‘Winter Brothers’, la película más radical que opta al Giraldillo de Oro

El islandés Hlynur Pálmason compite en Sección Oficial, tras triunfar en Locarno, con una cinta sobre dos hermanos que trabajan en una mina aislada

09 nov 2017 / 15:56 h - Actualizado: 09 nov 2017 / 21:32 h.
"Cine","Festival de Cine Europeo de Sevilla","Festival de Cine Europeo 2017"
  • El director islandés Hlynur Pálmason, en un momento de la rueda de prensa en el SEFF para presentar ‘Winter Brothers’. / Jesús Barrera
    El director islandés Hlynur Pálmason, en un momento de la rueda de prensa en el SEFF para presentar ‘Winter Brothers’. / Jesús Barrera

La sensación generalizada es que este año el Festival de Cine Europeo (SEFF) está resultando un poco más cómodo que en anteriores ediciones, lo cual no es necesariamente bueno en un certamen que habitualmente no ha vuelto la cara a las propuestas más arriesgadas. Tiene que ver con la cosecha. Esperemos que así sea. Por eso el pase de prensa de la película Winter Brothers (que podría traducirse como Hermanos de invierno) dejó una muy positiva sensación. La cinta del islandés Hlynur Pálmason es, seguramente, la más incómoda y arriesgada de cuantas compiten por el Giraldillo de Oro en la Sección Oficial. Dice su responsable que la película «cuenta una lucha entre hermanos buscando expresar una brújula emocional». Y lo cierto es que el realizador, en sus palabras resulta casi tan elusivo como su filme.

Filmada en un paraje inhóspito e invadido por la nieve, los dos hermanos a los que alude conviven y trabaja casi en total soledad en una mina aislada de tintes casi apocalípticos. «Nunca ruedo con la idea de querer contar algo importante, trascendente, sino que busco una verdad con mirada crítica», ha señalado el realizador. «Cuando escarbo en el guión y los personajes dejo que la película avance sola, eso forma parte del misterio», añadió luego.

Avalado por el Festival de Locarno, donde se alzó con cuatro galardones, Winter Brothers juega con una cierta fealdad estética, una fotografía demacrada y una música electrónica invasiva e incómoda. Pero también Pálmason se permite alterar las reglas del juego enrevesando la forma narrativa con un relato que, en principio, parece simple; dos hermanos en una circunstancia difícil, uno bien parecido y razonable, el otro alcohólico y aficionado a las arma. La aparición de una mujer dispara las circunstancias.

Filmada en solo siete semanas y con un presupuesto muy ajustado, el director islandés, en su ópera prima, ya ha sentado las bases de cuál es su concepción del cine: «Para mí es una experiencia física y psíquica. Me veo como un compositor que tiene ante sí una gran variedad de elementos que ha de conjugar con el único deseo de alumbrar una vivencia que sacuda al espectador», comentó en la presentación de su película.

Con Winter Brothers Pálmason confía en haber creado una historia «bellísima y brutal» que se ha rodado en 16 milímetros, un formato ideal cuando se quiere crear un ambiente «muy atmosférico», presenciando nosotros como espectadores un relato que nos llega con una luz borrosa, como tamizada. Una experiencia, definitivamente, al margen de las demás.

La sensación generalizada es que este año el Festival de Cine Europeo (SEFF) está resultando un poco más cómodo que en anteriores ediciones, lo cual no es necesariamente bueno en un certamen que habitualmente no ha vuelto la cara a las propuestas más arriesgadas. Tiene que ver con la cosecha. Esperemos que así sea. Por eso el pase de prensa de la película Winter Brothers (que podría traducirse como Hermanos de invierno) dejó una muy positiva sensación. La cinta del islandés Hlynur Pálmason es, seguramente, la más incómoda y arriesgada de cuantas compiten por el Giraldillo de Oro en la Sección Oficial. Dice su responsable que la película «cuenta una lucha entre hermanos buscando expresar una brújula emocional». Y lo cierto es que el realizador, en sus palabras resulta casi tan elusivo como su filme.

Filmada en un paraje inhóspito e invadido por la nieve, los dos hermanos a los que alude conviven y trabaja casi en total soledad en una mina aislada de tintes casi apocalípticos. «Nunca ruedo con la idea de querer contar algo importante, trascendente, sino que busco una verdad con mirada crítica», ha señalado el realizador. «Cuando escarbo en el guión y los personajes dejo que la película avance sola, eso forma parte del misterio», añadió luego.

Avalado por el Festival de Locarno, donde se alzó con cuatro galardones, Winter Brothers juega con una cierta fealdad estética, una fotografía demacrada y una música electrónica invasiva e incómoda. Pero también Pálmason se permite alterar las reglas del juego enrevesando la forma narrativa con un relato que, en principio, parece simple; dos hermanos en una circunstancia difícil, uno bien parecido y razonable, el otro alcohólico y aficionado a las arma. La aparición de una mujer dispara las circunstancias.

Filmada en solo siete semanas y con un presupuesto muy ajustado, el director islandés, en su ópera prima, ya ha sentado las bases de cuál es su concepción del cine: «Para mí es una experiencia física y psíquica. Me veo como un compositor que tiene ante sí una gran variedad de elementos que ha de conjugar con el único deseo de alumbrar una vivencia que sacuda al espectador», comentó en la presentación de su película.

Con Winter Brothers Pálmason confía en haber creado una historia «bellísima y brutal» que se ha rodado en 16 milímetros, un formato ideal cuando se quiere crear un ambiente «muy atmosférico», presenciando nosotros como espectadores un relato que nos llega con una luz borrosa, como tamizada. Una experiencia, definitivamente, al margen de las demás