Con Inland Empire (2006), uno de los más grandes cineastas ‘made in USA’, David Lynch, se bajó del carro del cine. Pervirtió tanto la forma que acabó entregando otra cosa, video-arte quizá, una obra inmensa en todo caso. Grandrieux no va tan lejos, porque el rompecabezas que orquesta en Malgré la nuit acaba encajando en su tramo final. Pide paciencia y adhesión por partes iguales este tortuoso relato experimental de amor y celos. Mira a Lynch, desde luego, también a Léos Carax (Holy Motors) en su repensamiento de una fórmula –planteamiento, nudo y desenlace– que hoy, como la melodía en otro tiempo, agoniza.
Las mujeres de esta cinta de Grandrieux están mortalmente subyugadas por hombres. Pero sería un error leer esto en código de misoginia; pues la historia tiene delicadas costuras de thriller, pero también es un canto de amor al cuerpo, o a las infinitas maneras de filmarlo. Porque la cámara se acerca a ellos, en una película que exuda fisicidad y malsano erotismo, con absoluta delectación. El cineasta mueve el objetivo visceralmente, desdobla las imágenes, quema la fotografía, emborrona hasta molestar y oscurece lo indecible. Opera así para transmitir la incomodidad y la angustia de los personajes a la platea. Lo logra. Muchos abandonan la sala. Grandrieux se toma 150 minutos en empastar esta gran provocación, que es una de las más astutas conquistas del arte en la contemporaneidad. La atmósfera enrarecida de la música electrónica, que distorsiona, añade más negrura al conjunto, que acabará desembocando en una reflexión sobre el dolor y la destrucción del amor a través de la explícita metáfora de una snuff movie. Menos aportan las incrustaciones pop de dos canciones, filmadas en su integridad, que inoculan aire en el sofoco y que fracturan el clima dramáticamente.
Malgré la nuit
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Sección oficial. Francia, 2015. 150 min.
Dirección: Philippe Grandrieux.Intérpretes: Kristian Marr, Ariane Labed, Roxane Mesquida, Paul Hamy.
El cineasta mueve el objetivo visceralmente, desdobla las imágenes, quema la fotografía, emborrona hasta molestar y oscurece lo indecible