«Sorolla ya es rico, ya es famoso en ese momento, no necesita exponer para vivir. Es un pintor maduro, consciente de los recursos de los que dispone, ha viajado a París y conoce las vanguardias, sabe perfectamente lo que quiere hacer. Y, sobre todo, pinta para sí mismo». Estas palabras de Consuelo Luca de Tena, directora del Museo Sorolla, describen a la perfección el perfil del artista que realizó las obras de la muestra Sorolla, un jardín para pintar, que se inaugura hoy en CaixaFórum Sevilla.
La muestra, comisariada por la propia Luca de Tena con la colaboración de María López y Ana Luengo, y que permanecerá abierta al público hasta el próximo 15 de octubre, reúne más de 170 piezas –óleos, bocetos, dibujos, esculturas, azulejos y fotografías– en torno al tema del jardín, que llegó a obsesionarle hasta el punto de diseñar él mismo el de su casa en Madrid, hoy sede del Museo Sorolla.
Siguiendo el sueño largamente acariciado de unir en un solo espacio su estudio y su casa, su pintura y su familia, Sorolla adquirió el solar donde erigiría el citado inmueble en 1905, y empezaría a construir la casa en 1910. En ese tiempo, un viaje a Andalucía, en concreto a Sevilla y Granada, determina definitivamente su idea de jardín.
«Sorolla había viajado por Europa, conocía los jardines italianos, los de París, e incluso tuvo una estancia larga en La Granja», explica Luca de Tena. «Su vínculo con los jardines venía de largo, incluso con su mujer, Clotilde, mantenía una especie de diálogo amoroso con las flores que se mandaban mutuamente», agrega.
Es el momento, además, en que Monet desarrolla sus series en torno a los nenúfares; Renoir pinta en Les Collettes, en la Costa Azul,; Bonnard compra Ma roulotte, en Vernonnet, en 1912; Kandinsky y Gabriele Münter son ávidos jardineros en la casa que comparten en Murnau, y Matisse adora pintar el jardín desde 1911 cuando comenzara retratando Issyles-Moulineaux.
Aquel Sorolla maduro y autosuficiente que se mencionaba al principio de este artículo es el artista que ha viajado por España con el fin de tomar inspiración para los murales gigantescos de la Hispanic Society de Nueva York, y al que tal vez el cuerpo le pida otro tipo de pintura, de motivos y de escalas. «Los jardines empieza a hacerlos para su solaz, para su propio placer», comenta Luca de Tena. «Se decide también a hacer su propio jardín, a escoger las flores y a pintarlo, como una manera de descansar del enorme esfuerzo de aquellos murales», dice la experta.
Los jardines de la Alhambra granadina y los del Alcázar de Sevilla son los grandes focos de inspiración del creador valenciano, en contraposición a «aquella jardinería barroca francesa, en la que el agua es siempre espectacular. En los jardines islámicos, en cambio, el agua es discreta, se manifiesta como un rumor agradable, sedante. Son jardines muy geométricos que huyen de las perspectivas infinitas de los jardines franceses. Los islámicos buscan recogimiento, y eso es lo que también persigue Sorolla».
Paralelamente a esta exposición, CaixaFórum ha preparado una serie de actividades en torno a la muestra que comenzarán hoy con una conferencia a cargo de las comisarias María López y Ana Luengo, a las 19.00 horas. También habrá visitas comentadas los lunes, viernes y sábados a las 19.00 horas, los jueves a las 11.30 y los domingos a las 13.00, visitas con café tertulia todos los martes a las 18.00, visitas en familia los sábados a las 12.30 y 18.30, así como una conferencia concierto a cargo de la historiadora Teresa M. Sala, la cantante Julia Farré Llongueras y la pianista Antonia Valente, el viernes 29 de septiembre a las 19.00, entre otros actos.