RUIBÉRRIZ, TURINA Y SEBASTIÁN ***

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. Rafael Ruibérriz, flauta. Guillermo Turina, violonchelo barroco. Alfonso Sebastián, clave. Programa: Bach, en versión y original (Sonatas completas para flauta y bajo continio y otras célebres páginas de Johann Sebastian Bach). Viernes 29 de julio de 2016

La compenetración y buena sintonía entre Rafael Ruibérriz, Alfonso Sebastián y Guillermo Turina se nota de lejos. Sólo así se comprende que se pueda ofrecer un programa tan complejo como éste y llevarlo a buen puerto. Interpretar del tirón las tres sonatas para flauta y bajo continuo de Bach, aunque una de ellas hoy se considere apócrifa, es tarea difícil; hacerlo con tal solvencia aún más, naturalmente. La empresa la acometieron adornándola con otras obras muy características y populares del genio de Leipzig, en rigurosa versión original para los instrumentos para las que fueron concebidas, a excepción sólo de dos que por fuerza requirieron su adaptación, versiones caseras tal como las definió un especialmente dotado para la oratoria Alfonso Sebastián.

Sin desmerecer sus aspectos meramente técnicos y formales, hay que decir que la propuesta tuvo un mayor componente didáctico que expresivo; una muy respetuosa y sintonizada manera de acercarse a estas piezas magistrales por encima de cualquier hallazgo especial en materia de expresividad. Con muy buen criterio los intérpretes fueron apareciendo paulatinamente, primero Turina tocando el recurrente Preludio de la Suite BWV 1007, carne de prácticas para cualquier estudiante de violonchelo que se precie, de forma escolástica pero un tanto rígida, severa. Sin pausa se añadió Sebastián para abordar el Preludio y Fuga de El clave bien temperado, con el que mantuvo su difícil (más en el clave original que en el piano) ritmo y cadencia, potenciando la intensidad de su segunda parte. Así hasta encadenar con la primera de las tres sonatas, cuya escritura arcaica hace pensar que no sea realmente de Bach, que Ruibérriz arrancó con demasiada discreción y timidez, hasta que ya en el Allegro exhibió más seguridad y aplomo, manteniéndose hasta los dos minuetos finales que tradujo con dominio técnico, gracia y fluidez narrativa, tras un melancólico adagio.

Ruibérriz resolvió satisfactoriamente las complejas ornamentaciones del hermoso adagio introductorio de la Sonata BWV 1035, acentuando los aires danzísticos del allegro (rigodón) y el allegro assai final (polonesa), así como la agitada melodía del siciliano central, que clave y chelo acompañaron con notable sentido del volumen. En la Sonata BWV 1034 echamos de menos un mayor grado de elocuencia y emotividad por parte de la flauta, pero en conjunto resolvieron muy bien su estética concertística y sus audacias formales. Entre esta trilogía insertaron el siciliano de la Sonata para flauta y clave BWV 1031 con notable encanto y fluidez, y ya en versión doméstica los muy célebres Jesus bleibet meine Freunde y badineire de la Suite orquestal BWV 1067, priorizando su agilidad y carácter didáctico. No pudieron acertar más ofreciendo como propina el Ave María de Gounod, que descansa sobre el preludio para El clave bien temperado, cerrando así la velada como un círculo perfecto.