El Betis saca brillo a lo mejor de su pasado

El club verdiblanco celebra hoy el 80º aniversario de su título de Liga, a la vez que restaura sus principales trofeos. El orfebre Fernando Marmolejo es el encargado.

28 abr 2015 / 10:00 h - Actualizado: 28 abr 2015 / 13:03 h.
"Real Betis","Patrick O'Connell"
  • Fernando Marmolejo, en su taller con el Trofeo Torre del Oro del 77. / Manuel Gómez
    Fernando Marmolejo, en su taller con el Trofeo Torre del Oro del 77. / Manuel Gómez
  • El trofeo de campeón de Liga, en el antepalco del Benito Villamarín. / Fran Vázquez
    El trofeo de campeón de Liga, en el antepalco del Benito Villamarín. / Fran Vázquez
  • Detalle de la copa de la Liga 34-35 que señala al Betis Balompié como campeón. / Fran Vázquez
    Detalle de la copa de la Liga 34-35 que señala al Betis Balompié como campeón. / Fran Vázquez

Camino de su regreso a Primera, bien encarrilado con esa racha de cinco victorias consecutivas, el Betis también celebra hoy el 80º aniversario de su único título de campeón de Liga. Alcanzó ese honor el 28 de abril de 1935 en Santander, donde el conjunto del míster irlandés Patrick O’Connell goleó al Racing (0-5) y remató una campaña excelente para ganar el primer título que no caía en poder del Madrid, el Barcelona o el Athletic. Ocho décadas después, el club piensa en el futuro pero también en su pasado más brillante, aunque no lo parezca. Y es literal.

La pequeña copa de plata que señala al Betis como uno de los nueve clubes que han ganado la Liga española corona las vitrinas del Benito Villamarín. A su lado, las Copas del Rey de 1977 y 2005. A su alrededor, repartidos entre el antepalco y la actual sala de juntas, Carranzas, Colombinos, Ciudad de Sevilla, Copa Spencer... El tesoro verdiblanco, sin embargo, no deslumbra como debiera. Durante años fue víctima de un flagrante abandono y sólo con el cambio de rumbo y la llegada de Isabel Simó empezó a ser curada esa herida de la historia.

Cuando el consejo presidido por Rafael Gordillo heredó el club de manos de Luis Oliver y antes de Manuel Ruiz de Lopera, se encontró con que el estado de los trofeos resultaba desolador, fruto del poco cuidado que le habían dedicado los anteriores dirigentes. La conservación de las copas, muchas de ellas de altísimo valor económico, no era competencia de ningún profesional sino de un empleado al borde de la jubilación que acudía al estadio de vez en cuando.

Simó accedió al cargo en junio de 2011 y su gran meta fue la recuperación y difusión de la historia del Betis. Ella y los Voluntarios Verdes, un grupo coordinado por Curro Picchi, descendiente de otro histórico del club, pusieron en marcha la catalogación, limpieza y restauración de los trofeos. Una de las primeras medidas fue ponerse en contacto con el insigne orfebre Fernando Marmolejo, hijo de un mito de esa disciplina que durante años creó la obra de arte que se entregaba al ganador del Trofeo Ciudad de Sevilla. Y su hija María, además, había trabajado en el club.

“Era un deseo que tenía desde hacía tiempo. Cuando iba al estadio y veía los trofeos en ese lamentable estado... Una joya con esa ruina estética tan evidente es una ofensa a la vista”, confiesa Marmolejo, que desde entonces ha restaurado tres “joyas” con la ayuda de su hijo José Luis y el aprendiz Juan José Paredes, de la Escuela de Artes y Oficios. La última en pasar por su taller de Santiponce es el Ciudad de Sevilla de 1974. Fue el primero que ganó el Betis, además en el Sánchez-Pizjuán, tras vencer al Sporting de Lisboa y al Benfica. El trofeo, calcula Marmolejo, vale 140.000 euros; en su día costó 450.000 pesetas. Luce ya, esplendoroso, en el antepalco del Villamarín. En la sala de juntas, antes salón de actos y luego museo efímero con Oliver, resplandecen otros dos Ciudad de Sevilla también restaurados: los de 1975 (500.000 pesetas) y 1977 (750.000). Al último, el que llegó en peor estado de conservación, le faltan tres figuritas de futbolistas ya en proceso de elaboración.

Marmolejo trabaja ahora en el Torre del Oro de 1977, otra perla de plata con la fortificación bañada en oro que se daba al equipo sevillano que no ganase el trofeo o al mejor clasificado en tres años seguidos. Y el siguiente en pasar esta ITV será el histórico Carranza del 64, ganado tras derrotar a Boca Juniors y al Benfica de Eusebio.

“Las enfermedades que más se repiten son el desajuste por mala manipulación, no por mala fe sino por desconocimiento o falta de medios; la pérdida de piezas frágiles; y los restos de productos de limpieza. No todo el mundo sabe limpiar objetos de esta envergadura”, lamenta Marmolejo.

La oxidación es un problema recurrente. Los trofeos se hicieron en plata 925, ya que la pura, la 999, es demasiado endeble. Por eso es necesaria una aleación con otros metales, en especial el cobre. Y lo que se oxida es precisamente el cobre. Hay más. Al limpiar la plata, los encargados aplicaron el producto correspondiente sobre la madera de las peanas, con lo que esa superficie también acabó dañada. Marmolejo desmonta los trofeos, limpia el más minúsculo detalle (el Ciudad de Sevilla del 74 tiene hasta los puentes y la ría de la Plaza de España), ajusta lo desajustado y sustituye piezas desaparecidas. “El peor daño es la ignorancia, no saber delante de qué está uno. Cuando se sepa, nunca más habrá que arreglar el trofeo”, apostilla.

“EL LEGADO QUE DEJEMOS A LOS BÉTICOS DEBE SER DIGNO”

Fernando Marmolejo Hernández se confiesa “sentimentalmente unido al Betis” por su padre, pero no es nada fanático. Aun así... “No puedo escuchar un partido del Betis por la radio porque sufro mucho”, dice. Su relación paterno-futbolística, en todo caso, hizo que el catastrófico estado museográfico del club le doliese por partida doble. “El legado que dejemos a los béticos del futuro debe ser digno”, opina. Y como prioste de la Macarena que es, utiliza este argumento: “La Macarena está llenando su museo con público. Si su patrimonio estuviera roto o mal atendido, ¿qué diría la gente? Y con ese dinero, además, podemos tener 17 personas de alta en el Museo”.

A Marmolejo, además de seguir restaurando los trofeos del Betis, le encantaría encargarse de su futuro mantenimiento. “Una vez restaurados, lo único que hay que hacer es limpiarlos cada seis meses. Ya está”, indica. “Otros pueden trabajar de buena fe, pero el trabajo hay que dárselo a profesionales. Aunque le tenga mucho cariño al Betis, yo no puedo ponerme de futbolista porque me darían palos por todos lados. Una cosa es el cariño y otra, la profesionalidad”, alega.