Un mosaico de cuarenta metros cuadrados hallado en Écija en un excepcional estado de conservación revela el esplendor económico y social de las ciudades de la Bética en el siglo III, particularmente de los centros exportadores de aceite de oliva, según han explicado los descubridores de la obra.
El mosaico reproduce treinta figuras, la mayoría de ellas mitológicas, en quince escenas, de las que se conservan íntegras doce y otra más parcialmente, y ha perdido dos, a menos que las teselas que faltan se encuentren bajo el mismo mosaico y puedan recuperarse.
Sergio García-Dils, arqueólogo municipal de Écija, que dirige la excavación en el centro de la ciudad, en el terreno del antiguo alcázar, ha explicado a Efe que lo más original del hallazgo es que el mosaico “cuenta historias, e ilustra iconográficamente cómo son los ciclos mitológicos y cómo se reinterpretan”, ya que, en este caso, Ganímedes no es un niño sino que se reproduce adulto y armado.
El mosaico reproduce igualmente episodios amorosos de la vida de Zeus, las cuatro estaciones y una larga escena de tema báquico, con personajes amigos del Dios del Vino, escena de vendimia, el momento del descubrimiento del vino al observar a una cabra comiendo uvas y hasta un ángel con alas, tal y como lo adoptará la iconografía cristiana.
García-Dils ha destacado la riqueza cromática del conjunto, con teselas de fibra vítrea y colores sintéticos, naranjas y azules entre los más espectaculares, que permiten, entre otros detalles, apreciar las gotas de la lluvia dorada de Danae, un virtuosismo difícil de encontrar en mosaicos de la misma época.
El arqueólogo ha destacado igualmente las calidades del peinado de los personajes femeninos, la expresividad de las rostros de todos ellos y el “estudio anatómico extraordinario” de la figura del toro, todo lo cual reúne “una calidad muy superior a la media”.
El juego de sombras y luces y de volúmenes de las figuras y las escenas representadas destacan también por su calidad, lo que, unido a las dimensiones del mosaico, hace pensar que pertenecía a una de las casas principales de la Écija romana.
Por la ubicación de esta casa en un terreno aún por excavar, García-Dils está convencido de que lo mejor de la Écija romana está aún por descubrir, ya que los arqueólogos han trabajado, en el nivel más antiguo, sólo en un 5 % de una superficie de 5.500 metros cuadrados.
Este terreno, de titularidad pública, se haya intacto en el centro de la ciudad por tratarse del solar del antiguo alcázar, sobre el cual, hasta hace pocos años, había un conjunto de chabolas.
Los restos más antiguos datan del IX antes de cristo, y también se ha datado un santuario turdetano del V antes de Cristo y restos del I antes de Cristo, fecha de fundación romana.
La exportación masiva de aceite de oliva hizo de la Écija romana una ciudad rica, y los sellos de sus ánforas de aceite han sido hallados en el norte de Gran Bretaña, en el Rin y en la propia Roma, lo que hizo que la ciudad, una de las cuatro capitales de la Bética, llegara a sobrepasar los 20.000 habitantes.
El mosaico está siendo consolidado ahora por tres arqueólogos y cinco restauradores, tras lo cual se dividirá en planchas que se trasladarán al laboratorio, lo que permitirá excavar bajo el lugar en el que ha sido hallado y dotar al lugar de consistencia geotécnica, antes de volver a situarlo en su sitio, ya restaurado, un proceso que no habrá concluido antes de un año.
Próximo al mosaico, los arqueólogos han excavado una habitación de sesenta metros cuadrados, con el suelo y las paredes cubiertos por completo de ricos mármoles de distintos colores y conformando imágenes geométricas complejas, como círculos dentro de cuadrados, lo que les hace pensar que se trata de un lugar público.
El mosaico hallado ahora está junto al lugar en el que en marzo fue destrozado otro de menor tamaño pero también muy interesante, ya que es uno de los cuatro que se conservan de todo el imperio romano con una imagen doble -si se mira por un lado se ve el rostro de un joven y desde el lado contrario la cara de un anciano-.