Una hospitalidad mediterránea

Figuras ilustres. A lo largo de su trayectoria, la Fundación Tres Culturas ha recibido la visita de innumerables personalidades, que han protagonizado simpáticas anécdotas

01 feb 2017 / 21:01 h - Actualizado: 01 feb 2017 / 21:16 h.
"La cultura como punto de encuentro"
  • Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz. / Antonio Acedo
    Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz. / Antonio Acedo
  • Una hospitalidad mediterránea
  • El príncipe Carlos de Inglaterra, en su visita a la Fundación Tres Culturas. / Ramsés García
    El príncipe Carlos de Inglaterra, en su visita a la Fundación Tres Culturas. / Ramsés García

Sin duda, 18 intensos años, como los que ha cumplido la Fundación Tres Culturas, dan para mucha visita ilustre, y por tanto para un abultado anecdotario. Personalidades como la gran escritora egipcia Nawal el-Saadawi o el sirio Adonis, la premio Nobel de La Paz Shirin Ebadi, la princesa Sarvath de Jordania, el fotógrafo Harry Gruyaert, el futbolista Kanouté o la actriz Aitana Sánchez Gijón en compañía del también Nobel Mario Vargas Llosa, son algunos de los invitados en las mil y una actividades organizadas por la Fundación, dentro o fuera de su sede de la isla de Cartuja.

Así, el príncipe Carlos de Inglaterra, que visitó junto con su esposa Camila, Duquesa de Cornualles, el Pabellón de Marruecos de la Expo 92, aparcó su costumbre del té inglés para beber té a la menta, y recibió un facsímil de un Corán del siglo XIII. El expresidente Felipe González, de quien se recuerda una sonora discusión con cierto embajador de Israel en un seminario sobre los 30 años de relaciones diplomáticas de España con este país, ha regresado con frecuencia a Tres Culturas, la última de ellas para presentar uno de sus libros.

En el seno de la Fundación se gestó el proyecto de la Orquesta del Diván de Daniel Barenboim, pero no es el único músico de reconocido prestigio que ha pasado por sus instalaciones. Raimundo Amador acudió por casualidad a un recital del grupo Racalmuto y se enamoró al instante del antiguo pabellón de Marruecos. «Morena, yo tengo que tocar aquí», le dijo a una de las coordinadoras de actividades de la Fundación. Lo hizo poco después, compartiendo escenario con los músicos marroquíes Faiçal y Redoua Kourrich.

También valoró la belleza del edificio el cantaor Enrique Morente, que se reencontró allí con sus viejos amigos de la Orquesta Chekara Andalusi. Cuentan que cuando visitó la biblioteca del centro, aquel gran lector que era el granadino sonrió y dijo: «Qué bonita, así, toda tan colocá».

Las conexiones con el flamenco y el mundo Mediterráneo ha dado, como se ve, mucho juego. La cantante israelí Mor Karbasi, por ejemplo, sorprendió a todos haciendo en correctísimo español un cante de Lole y Manuel; y la jordana Farah Siraj, que ha llegado a cantar con una banda metalera como Megadeth, también se reveló como una consumada cantaora flamenca, pues se había formado en esta disciplina años atrás... en la Fundación Christina Heeren.

No faltan tampoco anécdotas relacionadas con escritores célebres: cuando a Juan Goytisolo le pusieron por delante los libros suyos pertenecientes a los fondos de la Fundación, para que los firmara, dedicó algunos y se detuvo afirmando: «Ya no firmo más, que me voy a parecer a Antonio Gala». El mismo autor, en un homenaje que le tributó la Fundación en Marrakech con todos sus traductores, comentó: «Estoy aquí, pero oyendo todo esto no sé si estoy vivo o muerto».

El escritor egipcio Gamal Ghitany aseveró que se había pasado toda la vida visitando la figura de Nefertiti en el museo egipcio de Berlín, sin sospechar que las verdaderas nefertiti estaban en Sevilla, y de hecho, pidió a varias chicas que posaran para su cámara de perfil. Su compatriota Alaa Al-Aswany, autor del célebre El edificio Yacobian, tampoco fue ajeno a l encanto de Andalucía, hasta el punto de que manifestó su deseo de comprarse una casa en Vejer de la Frontera.

El reputado arabista John McHugo, después de presentar en la Fundación uno de sus libros, escribió un correo agradeciendo la hospitalidad y, en especial, que le hubieran revelado en Triana la existencia de las tortillitas de camarones. Idea en la que coincidía con el superventas de la novela negra griega, Petros Márkaris, quien aseguró en un acto organizado por Tres Culturas que no sabía «cómo un detective del norte de Europa puede resolver un crimen comiendo un sándwich frío».

Pierre Chereau, de Le Courier Internacional, que cubrió corriendo el Dakar-París, pidió que le acompañaran a El Corte Inglés a comprar prendas deportivas, con el objeto de correr también por Sevilla. Asimismo, en la presentación de Lamentaciones de un prepucio, una mujer del público le preguntó a Shalom Auslander cómo se había mantenido cuerdo con todo lo que cuenta en su libro, y su sencilla respuesta fue «con marihuana».

El escritor Angel Wagestein, por su parte, terminó su presentación de El pentateuco de Isaac con la canción sefardí Adio Kerida, y todos los asistentes al acto acabaron llorando. En cambio, la bloguera egipcia Lina Ben Mhenni brilló, por decirlo de alguna manera, por su ausencia: invitada por la Fundación a Sevilla, nunca apareció, a pesar de tener su billete de avión y su acto programado.