Una memorable actuación de Dorantes y Marina Heredia

Dorantes y Marina Heredia cerraron ayer por todo lo alto la programación de flamenco de esta temporada del Teatro Maestranza con ‘Esencias’, un espectáculo claramente inspirado en esa doble condición del flamenco de arte escénica contemporánea y tradicional a un tiempo.

26 may 2019 / 11:24 h - Actualizado: 26 may 2019 / 23:23 h.
"Música"
  • Fotos: Guillermo Mendo
    Fotos: Guillermo Mendo
  • Una memorable actuación de Dorantes y Marina Heredia
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Dorantes y Marina Heredia cerraron ayer por todo lo alto la programación de flamenco de esta temporada del Teatro Maestranza con ‘Esencias’, un espectáculo claramente inspirado en esa doble condición del flamenco de arte escénica contemporánea y tradicional a un tiempo.

Lebrija y Granada, dos herencias culturales que aportan su propia singularidad a la conformación del flamenco a su “esencia”, se dan la mano en esta obra que aúna los sones de ese piano que mezcla sin complejos el flamenco con el jazz y la música clásica y una voz rasgada de que rememora los cantes del Sacromonte, aunque con un sello sumamente personal.

Abrió Dorantes con unos toques al piano que dejaban entrever el torrente emocional que nos depararía la velada. No tardó en aparecer Marina -con un curioso traje verde esmeralda que siguiendo la línea del espectáculo aúna el diseño moderno con la estampa flamenca tradicional- entonando una nana tan dulce como emotiva. Continuó con unas alegrías a compás del piano, la batería de Javi Ruibal y las palmas y coros de Anabel Rivera y Fita Heredia, un lujo de conjunto que nos dejó en la memoria momentos memorables, como el diálogo entre Dorantes rasgando las cuerdas del piano con la percusión de Javi Ruibal, tan delicada como impactantes, o las rítmicas seguiriyas que sitúan la percusión y la voz en un mismo plano. Ahí se escucharon los primeros bravos y la cantaora se peleó con el cante hasta conmocionarnos. Aunque donde elevó el listón emotivo fue en las granaínas y medias granaínas que acabaron con una sentida ovación del público. Y todavía nos quedaba por disfrutar de un nuevo duelo entre Dorantes y Ruibal, que va camino de convertirse en uno de los grandes percusionistas flamencos, y la versión de ‘Mi condena’ homenaje obligado a El Lebrijano que a más de uno nos saltó las lágrimas.

Para entonces Marina había cambiado el verde por el blanco con un vestido de noche con brillantes que realzaba su majestuosa figura. Y Dorantes cogió el micrófono para presentarnos la sorpresa que la cantaora nos había prometido al principio del recital. Y apareció en escena la banda de la Hermandad de los Gitanos para la que el pianista lebrijano ha compuesto una marcha de Semana Santa, ‘Cristo Errante’, que interpretó en directo con la banda, rozando la excelencia. Antes de ello había interpretado también junto con la banda el ‘Orobroy’, uno de sus temas emblemáticos que lució sobremanera con el acompañamiento de los coros y los vientos de la banda, bajo la batuta de su director, Pedro Pacheco. Todo un lujo y un privilegio que nos recordó que, aunque se vende caro, existe el duende del flamenco.