Brutal, descarnada y revolucionaria, son algunos de los calificativos que se merece esta obra, un estremecedor monólogo con el que Angélica Lidell, una vez más, consigue remover y alterar nuestras conciencias.
Seguidora de Artaud y su teatro de la crueldad, Lidell se caracteriza por dar luz a un mundo interior atormentado que se revuelve contra la violencia y la falsedad. En esta ocasión da un paso más para rebelarse contra la injusticia social de un país que, como el nuestro, consiguió adormecer la conciencia de sus habitantes con la promesa de un supuesto “estado del bienestar” que no ha tardado mucho en explotar. Pero el texto fue escrito en 2004, por lo que podría decirse que se trata de una obra visionaria, una denuncia tan radical como revolucionaria contra la economía que rige nuestra sociedad, un capitalismo salvaje que condena a los pobres a ser cada vez más pobres, mientras los ricos son cada vez más poderosos y elitistas.
La dramaturgia gira en torno a una charla entre dos personajes, la propia autora y un supuesto empresario teatral que en todo momento está fuera de plano. En ese sentido cabe destacar la habilidad de Lidell para mantener a este personaje en escena desde su invisibilidad. Un personaje que a lo largo de la obra, gracias un curioso juego de confrontación, de alguna manera se refleja en el público, al que la autora poco a poco va incluyendo en su discurso con el claro objetivo de denunciar su complicidad por volver la cara ante la injusticia, la hipocresía y la desigualdad social que permite situaciones familiares de tremenda agresividad. No en vano Lidell ha calificado esta obra como un vómito, un acto de resistencia ante una violencia real.
La dramaturgia da rienda suelta a una verborrea repleta de exabruptos, aunque también de alusiones intelectuales que se sumergen en el universo de la filosofía. Se trata, por tanto de una obra dura y difícil de representar. En ese sentido cabe destacar la puesta en escena de Esperanza Pedreño e Isidro Paterna, quienes consiguen, con muy pocos elementos, desgranar toda una gama de imágenes impactantes y poderosas que recrean estados emocionales tan diversos como la rebeldía y la indefensión, el desgarro y la ternura. Para ello se sirven, básicamente, de dos recursos aparentemente sencillos, pero cargados de potencial dramático: una tiza con la que la autora va trazando en el suelo algunas palabras de que ahondan en su denuncia y un traje que permite a la actriz, según se coloque la parte de arriba de una forma o de otra, representar diferentes estatus sociales y estadios emocionales. Claro que todo ello no sería posible sin la genial y brutal interpretación de Esperanza Pedreño, un auténtico animal de teatro que puso al público en pie nada más terminar la obra.
FICHA TÉCNICA:
Obra: Mi relación con la comida. Lugar: Sala TNT, 23 de octubre. Producción: El Buco. Autora: Angélica Lidell. Puesta en escena: Esperanza Pedreño e Isidro Paterna. Interpretación: Esperanza Pedreño. Calificación: ****