Cuatro coreografías icónicas que conectan los referentes particulares con el imaginario colectivo. Es el punto de partida de esta obra, una joyita dancística que bajo su aparente sencillez conlleva todo un ejercicio crítico que aúna la creatividad con el placer del reconocimiento.

Estas cuatro piezas representan disciplinas de danza tan diferentes como el musical cinematográfico (Bailando bajo la lluvia) el baile discotequero de Travolta (Fiebre del sábado noche), la danza contemporánea de Anne Teresa de Keesrmaeker (Rosas) y el ballet clásico (El Lago de los Cisnes). Pere Faura se cuestiona la atracción y el disfrute que le provocan cada una de esas coreografías con una serie de preguntas, cargadas de ironía y comicidad, que despiertan la sonrisa del espectador. De esa manera, el coreógrafo y bailarín catalán sitúa en el mismo plano a las cuatro disciplinas, mientras dota a su discurso de un aire ligero y festivo que subrayan el objetivo de la danza en general, que no es otro que el de suscitar placer y hacernos viajar al terreno de la fantasía, donde se encuentra el paraíso.

La obra se estructura en tres partes claramente diferenciadas. En la primera la palabra, en off y en directo, se adueña del discurso para preguntarse por qué nos produce placer el baile de Gene Kelly, que baila bajo la lluvia una canción que dice que baila bajo la lluvia; cómo nos atrapa el ritual dancístico de Anne Teresa de Keesrmaeker, que repite una y otra vez el mismo movimiento, o hasta qué punto hemos hecho nuestros alguno de los movimientos que componen la coreografía de Fiebre del Sábado Noche. Y por último, Faura se pregunta por la atracción del arte por la muerte, representada en el clásico ballet de Thaikovski. Una vez hecha esta curiosa presentación de las cuatro piezas, en la segunda parte Faura se entrega a ellas y las reproduce, más o menos fielmente, con derroche de dominio técnico, desparpajo y frescura. Hasta llegar a la tercera parte, en la que se atreve a reinterpretar estos cuatro bailes con una impronta contemporánea, con el fin de demostrar que, a estas alturas, no tiene sentido diferenciar la cultura popular de la cultura de las clases dominantes. Cabe destacar la delicadeza de las transiciones que otorgan un ritmo fluido al espectáculo, así como la excelencia de los elementos formales. La iluminación de Israel Quintero aporta un trasfondo lírico del discurso que se potencia con la escenografía visual de Silence Studio, que gira en torno a un audiovisual tan delicado como preciso que se integra en la sobriedad del espacio escénico de Jordi Queralt.

Sin baile no hay paraíso****

Lugar: Mes de danza/ Teatro Central 28 de octubreDirección y performance: Pere FauraTextos: Pere Faura y Anne Teresa de KeesrmaekerInterpretación: Pere Faura