{Sucedió en la localidad onubense de Trigueros, en el año 1932: San Antonio Abad es afiliado al sindicato UGT, y protagoniza la estampa, tan singular como rigurosamente histórica, de desfilar por el pueblo con su flamante carné incorporado. Y este es el punto de partida dePan y cielo, la nueva novela del onubense Juan Cobos Wilkins, que inaugura además una nueva colección dedicada al género en el sello La Isla de Siltolá.

«Como ocurría en mi novela El corazón de la tierra, los hechos históricos que describo son todos ciertos, y están minuciosamente documentados. El resto es fabulación de escritor", reconoce Cobos Wilkins, quien narra cómo ese mismo año entra en vigor la ley de Confesiones y Congregaciones religiosas, «que en su artículo 3 considera los entierros y procesiones como manifestaciones públicas, que requieren autoridad gubernativa», subraya.«Me llamó la atención que, mientras el santo está en la calle y desfila, no hay a su alrededor autoridad civil o religiosa alguna: solo él con sus fieles. Ni el Estado ni la Iglesia le acompañan», prosigue. «Desde balcones y azoteas caen los roscos de pan y otras viandas, siguiendo la costumbre de la gente de devolver al santo todo lo que el santo le había dado, ya que San Antonio pertenecía a una familia rica y poderosa antes de repartir todo entre los pobres y retirarse al desierto como eremita. Lo que se repartía en las procesiones eran alimentos con los que se alimentaba mucha gente que lo necesitaba».

El desfile con el famoso carné, en todo caso, dio pie a una situación inesperada, en opinión de Cobos Wilkins. «Tras la promulgación de la citada ley, el pueblo se podía haber dividido, fragmentado, tanto desde el extremo sindicalista como del otro, fuertemente religioso. Podría haberse dado un conflicto de padres contra hijos, de hermanos contra hermanos. Podría haberse llegado a una situación socialmente tensa, como la que se vivió en Nerva cuando quisieron instalar allí un vertedero y el pueblo se dividió entre partidarios y detractores del proyecto», comenta.

«En Trigueros, en cambio, dieron una lección de convivencia, tolerancia y respeto. El santo salió con el carné, no pasó nada, y las crónicas hablan de las tiradas de panes más generosas, festivas y respetuosas que se recuerdan. Todo lo contrario de lo que ocurriría poco después en el resto del país, donde no lloverían los panes, sino las balas». En todo caso, su objetivo ha sido «trufar la historia de cargas de profundidad, pero sin engolarse ni ponerse estupendo».

Por otra parte, en Pan y cielo se revela una faceta poco conocida del Cobos Wilkins narrador, y es ese sentido del humor que impregna toda la historia. «En mi primera novela [El corazón de la tierra], que habla de una masacre de mineros, o en la última [El mar invisible], que cuenta las últimas horas de vida de un condenado, el argumento no se prestaba mucho al humor. ¿Qué ha sucedido ahora? Pues que cuando he contado esta historia antes de escribirla, he visto invariablemente dos reacciones: una, la boca en forma de O de sorpresa y asombro, y la sonrisa. Eso me dio la clave de cómo tenía que contarla, sorprendiendo y explicando los hechos desde el humor», comenta el onubense.

Sea como fuere, el autor de poemarios como La imaginación pervertida, Llama de clausura o Escritura o paraíso, entre otros muchos títulos, asevera que«en mi vida personal soy una persona con un sentido del humor muy desarrollado, pero no siempre las circunstancias me lo permiten», dice, y agrega a renglón seguido: «Soy un poco como aquel ciprés del que hablaba Gloria Fuertes, que decía: no es que yo sea triste, es que la gente que viene por aquí no vienes precisamente a comer tortilla de papas»