De afectos y efectos

María Graciani m_graciani /
h - Actualizado: 30 jun 2018 / 23:30 h.

Es curioso como una letra puede cambiarlo todo. Probablemente, un extranjero no note mucho la diferencia entre a-fecto y e-fecto, es solamente una vocal... mentira, nosotros sabemos que es mucho más que eso. El afecto se refiere a la inclinación y al cariño que podemos sentir por alguien, mientras que el efecto es la consecuencia de algo, el fin que se busca con una acción. Sin duda, el a-fecto genera sus e-fectos y un efecto concreto puede derivar en afecto, esto es, son conceptos relacionados, pero no son lo mismo.

Hace unos días, leí la siguiente historia en el libro Nudos Mentales de Bernardo Stamateas: «Un hombre buscaba a la mujer perfecta. Una vez vió a una que tenía la cara perfecta, pero el cuerpo era desagradable; otro día encontró a una con el cuerpo perfecto, pero la cara era horrible; tiempo después encontró a una que tenía la cara y el cuerpo perfectos, pero el carácter era insoportable; otro día descubrió una con un carácter hermoso, pero la cara y el cuerpo eran feos. Sin embargo, cuenta la historia que un día ese hombre encontró a una joven que tenía la cara bonita, el cuerpo bello y el corazón perfecto, la abrazó y le dijo: ‘¡ahora sí seré feliz!’, ella lo miró y se fue, porque él no era perfecto...».

Y ése, amigos, es el e-fecto de una búsqueda (mal entendida) del a-fecto, resultado: la soledad y la frustración. Sin duda, la historia hace pensar... Imagínate la cara del tío cuando, tras tanto buscar, la «mujer de su vida» le da calabazas... «¿Por qué lo habrá hecho? ¡si era perfecta!» –pensará él–, olvidando que, muchas veces, el amigo más fiel es un buen espejo que nos permita observar nuestro real reflejo: nuestro carácter, nuestra mente, nuestra filosofía de vida, nuestro corazón... y, si observamos atentamente, probablemente empecemos a comprender aquello que nos parecía e-fecto de la sin razón (como por ejemplo, ese fabuloso plantón).

La lupa en los defectos

Otro elemento que nos facilita el visionado es la lupa, pero ¡ojo! hay que saber utilizarla para no hacerse pupa (y no me refiero a la pupa física –porque las lupas no suelen pesar mucho– sino a la pupa mental, esa ya es más difícil de sanar). Hay personas que, como norma general, están acostumbradas a poner la lupa sobre los defectos (de los demás, ¡por supuesto!, de los propios, ni hablemos) eso genera cero a-fecto (¿quién va a sentir estima por quien sólo lastima?) amén de palpables e-fectos: cero disfrute e insatisfacción permanente. Quien pone la lupa en los defectos hace que su capacidad de disfrutar quede anulada porque, su mente nublada, liga la capacidad de disfrute a la perfección, de modo que piensa: «¡Si no está perfecto, no puedo disfrutar!» y así, claramente, se la va a pegar porque perfecto, perfecto... ¡no hay nada! (bueno, puede que, a veces, haya perfectos gilipollas).

La vida es artesana, quiero decir que no es una producción estandarizada, cada persona tiene la suya propia (no hay dos iguales) y sería vivir en la inopia (literalmente, significa pobreza) no disfrutar la oportunidad de vivir la tuya porque has descubierto que no es perfecta, porque tu lupa de los defectos se enfoca en las dificultades, en los errores, haciendo que pasen desapercibidos los aciertos...

La originalidad es defectuosa...

¡Y nos encanta precisamente por eso! porque lo original es aquello que destaca, que no sigue la serie –de ahí lo de fuera de serie–; de hecho, defecto es la diferencia por la que algo no alcanza la referencia... No son pocas las personas que pierden las energías, los afectos, las ilusiones, el tiempo y, finalmente, la vida, intentando encajar en esa referencia en lugar de potenciar y vivenciar al máximo su originalidad, con sus defectos y virtudes: ésta es la mejor de las actitudes.

No hagas como el niño del cuento El Soldadito de Plomo que arrojó al fuego al soldadito diferente al juzgarlo inútil; sé inteligente y dále otra lectura a la situación porque muchas veces lo diferente es lo que aporta el valor más potente.

La sociedad del Patito Feo

¿Recuerdas el cuento de El patito feo? desestimaron al cisne por no encajar en la referencia de los patos, le hicieron sentir que era defectuoso por ser como era (diferente)... el pequeño cisne se enfrentó solo a los rigores del invierno, sobrevivió y finalmente, encontró afecto entre un grupo de iguales. Es curioso como algo tan sencillo como un cuento infantil puede encerrar tanta verdad... En nuestro día a día, desde los colegios hasta las empresas, lo vemos sin parar: creamos patitos feos, esto es, si no piensa y siente como yo, tiene que ser, sin remedio, defectuoso (vaya razonamiento más desastroso) y así se consigue que el pobre cisne intente encajar, por todos los medios, en la referencia del pato (y fallará estrepitosamente porque no está en su naturaleza), y es una pena que tenga que esperar a encontrar a un grupo de iguales para ser reconocido, cuando el verdadero valor (tanto en el sentido de riqueza como en el de valentía) reside en ser capaz de reconocer la diferencia como algo positivo y constructivo: el cisne debería poder estar cómodo entre patos (sin renunciar a ser él mismo) y viceversa, si esto no se consigue... el mundo no progresa, pues el respeto y la libertad son pilares de la sociedad.

Ten presente que ser fiel a lo que uno es, cada día, es una conquista y renunciar a tu autenticidad personal, a ser TÚ (Talento Único), constituye una pérdida irrecuperable. Esforzarse por conquistar el a-fecto de quien te mira como un defecto con patas (porque no encajas en su estándar de perfección), es una tremenda pérdida de tiempo, además de una soberana estupidez. Gana tiempo y felicidad desarrollando el TÚ, el que eres de verdad.