De mayor... piloto o controlador aéreo

Tras una década de parálisis, USCA prevé que se impulsen las contrataciones de controladores aéreos en unos meses

29 sep 2015 / 20:07 h - Actualizado: 29 sep 2015 / 20:21 h.
"Aeronáutica"
  • Centro de control de Enaire. / Inma Flores
    Centro de control de Enaire. / Inma Flores
  • Controlador en el centro de Enaire, donde la media de edad de estos trabajadores está en los 48 años. / Inma Flores
    Controlador en el centro de Enaire, donde la media de edad de estos trabajadores está en los 48 años. / Inma Flores

Son las dos de la tarde. En el Centro de Control de Enaire, ubicado en Sevilla, se espera la llegada de dos aviones al aeropuerto de San Pablo. En Málaga está a punto de aterrizar uno procedente de Rusia. En ese momento hay una veintena de controladores vigilando el espacio aéreo del sur de España. La plantilla está formada por 170 personas, de las que 140 están dedicadas al control y el resto a labores de apoyo y formación. Uno de estos últimos es Carlos Caspueñas, instructor de este centro de control y secretario de Asuntos Profesionales de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA).

Caspueñas lleva once años dedicado al control aéreo. Ingeniero de formación, aterrizó en este sector en los años 90, atraído por las bondades que contaban de la profesión. Se instruyó como controlador gracias a las becas estatales que antes regían la formación.

Algo que cambió en 2010 con el «decretazo», por la ley 9/2010 de 14 de abril que regulaba la prestación de servicios de tránsito aéreo y, por tanto, cambió las condiciones laborales y la formación. La contratación ya no dependía solo de Aena. Se liberalizaba el mercado y aparecían empresas privadas como FerroNATS, encargada de las torres de Sevilla y Jerez. La formación dejaba de ser competencia exclusiva del Estado e irrumpían universidades como la Carlos III o la Camilo José Cela, que se lanzaron al mundo de la formación de los controladores.

«Más escuelas y promociones de controladores de lo que luego se demandó», aseguró Caspueñas. De hecho, desde 2006 no se contratan controladores. Esta parálisis ha provocado que la edad media del controlador sea de 48 años. No obstante, el representante de USCA adelantó ayer que en los próximos meses se abrirá un periodo de contrataciones, que vendrá a contrarrestar el ritmo de jubilaciones.

Mientras que hace cinco años los requisitos para ser controlador eran tener una formación superior. Hoy se requiere tener más de 18 años, un titulo de acceso a la universidad, un certificado de competencia lingüística tanto de español como de inglés y un certificado médico de clase 3. En el caso de cumplirlos, el siguiente paso es desembolsar en torno a 75.000 euros para una formación de 18 meses teórica y práctica –revisable anualmente– que le abrirá las puertas a un futuro profesional con un sueldo medio de 30.000 euros anuales. De hecho, este tema preocupa últimamente a los controladores, ya que desde Enaire –gestor público de la navegación aérea en España– pretenden igualar el sueldo de un controlador de torre al del centro de radares, que ronda los 60.000 euros, según Caspueñas, quien no quiere que exista esa diferencia salarial.

Pero la profesión de controlador no se entendería sin aviones. Ni estos sin pilotos, como Rafael Teijo, vocal del Departamento de Seguridad de Sepla. Este piloto, que opera en Iberia, recalcó ayer los sacrificios económicos que deben hacer los futuros profesionales y sus familias para cumplir un sueño que supera los 100.000 euros y que luego está remunerado con 1.800 euros al mes, según Teijo. Después de pasar por una escuela aprobada por la Agencia de Seguridad Aérea, obtener la licencia de transporte de la línea aérea para la que operará –que le dota del conocimiento necesario del modelo de avión que va a pilotar– y añadir las diferentes habilitaciones requeridas como la certificación lingüística o la de vuelo instrumental, el piloto deberá revisar sus conocimientos anualmente.

Todo ello para dar sentido a una industria «ultrasegura», que te lleva a casa, te ayuda a reencontrarte con personas o permite impulsar la economía. En definitiva, «una industria que procura un mundo mejor y más cercano».