Después de triunfar con Madmoiselle Chambon y La ley del mercado, Brizé se embarca ahora en una de esas adaptaciones de calidad que le ha reportado ya el premio de la crítica internacional en el pasado Festival de Venecia. Se trata de una novela de Guy de Maupassant sobre una desdichada mujer de buena posición en la Francia rural del siglo XIX, una época de la que las crónicas se empeñan en mostrar casi siempre la vida de la gente acomodada, posiblemente un porcentaje mínimo respecto al resto de la población, que no tenía tiempo para sufrir de sentimientos mientras agonizaba por sobrevivir. Difícil resulta empatizar con esta niña tonta que quizás el adaptador quiera convertir en paradigma de la opresión de la mujer, sometida a la dominación de hombres infieles y caprichosos que hacen de ella la piltrafa en la que poco a poco se va convirtiendo, rodado además en un arcaico formato 1:33 para potenciar aún más la sensación de vida limitada y condicionada de la desgraciada mujer sin carácter ni decisión. Todo huele a folletín con pretensiones en el que se recalcan mucho los recuerdos felices siempre veraniegos y con estética Jane Austen, frente al paulatino dolor que va devorando a la protagonista, en frío invernal y tonos grises y azulados. Desdicha tras desdicha de esta pobre niña rica que tendría que estar entregada a la calma de la vida contemplativa en lugar de a los castigos a los que la someten hombres e Iglesia. Poco o nada importa, tal como está tratado el material, cuanta desgracia acontezca en pantalla.

Une vie **

Sección oficial. Película inaugural. Francia-Bélgica 2016 119 min. Dirección: Stéphane Brizé. Intérpretes: Judith Chemla, Jean-Pierre Darroussin, Yolande Moreau, Swann Arlaud, Nina Meurisse, Finnegan Oldfield