Una semana después de que Julio Gª Casas recibiera un caluroso homenaje por su labor al frente de Juventudes Musicales de Sevilla, nos hemos metido de lleno en su tradicional Festival de Primavera, consagrado fundamentalmente al piano. Aunque no lo tocaba profesionalmente, Rossini dejó abundante música para este instrumento cuando abandonó su carrera operística con tan solo treinta y siete años. El excelente pianista italiano afincado en Sevilla, Tommaso Cogato, hizo acopio de algunas de estas obras y, sin partitura, ofreció una visión bastante completa de esta faceta rossiniana, así como de los arreglos que de otras obras suyas hicieron dos legendarios pianistas de su época, Liszt y Thalberg.
A Cogato hemos tenido ocasión de disfrutarle acompañando a otros instrumentistas solventes, como el violonchelista Dirk Vanhuyse o la violinista Mariarosaria D’Aprile; ésta ha sido sin embargo la primera ocasión que algunos hemos tenido de apreciar su indiscutible arte en solitario. Como si de una sesión de espiritismo se tratara, la figura de Rossini fue invocada y apareció en el cuerpo del actor Christian Nila, que en perfecta dicción castellana nos ilustró sobre cada obra a interpretar con enorme desparpajo y sentido de la comedia. Cogato dio ya buena muestra de su excelencia en un Pequeño capricho al estilo de Offenbach tan vibrante y lleno de vida como cualquier can can del compositor francés. El Preludio inofensivo de los Pecados de vejez deambuló entre lo íntimo y lo evocador, acaso un poco justo de lirismo, hasta que El pequeño tren del placer nos devolvió al Rossini más juguetón, que el pianista abordó como si ilustrara una película muda, con divertidas acotaciones de Nila sobre los episodios narrados en la partitura.
Tres de las transcripciones que Liszt realizara de las doce Veladas musicales de Rossini sirvieron para que Cogato ofreciera su vertiente más virtuosística y comprometida, llena de cuerpo y volumen, atento a sus dificultades, matices e intrincados juegos de dinámicas. Su interpretación resultó enérgica y ágil, al igual que en los muy estoicos trabajos del gran pianista, y ocasional rival de Liszt, Sigismund Thalberg, sobre El barbero de Sevilla y la Oración de Moisés, sin el aliento romántico ni poético que sí caracteriza a Chopin, con cuya Tarantella Op. 43 Cogato puso broche de oro, confirmando su flexibilidad y presteza, a tan singular homenaje al bicentenario de la ópera que Rossini ambientó en la ciudad natal de su gran amigo Manuel García.