Manolo Tena (Benquerencias de la Serena, Badajoz, 1951) pasó de saborear a manos llenas las mieles de la gloria a dejarlo todo y retirarse. Entre una cosa y otra, desavenencias con la industria, adicciones fatales y una caída libre que tardó mucho en remontar. La prueba de que lo ha logrado es su nuevo disco, Casualidades (Concert Music), que ve la luz con un documental sobre su vida.
«Tenía pensado abandonar», confiesa el músico. «Ya había hecho lo que tenía que hacer, pero tampoco estaba enterrado. Seguía trabajando, haciendo canciones que dejaba maquetadas, por si algún día me daba por lanzarlas por internet... Me decía que si el éxito tenía que volver, que me pillara trabajando. nunca perdí la esperanza», agrega.
El éxito le llegó muy joven, a finales de los 70, con el grupo Cucharada. Su siguiente grupo, Alarma!!!, no fue sino un escalón ascendente más, con clásicos inmarchitables como Frío. Hasta que en 1992 llegó su consagración en solitario con Sangre española... Y también su declive. Una circunstancia que hizo que en el año 97 escribiera «Ahora nadie me hace caso» en la letra de Opiniones de un payaso, incluida ahora en Casualidades.
«Intentaba que me grabasen discos, y me decían que no tenía canciones con pegada. Yo lo veía clarísimo cuando se trataba de un single, pero parece que no lo veía nadie más», recuerda. «Por eso hice esa canción irónica. Los payasos tienen parte de su gracia en caerse y no hacerse daño. Y en no enfadarse con el público», explica.
Cuestión aparte fue la precipitación en el infierno de las drogas. «Todos debemos bajar al infierno. es uno de los trabajos del ser humano, bajar y luego salir. Claro que hay gente que se ha quedado en el camino, y tendrá que repetir curso. Quizá no lo habría explicado así, como bajada al infierno, pero lo que tengo claro es que ahora tengo que tener otros trabajos», dice el músico. «Recuerdo que con Alarma!!! teníamos el proyecto de un disco titulado Espachurrados por el éxito que nunca se editó. Para mí es el momento de hacer las paces con el éxito».
¿Cuál es ese lado de la industria que el gran público no ve? Manolo Tena duda un instante antes de responder. «Soy un artista incómodo, digo lo que pienso, pienso lo que digo, y el tiempo está de mi parte. Si huelo a ozono, es que va a llover, y llueve. En la industria da igual que seas folk, rock, hip hop, te dicen cómo tiene que ser todo y dónde hay que meterlo, etcétera etcétera. Pero yo nunca he escrito una canción para nadie que no fuera amigo mío. Y la industria quería colocarme donde ellos dijeran, por narices. Me sentí incómodo hasta tal punto que dije: Hasta luego. Ahora se ha caído sola».
Los problemas, según cuenta este artista recriado en Lavapiés, no vinieron solo de diferencias musicales o promocionales. «Vivo del salario mínimo interprofesional que consigo a través de la SGAE, el resto se lo lleva Hacienda», confiesa. «La gente no se lo cree, pero he ganado cero pesetas con Sangre española [que vendió más de 100.000 copias]», después de firmar un contrato presuntamente ilegal. Vivo al día, no tengo coche, ni casa propia, ni chalé, ni piscina. Y he aprendido mucho de eso», asevera Tena.
De lo que ha aprendido, se queda con una lección fundamental: «Ya no le faltaré más el respeto a nadie del público llegando en malas condiciones a un concierto. Una vez hice cola con mi hija para un concierto de Violetta, durante un rato larguísimo y con un frío increíble. Como sé que la gente ha hecho eso por mí, no pienso defraudarlos», concluye.
Grandes amigos
En el documental sobre su vida y su carrera participan viejos amigos como Rosendo, Luis Cobos, Rosario, José Mercé, Víctor Manuel, Luis Eduardo Aute, Alejo Stível, María Teresa Campos o Pancho Varona, entre otros rostros populares.
«Empezó siendo un e-book, como el disco empezó siendo una maqueta, pero fue creciendo y a veces... Bueno, Alarma!!! vendió mil discos, y con el paso del tiempo es uno de los mejores grupos de los 80, aunque en su momento no lo ves venir. Lo cierto es que el documental me ha devuelto algo muy importante. Yo nunca he tenido autoestima, ¿sabes? Escribía canciones en servilletas arrugadas de un bar y luego se la pasaba al músico de turno. Ahora los amigos me dicen: qué alegría que dejes de hacer canciones en servilletas, y maquetas que no se pueden oír».