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Actualizado: 05 may 2018 / 14:55 h.
  •  Valor testimonial

Miles de muertos cuyos restos todavía hoy siguen sin ser localizados, niños robados y un asesinato a manos de la policía franquista. Son las tres historias que componen esta obra, cuyo nexo común es la reivindicación de la memoria histórica, una cuestión que, por desgracia, todavía a estas alturas del siglo XXI hay que seguir reivindicando.

La primera historia se resuelve con un monólogo que tiene como protagonista a uno de esos campesinos que fueron fusilados durante la posguerra por una supuesta afiliación política de izquierdas. Con una evidente impronta narrativa, el campesino anónimo nos cuenta su historia, que no es más que la de muchos otros hombres de pueblo de nuestro país en una época en la que el hambre y la miseria campaba a sus anchas en las clases más bajas. Pero, más que denunciar la injusticia de su fusilamiento, lo que al personaje le interesa reivindicar es que alguien lo recuerde, aunque ese alguien sea el «señorito» responsable de su muerte. En ese sentido cabe destacar el tono de contención justo con el que Rubén Labio perfila a su personaje, con un acento andaluz impecable que desmiente a todos aquellos que piensan que es un habla poco apropiada para el escenario.

La segunda pieza nos cuenta la historia de una chica que descubre que es una de esas «niñas robadas» durante la dictadura franquista cuando para poder casarse, necesita su partida de nacimiento. La dramaturgia gira en torno a ella y a la figura de su madre biológica. Ambos personajes actúan con un interesante juego de planos paralelos que, en algún momento, coinciden en un punto de intersección tan fugaz como inquietante. Como contraste a este juego de abstracción, Ana Gijón y Emí Caínzos cargan a sus personajes de humanidad con una interpretación plenamente emotiva, aunque contenida.

La última historia gira en torno a la figura de Enrique Ruano, muerto en 1969 cuando estaba detenido por la Brigada Política Social franquista. Ruano se cayó por la ventana, y las autoridades de la época, lideradas por Manuel Fraga, insistieron en que había sido un suicidio, llegando incluso a conceder, un mes más tarde, una felicitación pública por los “servicios prestados” a los tres policías que estaba con él en el momento de su muerte. Hubo que esperar 27 años para que esos tres policías fueran acusados. Todo ello se refleja en esta última pieza, aunque su contenido resulta un tanto confuso y la ausencia de nombres concretos incluso nos hacen dudar de que se trate de un hecho histórico.

En general, el tratamiento de los símbolos (la tierra y las flores) resulta un tanto forzado, la iluminación abusa de los oscuros y el ritmo resulta un tanto denso. No obstante, cabe destacar su valor testimonial.

Obra: Flores de España

Lugar: Teatro TNT, 4 de mayo

Compañía: Los sueños de Fausto

Dramaturgia: Raúl Quirós

Dirección: Miguel Ángel Quirós

Intérpretes: Rubén Labio, Ana Gijón y Emí Caínzos

Calificación: Tres estrellas