Es una satisfacción enorme asistir a la puesta de largo de un jovencísimo talento como Gonzalo Peñalosa Biedma, que celebró un inolvidable recital con apenas catorce años y un bagaje considerable a sus espaldas, trabajado tanto por su padre el profesor José Antonio Peñalosa como por el Conservatorio Francisco Guerrero en el que cursa sus estudios y su maestra la excelente guitarrista sevillana María Esther Guzmán, presente en el evento con gesto a la vez exigente y orgulloso.
Estructurado con sentido de la mesura y buen gusto, el joven guitarrista recorrió de memoria páginas de maestros españoles imprescindibles del pasado siglo, con escalas en la música inglesa e iberoamericana y peajes en una composición propia y dos de su padre. Lo más sorprendente fue la sensibilidad esgrimida en cada pieza; respecto a la técnica aún le queda por dominar, y a buen seguro que lo hará habida cuenta su insultante juventud. Pero lo difícil a su edad es mostrar tanta delicadeza, transmitir con tanta seguridad y mostrar la enorme expresividad de la que fue capaz, hasta el punto de tener al público embelesado, casi hipnotizado.
Ya desde la primera pieza, una Habanera de Eduardo Sáinz de la Maza, desplegó una inusitada sensibilidad que repitió en piezas como Marieta de Tárrega, la Suite inglesa de John Duarte integrada por variaciones sobre canciones populares y la Evocación del argentino José Luis Merlín. Las páginas más virtuosísticas, como Madroños de Moreno Torroba, En los trigales de Rodrigo, Preludio nº 2 de Villalobos y Joropo de Merlín, contaron también con una interpretación solvente, vibrante y atenta al ritmo, aunque con múltiples errores y puntuales atascos que el trabajo seguro que incansable del artista podrá superar en breve. Más sorprendente aún es su talento para la composición, demostrada con una Suite dedicada a Granada con reminiscencias de Tárrega y puntuales incursiones en la vanguardia que evidenciaron un espíritu inquieto deseoso de encontrar lenguajes nuevos con los que experimentar en su preciada guitarra. Una Bagatela y una Canción de cuna de Peñalosa padre, ambas de inequívoca inspiración mediterránea, coronaron una cita memorable.