A Juan Ramón Lucas (Madrid, 1958) se le conoce en toda España como periodista, pero esta primavera dio la sorpresa dejándose ver por los anaqueles de novedades de las librerías. «Mi vocación literaria es un secreto desde hace tiempo, pero hasta ahora no había encontrado la historia contundente que estaba buscando, ni la fórmula con que narrarla. Hasta que llegó a mis manos la historia de Zapata, y empecé a trabajar en ella con toda humildad, diciéndome: ¿Por qué no intentarlo?».
El Zapata al que se refiere es Miguel Zapata, el Tío Lobo, uno de los españoles más ricos de su época y hoy un perfecto desconocido. Un magnate minero de la Sierra de Cartagena-La Unión, que vivió en una época que atrajo a docenas de miles de personas en busca de la fortuna oculta bajo la tierra. Y fue precisamente en La Unión donde Lucas dio con este filón narrativo. «Durante una cena con Paco Bernabé, nos contó un par de anécdotas sobre aquella época. Yo le dije a María Dueñas, que estaba con nosotros, ‘ahí tienes novela’, y ella me desafió: ‘¡Inténtalo tú!’ La propia María me facilitó la documentación, y me puse a ello». El resultado lleva por título La maldición de la Casa Grande y ha visto la luz en el sello Espasa.
Juan Ramón Lucas estaba, por su profesión, familiarizado con las palabras, pero según confiesa, cuando se puso manos a la obra tomó conciencia de las dimensiones de la empresa. «No sabía que era tan duro», evoca. «Tienes que hacer frente a mucha frustración. Cuando escribes ficción tienes muchos caminos por delante, y elegir el adecuado no siempre es fácil. Al final me ha gustado mucho la experiencia, pero sobre todo me ha hecho valorar mejor este oficio de la escritura».
La construcción de los personajes ha sido uno de los desafíos que más ha apasionado a Lucas. «Cuando creas personajes, pones mucho de ti, de tu personalidad y de tu mirada sobre el mundo. Me acordé también de aquella idea de Philip Roth, según la cual escribir es como bajar a la mina. Cuesta tanto dar con la veta, como extraer el mineral y que brille».
Mezclando personajes reales y de ficción, utilizando acontecimientos documentados y episodios surgidos de su imaginación, Lucas teje una historia de amor que funciona como contrapeso perfecto a la biografía de Miguel Zapata. Con él vemos desfilar por estas páginas sicarios y pistoleros a sueldo del patrono, y desgraciados mineros que se dejan salud en pozos donde la vida no vale nada.
Entre los personajes que el madrileño ha querido colocar entre los protagonistas de La maldición de la Casa Grande, destaca la voz en primera persona de María Adra, amante del primogénito del patriarca y madre de un nieto bastardo del Tío Lobo, marcado por la misma maldición que llevó a los hijos de Miguel Zapata y Juana Hernández a una muerte prematura. «Quería que fuera así, una narradora en primera persona. En principio pensé en el propio Zapata, pero me quedaba muy poco verosímil, y acaba resultando también muy pesado. Finalmente, me decidí por una mujer. Las mujeres representaban el eslabón más bajo de aquella sociedad oprimida y miserable. Luego pensé que ese relato merecía contarse desde el punto más alejado de mi propia realidad, separarme cuanto fuera posible del periodista, y ahí tuve claro que elegiría la voz de María Adra para contar esta historia», agrega el periodista y escritor.
A la hora de zambullirse en la época que cuenta La maldición de la Casa Grande, Juan Ramón Lucas se sorprendió de que apenas hubiera material literario que contara aquella época en la Murcia minera. «Había obras como El metal de los muertos, de Concha Espina, pero nadie se había metido en profundidad en la miseria de la mina. La Unión es un ecosistema con una violencia ambiental tremenda, en la que el empresario impone su ley a sangre y fuego. Los niños trabajaban en aquellas condiciones hasta bien entrado el siglo XX», subraya. «Yo he intentado que el escenario quedara bien reflejado, cuidé de que todo lo que contaba fuera cierto: la atmósfera, la violencia, la explotación, la miseria...».
Tal vez por ello, cuando se le pregunta qué retrato final hace de Zapata, aquel temible Tío Lobo, asegura que «no se puede absolver a un tipo así. Pero por increíble que parezca, terminas estableciendo una cierta empatía con él después de tanto tiempo estudiando su vida. Es una persona que se considera justa, de acuerdo con los valores de la época. Por eso, más que hacer juicios morales sobre tal o cual personaje, lo que me interesaba era hablar de la condición humana y de lo que tienen de universal los abusos, la discriminación hacia la mujer y hacia los miserables. La Historia no absolverá a Zapata, pero debemos saber que de aquellos polvos vienen estos lodos», asevera.
Periodista de larga trayectoria en radio, televisión y prensa, y actualmente codirector junto a Carlos Alsina del programa de Onda Cero Más de Uno, Lucas reconoce que «he sufrido pero he gozado más escribiendo La maldición de la Casa Grande. Pero mentiría si dijera que no quiero descansar. En la novela hay personajes que tienen recorrido y no descarto una posible segunda parte, pero no ahora... No debería decirlo, pero he dejado muchas cosas en el tintero», sonríe.
Por último, cuando se le pregunta si se ha hecho acompañar en el proceso de escritura por música de levante, mineras y cartageneras, asiente: «Soy muy aficionado al flamenco, y en concreto al flamenco que se hace allí», admite. «Y en la novela todos esos cantes están presentes», concluye.