Perianes volvió a la casa que le vio crecer y que tanto le quiere y admira, y lo hizo con dos alegrías calentitas, haber sido designado Artista del Año por los International Classic Music Awards que se entregarán en mayo del año que viene en Lucerna, y ser prácticamente el único representante español de la programación de los Proms londinenses de este verano, que se dio a conocer hace apenas un par de días. Con él Axelrod puso punto y final al ciclo Brahms con el que arrancó la temporada el pasado mes de septiembre. En los atriles dos obras fundamentales de su catálogo, pertenecientes a una misma época de plena madurez creativa y con una estética expresiva de semejantes características. Director y pianista pusieron toda la carne en el asador para que la exhibición no resultara rutinaria o meramente complaciente, para lograr unas interpretaciones si no redondas sí al menos intensas y hasta cierto punto sinceras.

Desde siempre hemos alabado la habilidad del pianista onubense para extraer del teclado los sonidos más delicados y exquisitos, lo que se confirmó también en una versión del monumental y sinfónico segundo concierto de Brahms henchido de emotividad, prodigio de elegancia y bendecido por la proverbial humildad del artista, que no se deja llevar por florituras y filigranas vacuas y busca siempre el mayor grado de expresividad en sus interpretaciones, algo que por supuesto ni él ni nadie logra siempre, pero cuando lo hace, como es el caso, encandila. Majestuoso desde el arranque, con la complicidad de la batuta mantenida en todo momento, aunque con unos metales algo decepcionantes, si bien en esa misma introducción la trompa funcionara satisfactoriamente, Perianes hizo gala de un ritmo arpegiado y saltarín y un estrecho diálogo con la orquesta, alcanzando un clímax feroz y turbulento que se apaciguó con ese scherzo quizás menos misterioso y sombrío de lo acostumbrado, que sirve de bisagra entre el allegro inicial y el precioso andante que el violonchelista Dirk Vanhuyse defendió mejor en el registro grave que en el más agudo, con una articulación precisa y un sonido sedoso. Un allegro final no especialmente jovial, al que Perianes imprimió de dulzura y un poco de desencanto, terminando en una explosión de controlada energía, bordó este memorable Concierto nº 2. Con la propina, el Nocturno Op. 54 nº 4 de las Piezas líricas de Grieg, Perianes dio nuevas muestras de hondura y preciosismo jamás inexpresivo.

Satisfactorio también el trabajo de Axelrod y la orquesta, brillante y entregada, en la última de las sinfonías brahmsianas, donde destacó la progresiva turbulencia con la que remató los movimientos extremos, llevando al conjunto instrumental a los límites del paroxismo. Brillante la cuerda en el andante moderato, y robusta en el allegro giocoso, faltó sin embargo algo más de misterio y fantasía, pero redondeó con un allegro conclusivo equilibrado entre heroico y espiritual, inspirado y con una rica envergadura que se mantuvo hasta el final.

ROSS ****

11º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Javier Perianes, piano. John Axelrod, dirección. Programa: Concierto para piano nº 2 en Si bemol mayor Op. 83 y Sinfonía nº 4 en Mi menor Op. 98, de Brahms. Teatro de la Maestranza, jueves 19 de abril de 2018