Una película para los cinco sentidos

«Hasta la página veinte del guion no había un diálogo», comentó Irene Escolar, la protagonista junto con Mario Casas y Ruth Díaz de Bajo la piel de lobo, que ayer se presentó en Sevilla. Pese a tratarse de la ópera prima de su realizador, la actriz percibió ya por adelantado, según dijo, que Samu Fuentes «tenía muy claro lo que quería contar», y que ese relato iba a requerir «mucho trabajo de construcción del pensamiento». En efecto, como destacó el propio director, «no es una película al uso, no está verbalizada, y eso era un riesgo. Quería que el espectador entrase en ella a través de los sentidos», de modo que gracias a la fotografía, al sonido y al propio guion, «se pudiera oler la película, captar las texturas, que se sintiera, pero sin que por ello tuviera un ritmo lento».

Seis semanas de duro rodaje en el Pirineo oscense y al oeste de Asturias han producido esta cinta, que bien podría haber sido un documental si Samu Fuentes no hubiese percibido «el potencial dramático» que envolvía esta historia rebosante de soledad, de salvajismo, de dureza de vida», que concurre ahora al Festival de Cine Europeo de Sevilla en la Sección Oficial fuera de concurso.

«Nos interesaba que hubiera mucha verdad», dijo el director, «que los actores aprendieran lo que luego saldrían haciendo en la película: ordeñar, hacer velas, cortar leña, fregar con ceniza... eso da mucha verdad. Apostamos mucho por el plano secuencia para no ir con el montaje artificiando la película». A la veracidad del relato contribuye, sobre todo, la inmensidad del paisaje, que es «un protagonista más».