Un homenaje a la Revista ‘a la Cubana’

La Cubana homenajea al género de la revista con esta obra, cuyo principal objetivo es divertir al espectador haciendo que forme parte del espectáculo

16 feb 2019 / 11:58 h - Actualizado: 16 feb 2019 / 12:00 h.
  • Un homenaje a la Revista ‘a la Cubana’

Lugar: Teatro Lope de Vega, 14 de febrero

Obra: Adiós Arturo

Guión, idea del expectáculo y dirección: Jordi Milán

Composición canción final y arreglos musicales: Joan Vives

Coreografía: Leo Quintana

Intérpretación: Jaume Baucis, Xavi Tena, Toni Torres, Nuria Benet, Àlex Gonzàlez, Babeth Ripoll, Montse Amat, Toniz Sans, Edu Ferrés, Virginia Melgar

Calificación: ***

Hacer desaparecer la cuarta pared hasta que el público forme parte de la historia es uno de los rasgos que definen el estilo de La Cubana. Este nuevo espectáculo, a caballo entre la comedia y la revista, lo consigue incluso antes de comenzar.

La dramaturgia gira en torno a un funeral. El finado es un sevillano insigne que disfrutó de la vida como nadie y ha dejado expreso a su familia que conviertan su funeral en una fiesta. Este sencillo argumento es lo único que Jordi Milán necesita para convertir el teatro en un espacio festivo y loco en el que, ya antes de comenzar la función, los espectadores se integran en la historia, disfrazándose o asumiendo el papel de integrante de alguna asociación fundada por el finado. Una vez comenzada la función propiamente dicha, bajo el pretexto de homenajear al muerto se van sucediendo números de música de diferentes estilos: lírica, rancheras, folclore, canción ligera, así como piezas teatrales cómicas y algún que otro número algo más serio, como el del mimo, que derrocha virtuosismo. Los actores y actrices hacen gala de un auténtico dominio, tanto de las claves de la interpretación teatral como de la musical. Pero por desgracia algunas piezas son bastantes largas, y teniendo en cuenta que el tratamiento cómico carece de contenido crítico y se queda dentro de los márgenes del tópico, llega un momento en el que el ritmo comienza a decaer. Por fortuna, justo cuando la obra amenaza con caer en un discurso insustancial y plano, la historia da un salto atrás en el tiempo y el relato se mete de lleno en el lenguaje de la comedia para brindarnos algunos momentos delirantes y divertidos, aunque abusa de lugares comunes y su duración resulta también un tanto excesiva.

No obstante, como es habitual en La Cubana, bajo la aparente anarquía de la puesta en escena se esconde un trabajo sumamente medido y controlado. El uso de los audiovisuales es tan ajustado como acertado; la iluminación se sirve de todo un despliegue técnico que no escatima en recursos; el vestuario reproduce con sorna el estilo del género de la revista; la escenografía, aparentemente sencilla, nos sorprende en la segunda parte cambiando la ambientación del escenario con una celeridad apabullante y la música potencia el humor y la espectacularidad del relato. Aunque lo más sobresaliente son los intérpretes y su derroche de comicidad, maestría y talento.