Un momento mágico y para la historia en el Potaje Gitano

El bolerista gitano recibió emocionado el homenaje del festival y en prueba de agradecimiento, y aunque está prácticamente está retirado de los escenarios, quiso cantar un par de boleros con el pianista local Andrés Barrios

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
01 jul 2018 / 08:39 h - Actualizado: 01 jul 2018 / 19:07 h.
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  • El bolerista gitano Moncho fue homenajeado en el Potaje Gitano. / Vicente Córdoba
    El bolerista gitano Moncho fue homenajeado en el Potaje Gitano. / Vicente Córdoba

En los festivales de flamenco está casi todo visto y hay pocos momentos de esos que inmortalizan una noche jonda. El pasado sábado hubo en el Potaje Gitano de Utrera uno de esos momentos mágicos que justifican el hecho de haber ido. El bolerista gitano Moncho –el Tío Moncho, así le llamaban todos, como si fuera un patriarca del cante gitano–, recibió emocionado el homenaje del festival y en prueba de agradecimiento, y aunque está prácticamente retirado de los escenarios, quiso cantar un par de boleros con el pianista local Andrés Barrios.

Hace cuatro años tuvo problemas serios en una cuerda vocal y eso le obligó a alejarse de la música. Así y todo y medio ahogado por la emoción, puesto que el público se le puso en pie, cantó con un sentimiento y un pellizco, que fue el momentazo de la noche. Los sonidos negros de Moncho nos emocionaron como lo hubiera hecho el mejor cantaor gitano. Ya, pero no cantó por soleá, dirán algunos. No, pero esos dos boleros salieron de su garganta embadurnados en una gitanería jonda que pasarán décadas y se hablará de la noche en la que Moncho emocionó a Utrera, un pueblo que sabe mucho de emociones. Hay quien canta por soleá y no dice nada del otro mundo, ni de este tampoco.

Un año más, el Potaje Gitano de Utrera contó con más de dos mil personas y el ambiente fue estupendo. La organización mejoró con respecto a otras ediciones y es algo que hay que destacar porque cuando hubo fallos garrafales los criticamos. No es fácil organizar un festival de flamenco y menos uno como el de Utrera, que lleva a gala ser el más antiguo y el de más poder mediático. En la Hermandad de Los Gitanos hay gente nueva, personas jóvenes que están haciendo bien las cosas. Y cuando se trabaja bien el resultado suele ser satisfactorio.

Conducido muy bien por Enrique Montoya López, Candela, dentista y cantante, abrió la noche el cantaor con más gusto del momento, Alonso Núñez Fernández, Rancapino Chico, acompañado a la guitarra por el jerezano Antonio Higuero, todo un señor guitarrista. Alonsito masca el cante, lo mece, lo hace fácil y te lo mete en la piel como si fuera un alfiler candente. Soleares, alegrías y malagueñas y en todos los palos cautivó a un público que lo escuchó como si estuviera rezando. Lo de este chaval es un don, nació para eso y en eso anda, en hacernos la vida agradable con su arte.

El festival comenzó muy bien pero luego entró en una parte en la que varios artistas hacían un solo palo o dos y se iban. Esta parte la coordinó el cantaor lebrijano Luis de Chimenea, con la coordinación musical de Pedro María Peña, un guitarrista distinto y más que interesante. Perico el Pañero cantó por seguiriyas un tanto descentrado y mejoró bastante en sus bulerías, con esa forma que tiene de bailar, de pararse y de recogerse. Inés Bacán, la hermana del llorado Pedro Bacán, parece que reza cuando canta, solo verla es ya un espectáculo y a veces logra una comunicación en determinados palos, como la seguiriya, que no está al alcance de cualquiera.

Tomás de Perrate es el cantaor con más profundidad de los últimos años, con una hondura espeluznante, y Tomasa Guerrero La Macanita, la maestra de Jerez, tiene tanta calidad que en cualquier momento la puede liar. Por soleá hizo tantas cosas maravillosas que hay que reconocer que ha acabado teniendo un sello en este estilo, aunque busque casi siempre a Fernanda, como en las bulerías busca inevitablemente a La Paquera.

El acto de homenaje a Moncho estuvo bien organizado y fue, como hemos indicado al comienzo, el momento del Potaje. Chiquetete fue el encargado de hacer el ofrecimiento y lo hizo de manera magistral, sin leer una nota y demostrando que además de cantar como canta, también chanela. Y una vez acabado el homenaje salió El Pele al escenario y la lió. A este genio no se le acaba la voz y en un escenario no hay quien pueda con él. Canta sentado y de pie y de las dos formas es capaz de meterse al público en el bolsillo. Lo hizo con una zambra dedicada a Moncho y cuando se acordó de otro genio de la tierra, Enrique Montoya, por bulerías, acabó con el cuadro. Y de Bambino, de Turronero, de Gaspar.... El público, claro, se le puso en pie para darle un aplauso de varios minutos.

El baile lo pusieron María Marrufo, Pepe Torres y Antonio el Farru. El más flamenco fue Pepe Torres, el nieto de Joselero de Morón, que tiene mucho baile jondo en su alma. La elegancia la puso María y el espectáculo, la puesta en escena y los detalles, El Farru, un bailaor de un nivel más que aceptable y con una fuerza descomunal. Tiene esa mezcla de su abuelo Farruco y Canales, que es explosiva. Luis de Chimenea y El Galli pusieron el cante.

Un fin de fiesta puso punto y final a una edición del Potaje Gitano que dejará huella. No lo vimos, porque la carretera es traicionera y había que volver a casa. Casi llegando Mairena del Alcor aún sonaban los olés en Utrera y llevábamos todavía la voz de Moncho metida en la corteza del corazón. Estos detalles hacen que un festival sea un éxito o no.