Todo lo que no esperábamos

El escritor Agustín Fernández Mallo se consagra con su ‘Trilogía de la Guerra’

25 jul 2018 / 22:03 h - Actualizado: 25 jul 2018 / 22:04 h.
"Literatura"
  • El escritor Agustín Fernández Mallo. / El Correo
    El escritor Agustín Fernández Mallo. / El Correo

«En este libro está todo lo que he escrito antes. Hay ideas de cuando tenía 20 años». Así de rotundo se muestra Agustín Fernández Mallo al hablar de su Trilogía de la guerra (Seix Barral), el libro que le valió el premio Biblioteca Breve en su última edición, y que supone su consagración definitiva tras el éxito de su saga Nocilla. «Aunque todo está trabajado en red y con conexiones internas, hay una voluntad de dar un tratamiento textual al conjunto. Nunca olvido que en la novela no importa tanto el qué, como el cómo», añade.

Una vez más, Fernández Mallo invita al lector a hacer un viaje maravilloso a lugares desconocidos, a veces inquietantes, pero sobre todo al fondo de su propia conciencia, donde las certezas más firmes se reblandecen a menudo. La isla gallega de San Simón, que albergó un campo de concentración durante la guerra civil española; Vietnam, la gran herida de la Norteamérica de los sesenta; la costa de Normandía, testigo del final de la Segunda Guerra Mundial. Los caídos en aquellos conflictos y los personajes de la novela se conectan a través de inesperados enlaces e interactúan en ese plano más allá del tiempo y el espacio que es la fantasía literaria. «Partes de la idea de que estás en un lugar como San Simón, donde se ha producido una gran cantidad de muertes violentas. La carne aún te llama, te dice cosas. Y si te fijas bien, los vivos tampoco estamos vivos del todo. Cada persona que se nos muere se incorpora a nuestro cuerpo como un órgano. Cómo se crea esa interzona en la que convivimos vivos y muertos, es lo que me interesaba. Y que no saliera una novela llorona, sino tratar de dar otro giro, otra vuelta de tuerca», explica este coruñés de 1967, físico de profesión y afincado en Mallorca desde hace años.

A Fernández Mallo no deja de sorprenderle que su obra sea comparada con el cine de David Lynch o con los escritos de Sebald, pero solo hasta cierto punto: incluso en sus ocurrencias más aparentemente descabelladas, hay siempre un interés por analizar el mundo en que vivimos: el brexit, los refugiados sirios, la posverdad, «todas esas cosas para las que no estábamos preparados», según sus palabras, comparecen y se acomodan en su narración.

Sobre la crisis migratoria asevera que la actitud de algunos países «es una forma de decir que toda esa gente no existe para Europa», explica. «La llegada de los refugiados cambia la visión que teníamos, de repente toda esa gente que no existía para Europa llama a tu puerta y dice: no soy sólo la imagen del Telediario, estoy aquí. En la parte de Nueva York hay una chica, Tucker, que dice que ella nunca se enamora, que está con los hombres como si fuera un contrato, y que ha aprendido a vivir en el desarraigo de sus sentimientos, como los inmigrantes. Para ella un inmigrante es el ser más fuerte que hay. Gracias a ellos las líneas genéticas y culturales se cruzan y eso da lugar a algo nuevo», agrega.

Uno de los personajes más atractivos de la Trilogía de la guerra es sin duda ese astronauta que combatió en Vietnam y supuestamente fue el gran desconocido de la misión que pisó la luna por primera vez. «Es un personaje que me interesa mucho porque él sostiene que es el cuarto astronauta del primer viaje a la luna y que no sale en las fotos porque él estaba filmando, porque entonces no existían los selfies», explica el autor.

«Digamos que esta novela está edificada con un método: partir a veces de un absurdo, darlo por hecho, no justificarlo y empezar a construir a partir de ahí un mundo totalmente lógico y coherente. No olvidemos que el absurdo es un método de investigación como otro cualquiera. Estirando las cosas puedes ver algo que no apreciabas antes».

Eso sí, Fernández Mallo renuncia a toda idea de documentación para preparar sus ficciones: «Para mí, la documentación es como un bloque de piedra atado a los pies del autor, es algo que mata la ficción. Yo escribo sobre bases que ya conozco y quizás miro algún dato, pero eso de investigar exhaustivamente... pienso que si lo hiciera acabaría sin escribir. Yo me lo invento: la ficción es la ficción».