revolucionarias hasta las proezas de la ingeniería y el transporte; desde el menoscabo de la aristocracia hasta el auge del parlamentarismo; desde los tejemanejes de la banca y la industria hasta el feminismo, «el poder podía ser formal o informal, podía ser ejercido por medio de la violencia o de la persuasión, podía ser consensuado o mayoritario, podía adoptar una forma económica, social, cultural, política, religiosa, organizativa o de cualquier otro tipo. Pero a medida que avanzaba el siglo XIX, la gente fue priorizando cada vez más el poder por delante de la gloria, el honor y otros valores similares que habían predominado a lo largo de la mayor parte de los siglos anteriores a 1815», afirma el autor.

Es posible que la Europa de 1815 a 1914 no haya tenido jamás un mirador tan excepcional como este, ni gozado de unas vistas tan reveladoras y originales como las que Richard J. Evans, desde su college de Cambridge, ofrece en un libro con vocación de clásico. Y también de espejo, porque muestra, para nuestra sorpresa y fascinación, en qué hemos cambiado, en qué seguimos siendo exactamente igual que entonces y de qué cosas no nos hemos enterado en absoluto.