Un 17 de diciembre de 1927 se reúne en el Ateneo de Sevilla un grupo de jóvenes poetas con un horizonte prometedor para hacer un homenaje a Luis de Góngora con motivo del tercer centenario de su muerte. Ayer, ocho poetas –también jóvenes y grandes promesas– con una procedencia tan dispar como la de hace casi un siglo, tomaron el relevo de sus antecesores y se dieron cita en el mismo lugar en celebración, una vez más, de la poesía.

El colectivo sevillano Actos Poéticos organiza desde hace unos años recitales que llevan a experimentar la poesía de una forma completamente diferente: en sus eventos priman, además de los versos, la puesta en escena y la performance. En esta ocasión, hacen un homenaje a la Generación del 27 por su 90 aniversario con un formato tan atípico como fascinante, ya que los poetas, objetos comunes y sus versos librarán la guerra poética rodeados de espectadores dentro del Ateneo. A pesar de las diferencias temporales y de forma entre esta generación y el grupo de Lorca, Alberti, Alonso o Diego, Rubén Ruiz, quien lleva el colectivo junto con su compañero Leocadio Vargas, siente una conexión profunda entre todos ellos: «Esta combinación de poesía escénica nos acerca al momento de creación que se dio aquí en el año 1927».

Las instrucciones de la batalla son simples: se crearán cuatro parejas por azar y los poetas se enfrentarán uno a uno; a cada uno de ellos se les asignará el color blanco o negro y tendrán tres minutos para interpretar su texto. Tras acabar ambos turnos, el público levantará una tarjeta blanca o negra para hacer pasar a su poeta favorito a la siguiente ronda, que desemboca en una batalla final donde uno de los ocho jóvenes se alzará como campeón.

La batalla comienza –no cuerpo a cuerpo sino verso a verso– y todos los poetas dejan un trozo de sí mismos en el Ateneo. La fragilidad desgarradora de los versos de Rosacruz Trigo, el hastío urbano de Enrique García Bolaños, el silencio ensordecedor de Iván Vergara y la tristeza sin medicina ni receta de Violeta Niebla quedan atrás en la primera ronda. En la segunda, la raíz materna, lorquiana y goyesca de Carmen Míguez y la toxicidad del plástico y las lentejuelas de Álvaro Prados dejan paso a una batalla final entre la infamia de la traición y el naufragio de Pedro Bidón y el nihilismo florido del desencuentro de Carmen Barranco, encarnando una sucesión de duelos donde la triunfadora es, sin duda, la poesía.

La jornada, que coincidía felizmente con el 199 cumpleaños de Federico García Lorca, culminó con la victoria de la poeta Carmen Barranco, impecable ganadora sobre el ring marmóreo del Ateneo, una casa que, como recordó su presidente, Alberto Máximo Pérez Calero, estará siempre abierta a todas las generaciones: «Quizás antes creíais que el Ateneo era otra cosa, pero el Ateneo está abierto para todo el mundo, y ellos lo saben muy bien, los de la Generación del 27. Este será siempre un espacio de libertad, de democracia y de poesía».