Tolcachir y la seducción del actor y las palabras

Una vez más, Tolcachir se entrega a una obra cuyo protagonismo recae en el texto y su interpretación, a cargo de un reparto de lujo que cautiva al público.

30 mar 2019 / 12:58 h - Actualizado: 30 mar 2019 / 13:00 h.
"Teatro"
  • Tolcachir y la seducción del actor y las palabras

“Una obra de palabras y reflexión”. Así es como Claudio Tolcachir define esta propuesta, que gira en torno a un encuentro que tuvo lugar en Copenhague (de ahí el título) en 1941 entre el físico danés Niels Bohr y su ex-alumno Werner Heisenberg.

Ambos eran dos científicos reputados cuando estalló la II Guerra Mundial, pero mientras el primero se quedó en Dinamarca y tuvo que sufrir la ocupación de su ciudad por parte de los nazis, el segundo decidió formar del equipo de científicos de Hitler que investigaba la energía nuclear. Todos los demás físicos alemanes se vieron obligados a huir de Alemania por ser judíos. Heisenberg fue el único que se quedó y todo hacía indicar que podría encontrar la forma para que la fisión del uranio diera como resultado la bomba atómica. De hecho estuvo muy cerca y lo hubiera conseguido de no ser porque se le adelantaron los aliados, con los que Bohr llegó a colaborar.

Todo ello son hechos reales que el autor nos cuenta con esta obra. Pero del encuentro entre el físico danés y su alumno sólo se sabe que determinó que ambos no volvieran a verse. A partir de ahí quedó muy claro que eran enemigos. Teniendo en cuenta ese hecho, fácilmente deducible por la situación de cada uno de los personajes, Michael Frayn especula sobre lo que ocurrió entre los dos ese aciago día de 1941, partiendo de una pregunta que los personajes, que se presentan en escena como fantasmas del pasado, se hacen de forma ocurrente, ¿qué le propuso Heisenberg a Bohr para que éste último lo echara de su casa y no volviera a entablar la más mínima relación con él, a pesar de que había sido su alumno favorito y entre los dos había casi una relación paterno-filial?

Toda la dramaturgia gira en torno a esa pregunta. Al principio el autor imagina que pudo empezar por una cuestión que ha machacado a los físicos que participaron del descubrimiento de la energía nuclear desde la bomba atómica, esto es, hasta qué punto es ético participar de este descubrimiento sabiendo que con ello pone en manos de la humanidad una fuente de destrucción que podría llegar a exterminarla. Pero en realidad, este dilema moral es sólo el arranque que necesita la dramaturgia para sacar a la luz la capacidad del ser humano para defenderse de la culpa, echando en los otros la responsabilidad de sus actos.

Así, el autor nos suscita una interesante reflexión sobre los límites de la moral y la ética en una situación de supervivencia. Tal vez por ello tuvo un considerable éxito cuando se estrenó, allá por 1998. Pero, a estas alturas, la obra no nos aporta nada nuevo, salvo, eso sí, un sinfín de datos científicos que saturan más que aclaran otorgando a la dramaturgia un discurso denso y un tanto tedioso. Algo que la dirección de Tolcachir, seducido por las palabras, ha agravado con una puesta en escena carente de acciones que marca un ritmo lento y cansino.

Aun así la obra se sostiene porque cuenta con una espléndida iluminación, a cargo de Juan Gómez Cornejo y Ion Aníbal López y, sobre todo, con un reparto de lujo. Tanto Emilio Gutiérrez Caba, como Carlos Hipólito y Malena Gutiérrez derrochan maestría, talento y dominio escénico, hasta el punto de atrapar nuestra atención y cautivarnos de la primera a la última escena.


Obra: Copenhague

Lugar: Teatro Central, 29 de de marzo

Compañía: Producciones Teatrales Contemporáneas

Texto: Michael Frayn

Adaptación y dirección: Claudio Tolcachir

Intérpretes: Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutiérrez

Calificación: ***