Entre que no tiene pelos en la lengua, que se pasa por el forro los temas tabú, que carece del menor pudor crítico, que lo hace con un presupuesto muy limitado, que no se debe a nadie, que si tiene que enjuiciar lo más intocable lo hace y se fuma un puro y que, encima, todo esto lo dibujan (por si no hubiera quedado lo bastante claro), quién habría dicho en sus orígenes que iba a alcanzar los cuatro años el Te Veo. O como reza su subtítulo: la revistilla parrokial de la klero borroka de la que acaba de salir el número doce y que elabora el comunicador sevillano Rafael Iglesias por su cuenta y riesgo, con ayudas inestimables de gente del ramo –algunos de ellos, de primerísima fila– y de comerciantes de los barrios de la Alameda y San Luis, que es por donde principalmente se mueve la publicación.
Contaba ayer Iglesias que el producto, para quien no lo conozca, «pretende ser aquel El Papus desaparecido y una especie de Charlie Hebdo de andar por casa, salvando las distancias». Rememora, por su genética de fanzine, las revistas indómitas de los años setenta que se empeñaron en ser libérrimas hasta su último suspiro. «El Te Veo es, en su mayor parte, yo», explica el periodista. «Todo sale de mi bolsillo, ayudado por el tejido empresarial del barrio, los pequeños comercios. Nunca se gana un duro, y si se ganan cincuenta céntimos son para hacer algo nuevo, para añadir color» o, como ahora, para lanzar Grumo, la revista guarra multitendencias que va de regalo con la nueva entrega. Y en los créditos de su ya larga trayectoria, ilustres colaboradores: Nazario, Azagra, Jaime Pandelet, J. M. Conget, Manuel Pedraz, Daniel Lebrato, Miguel Brieva, Manolito Rastamán...
Para que el respetable se haga cargo de la naturaleza de este fenómeno, «somos la incorrección, pero la incorrección argumentada. Soez, nunca». Se trata de desarrollar «una buena praxis periodística» en la que Iglesias echa lo aprendido durante su paso por Cambio 16 y El Correo de Andalucía y donde ejecuta, en particular, el mandato de «rigor y veracidad» que dice haber aprendido de Juan Emilio Ballesteros y Manuel Pedraz. «La poca educación que tengo, periodísticamente hablando, se la debo a ellos», bromea Iglesias.
Manda un puñado de fotos por si vienen bien para publicarlas, pero no vale ninguna: en la única que no sale borrosa aparece vestido de cartonero y con ropa de invierno siberiano, que ya son ganas de hacer sudar al lector, y en las demás sale en una con un tricornio de la Guardia Civil, y en la otra celebrando algún aquelarre con la gente de la revista Mongolia. Lo cual ya es bastante orientativo del asunto. Por cierto, hablando de celebraciones: como siempre que sale un número –cosa que nunca deja de sorprenderle– organiza una fiesta igualmente desinhibida y sorprendente. Esta vez, con ocasión de este número doce en que que se posicionan sobre el espinoso asunto del «atropello a la democracia», va más allá: «Vamos a hacer un remedo, un teatrillo, sobre un referéndum acerca de la Corona. ¡Espero que no vengan a llevarse las urnas! E invitamos a toda la ciudadanía a que participe. Que se traigan su libre albedrío, que las urnas y las papeletas las ponemos nosotros».
Será mañana viernes en el Espacio la Barqueta, que como su nombre indica está por la zona del puente homónimo. Más concretamente, en el número 8 de la calle Vib Arragel, que es la primera a la derecha según se entra por la Resolana. Como parte institucional del acto, por así decirlo, Paqui Maqueda, presidenta de la Asociación de Memoria Histórica Nuestra memoria, hablará sobre ese «terrorismo que es la violencia de género». Como sorpresa, estará «el gran crooner Johnny Scarlata. Que es como lo que decía Mae West: Cuando soy buena soy muy buena, pero cuando soy mala soy mucho mejor. Cuando canta bien, flipas; pero cuando canta mal, flipas mucho más. Es espectacular». Ahí se juntarán todos los que respiran esta filosofía trazada en el Te Veo: «Somos ferozmente críticos, somos cafres, pero cafres amables. Y siempre con rigor y veracidad».