Ullate prende fuego al Maestranza

Mientras barrunta su próxima retirada, el maestro de la danza trae una revisión más moderna y espectacular de su ballet de ‘El amor brujo’ de Falla que estrenó en el mismo lugar en 1994

02 mar 2017 / 20:06 h - Actualizado: 02 mar 2017 / 22:22 h.
"Danza"
  • Pedro Halffter, Víctor Ullate y Eduardo Lao, haciéndose un ‘selfie’ ayer tras la presentación de ‘El amor brujo’ en el Maestranza. / El Correo
    Pedro Halffter, Víctor Ullate y Eduardo Lao, haciéndose un ‘selfie’ ayer tras la presentación de ‘El amor brujo’ en el Maestranza. / El Correo

El arte, cuando lo es, siempre encierra una profecía. Esto lo sabe perfectamente Víctor Ullate, quien ayer vino al Teatro de la Maestranza a presentar su renovada versión de El amor brujo, de Manuel de Falla –hoy y mañana, con casi todo el papel vendido–, y a dejar caer que pronto se retirará socapa de sus setenta años. Pero no lo hará como el espectro de la obra del gaditano, esa influencia perniciosa y terrible que no asume su destino –más de un político se ha ido de esa manera atormentadora y falaz–, sino como el fuego purificador de la danza ritual, la que baila Candelas para espantar a los malos espíritus: dejando su compañía, su ballet fundado hace treinta años –ahora una fundación–, a salvo más allá de su nombre y de su presencia; librándose de esas cadenas de la economía del arte que en España siempre ha consistido en no poder respirar por principio. «Cuando hay mucho dinero no hay problema», protestaba ayer el bailarín, coreógrafo y director de montajes de danza, «pero no es el caso. Yo siempre he tenido que hacer malabares». Y así una y otra vez, el afán por hacerlo todo primorosamente y lo mejor posible se acaba manifestando, como el querer, en una especie de fuego fatuo. Así que, puestos a arder, mejor arder del todo.

Explicaba ayer Ullate, que compareció ante los periodistas junto a su segundo de a bordo, Eduardo Lao –director artístico– y al responsable artístico del Teatro de la Maestranza, el maestro Pedro Halffter, que la clave de este repaso a su propia pieza estrenada el 28 de mayo de 1994 en el mismo escenario sevillano es la modernidad. Le ha cambiado la escenografía y el vestuario –que ardió, naturalmente, porque también era un vestuario profético–; le ha quitado colores que estorbaban y que hacían ruido y ha metido proyecciones nuevas; le ha puesto un suelo negro acharolado que parece que están bailando sobre una lámina de agua y todo son reflejos, brillos, chispas y figuras que resaltan en su mágica danza; ha apartado los siete telones que había en la primera versión y ha dejado un escenario despejado donde todo se cuenta con luz –luces fogosas, como manda el ritual, traídas por Paco Azorín–... «Todo es luz», remacha Víctor Ullate. «Y el aire es más moderno. Ahora es más compacto, más espectacular. Ha quedado un amor brujo rotundo. Ahora se arriesga más, que es lo que se pretendía: se arriesga con el vestuario de María Araujo, con la iluminación». Que un talento que está barruntando ya su retirada considere que su deber prioritario es arriesgarse, eso es pura combustión artística, pura gitanería de Falla.

Lo rompedor llega también con la inclusión del grupo de dark ambience In Slaughter Natives, más los efectos musicales de Luis Delgado sobre la versión original y que conducen al espectador, como cuentan los responsables del asunto, al más allá, en una travesía entre la vida y la muerte. El reparto tendrá mucho que decir ahí, con especial protagonismo de la figura de la Pitonisa, que es la que cuenta la historia –Leyre Castresana–, más los papeles principales de Candelas –Marlén Fuerte, «que quita el sentío»–, Lucía –Ksenia Abbazova–, Espectro –Cristian Oliveri hoy y Dorian Acosta mañana– y un Carmelo que es Josué Ullate, de quien el responsable de este invento alaba su «movimiento interminable» y el detalle der tener «una belleza como la de su padre». Porque los fuegos también bromean. Chispa, que se llama.

Ahora prepara una nueva Carmen, actualizada en formato «modelo de alto standing», y espera venir con ella a Sevilla, una ciudad donde la danza siempre ha funcionado de maravilla, que rima con taquilla. Pedro Halffter reconoció que es así, aunque el teatro que dirige, por ser público, se debe a todas las propuestas y encima tiene poco dinero. En cuestiones artísticas y culturales, esa expresión lastimera es una constante. Hay quien está resuelto a no usarla por más tiempo. «Yo he dado ya todo lo que tenía que dar», proclamó Víctor Ullate, profeta del fuego. No en vano la cosa está que arde.