Un cencerro por San Valentín

Juegan, son rencorosas, se mandan al cuerno... es ‘La vida secreta de las vacas’

22 abr 2018 / 20:37 h - Actualizado: 22 abr 2018 / 20:38 h.
  • Las vacas son las principales protagonistas, aunque no las únicas, de este volumen publicado por Seix Barral.
    Las vacas son las principales protagonistas, aunque no las únicas, de este volumen publicado por Seix Barral.
  • Rosamund Young, en una imagen promocional de su libro.
    Rosamund Young, en una imagen promocional de su libro.

Aquí no hay la menor intención literaria. Lo que quiere Rosamund Young con su libro La vida secreta de las vacas (Seix Barral) es convencer a los lectores de que los animales de granja son, por así decir, otra variante del género humano, y que tanto las ovejas como las gallinas, las cabras y las reses que dan título a su obra tienen personalidad, carácter propio, genialidades, miserias, emociones y sentimientos similares a los de cualquier lector. Esa es la tesis de la autora, y para defenderla no duda en humanizar todas las reacciones de estas criaturas, según su propia interpretación (no necesariamente objetiva). De ahí al amor solo hay un paso. O un cencerro.

No es una charlatana: su larga experiencia como granjera la ha convertido en una observadora de primera. «Hay tantos tipos de vacas como de personas», afirma en el libro. «Las vacas pueden ser sumamente inteligentes o duras de mollera. Amables, consideradas, agresivas, dóciles, ingeniosas, sosas, orgullosas y tímidas: todas estas características son observables en un rebaño lo bastante grande. Hace ya años que llevamos a cabo nuestra tarea desde la firme determinación de tratar a nuestros animales como seres individuales».

«Que no seamos capaces de apreciar las diferencias entre dos arañas, mariposas, jilgueros o vacas no es motivo suficiente para presuponer que no existen», añade más adelante. «Tras una vida observando el ganado, he sido testigo de increíbles ejemplos de inteligencia práctica y también de estupidez absolutas, dos cualidades que asimismo he percibido en los seres humanos», apunta Young. Mejorando lo presente.

El libro es una sucesión de casos. Por ejemplo, el de Stephanie y su hija Olivia, madre e hija (porque todo su ganado tiene nombre). Ambas «tenían una relación cercana y normal, e iban a todas partes juntas hasta que Olivia tuvo su primer ternero. Cuando este estaba a punto de nacer, Stephanie aconsejó y consoló a su hija y la ayudó a elegir un buen lugar donde dar a luz, cerca de un arroyo de agua limpia. Stephanie se instaló a unos cincuenta metros de distancia, en un lugar próximo, pero no en exceso. Olivia parió sin complicaciones y quedó inmediatamente prendada de su hermoso becerro color crema, al que llamamos Orlando», y a partir de ahí pasó olímpicamente de su madre (la abuela de esta historia, que por cierto: también entre los animales las abuelas suelen hacer de niñera, según la autora). El caso es que Stephanie, al cuarto día de sentirse ignorada, «perdió la paciencia. Sorprendida y dolida, dio media vuelta, saltó la valla más próxima y se alejó por el campo contiguo para pastar con sus viejas amigas. Hasta donde yo sé, no volvieron a hablarse nunca más».

Pero como se ha dicho, en su granja (del que el libro es una derivación) no solo hay vacas. Y la interpretación humanizada del comportamiento se extiende al resto de esas especies. «Las gallinas disfrutan de la compañía humana y a las nuestras no les gusta nada que las mantengamos al margen de conversaciones aparentemente interesantes», escribe. «Una vez, un grupo de estudiantes de agronomía franceses que nos visitaban se colocaron en círculo para escuchar unas explicaciones sobre la rotación de cultivos. Las gallinas se sintieron excluidas y se abrieron paso a empujones hacia el centro del corro. Estiraban el cuello para parecer más altas y hacerse notar, e intentaron tomar parte en la conversación de la única forma que sabían, cantando a pleno pulmón».

A diferencia de otros títulos recientes que persiguen sacudir al lector exponiéndolo ante la naturaleza, en la estela de Thoreau y otros, aquí no se ensalzan los campos ni la vida natural como una alternativa ideológica a la estrambótica y suicida existencia globalizante del ser humano: es pura y efectiva relación de acontecimientos. «Algunos de mis primeros recuerdos son de historias que contaban mis padres y cuyos protagonistas eran vacas, cerdos, gallinas o aves silvestres», apunta en su obra Rosamund Young. «Yo misma espero estar dando continuidad».