Tres voces silenciadas que reclaman e imploran justicia

En España el Código Penal castiga los abusos a menores con años de cárcel, los tribunales eclesiásticos aplican el Código Canónico, que solo prevé penas de privación del oficio de párroco durante un tiempo determinado y, en casos muy graves, la expulsión del estado clerical.

19 abr 2019 / 18:53 h - Actualizado: 19 abr 2019 / 18:55 h.
"Cine"
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La Iglesia española tiene por costumbre silenciar la mayoría de los casos de abusos sexuales a menores que conoció o juzgó en sus tribunales eclesiásticos. Salvo contadas excepciones, ha trasladado estos hechos a la Fiscalía para abrir un proceso judicial. Tampoco ha hecho públicas las condenas impuestas a sus sacerdotes pederastas. Generalmente los hechos probados explican cómo las víctimas denuncian primero los abusos en la Iglesia y, ante la falta de respuesta, deciden acudir a los tribunales. La transparencia en este tipo de casos no existe. Lo que realmente impera es el silencio y el dejarlo correr, para la Iglesia se trata de simples pecados. La opacidad y el ocultamiento sigue siendo la norma de esta institución.

Pero no sólo en España se silencian y se callan este tipo de casos, digamos que es una pandemia de carácter mundial que hasta la llegada del Papa Francisco se ha tratado de ocultar y silenciar por considerarse pecado y no delito. Siglos de mutismo que ha dejado infinidad de víctimas en el camino y que ha provocado y sigue ocasionando muchas lesiones, muchas heridas, mucho perjuicio y demasiado dolor.

La película de Ozon, se centra en la vecina Francia, concretamente en la ciudad de Lyon. Y podía hacerlo aquí, en cualquier ciudad de España o en cualquier parte del planeta. Allí, un grupo de hombres adultos que de menores sufrieron abusos, abren un proceso legal para denunciar al cura pederasta Bernard Preynat y a la cúpula del estamento religioso, encabezada por el arzobispo y cardenal de Lyon Philippe Barbarín que se inhibió en sus casos y protegió al agresor.

Para la construcción del relato Ozon se centra en la reconstrucción de la vida de tres personas de la Francia actual. La primera, la de Alexandre, cinco veces padre, católico convencido que intenta desligar institución y fe sin éxito. La segunda, la de François, ateo adulto, que sufre la incomprensión de su familia que sabedora del caso no supo en su momento estar a la altura y con el paso del tiempo y por el qué dirán, sigue mirando hacia otro lado. Aparentemente la vida de uno como la del otro ha conseguido conectarse al flujo de lo considerado normal., pero la lesión está y aún no se ha reparado el daño. Por último está la de Emmanuel, el más perjudicado, las secuelas de los abusos le han provocado trastornos emocionales y sociales por lo que su comportamiento se distorsiona cuando se hace evidente el trauma.

Tres historias unidas por el de dolor y el sufrimiento de tres hombres deshechos, tres voces silenciadas que reclaman e imploran justicia.

Ozon deja la cámara actuar, decide que sean los hechos los que hablen. Respetuoso, no hace uso del bisturí, ni de ningún tipo de pintura y deja el amargor para la sentencia.

El Tribunal Correccional de Lyon condenó el pasado jueves siete de marzo del presente año a una pena de seis meses exentos de cumplimiento al cardenal francés Philippe Barbarin por haber ocultado los abusos cometidos sobre niños por el cura pederasta de su archidiócesis Bernard Preynat, al que mantuvo en su puesto e inmune hasta el año 2015.

Gracias a Dios ***

Francia 2018 137 min.

Dirección François Ozon Intérpretes Melvil Poupaud, Denis Ménochet, Swann Arlaud, Eric Caravaca, François Marthouret, Bernard Verley, Josiane Balasko, Hélène Vincent, François Chattot.

Drama