El debate del funambulista

LA CONTRACRÓNICA. Ganó el Betis y respira después de que Gustavo Poyet decidiera caminar sobre el alambre con la suplencia de Rubén, al que primero desplazó a la izquierda y ahora al banquillo. Una controversia que engulle hasta su acierto en el planteamiento

22 oct 2016 / 00:36 h - Actualizado: 22 oct 2016 / 00:42 h.
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  • Joaquín y Sanabria celebran el tanto del gaditano. / Efe
    Joaquín y Sanabria celebran el tanto del gaditano. / Efe

El Real Betis ganó en Pamplona. Era de lo que se trataba, pero el partido dejó la duda de si Gustavo Poyet también salió victorioso. Se la jugó el técnico uruguayo con la suplencia de su mejor futbolista y se puso a caminar por el alambre, cuando era el día para recuperar parte del crédito perdido. Porque con su planteamiento y su cambio de sistema logró reequilibrar a su equipo, ocupando espacios de una forma más razonable, estableciendo una superioridad en el centro del campo que le dio el control del juego en casi toda la primera mitad. Eran tres jugadores de Osasuna contra prácticamente cinco del Betis en esa zona de gestión, y aunque no logró transformar la posesión del balón en llegadas y ocasiones, el tanto de Joaquín, el hombre que marcaba las diferencias con su clase y tino, fue una consecuencia justa de lo que sucedía, pese a las imperfecciones, muchas, que se apreciaban, pese a los errores, que en todo caso correspondían más a la responsabilidad individual. Pero ese es otro debate. O el que engulló el ‘caso Rubén’.

Con la elección de Sanabria y la eliminación del tablero del delantero canario generó una controversia que diluye en parte su acierto, que rubricó Felipe Gutiérrez en el minuto 91. Así es el fútbol. Pero en este Betis que anda tan justito de calidad, que Rubén Castro no tenga sitio en esta o cualquier otra idea más o menos acertada de Poyet no tiene sentido. Ninguno.

Tampoco Tonny Sanabria, todavía a años luz de lo que se espera de él, con su rendimiento, apoyó la tesis de su entrenador. Sólo al final apareció con un par de remates, uno de cabeza aprovechando su envergadura, la razón más probable para colocar al paraguayo en un partido que Poyet entendió sería como los que él mismo vivió en ese campo.

Pero Osasuna está muy lejos de aquél que en aquellos años era capaz de pintar la cara a casi todos en su estadio. Es un equipo ramplón, con muy poca calidad, que se arropa con cinco defensas, que no aprieta como antaño. Algo no le cuadra a Poyet con Rubén, su mejor goleador, al que primero desplazó a la izquierda y ahora al banquillo. Allí está Dani Ceballos, otro talento que no encuentra sitio en la idea de Poyet.