«El Joaquín de la primera etapa ha cambiado, pero su fútbol es el mismo»

ENTREVISTA. El hijo pródigo cuenta ya las horas para volver a pisar el Villamarín. Han pasado nueve años, tiene 34 y admite que hay «limitaciones», pero... «Sigo estando rápido y ágil y soy más inteligente», dice

10 sep 2015 / 10:00 h - Actualizado: 11 sep 2015 / 11:53 h.
"Real Betis","Joaquín Sánchez"
  • Joaquín, aún con el brazo enyesado, posa en la ciudad deportiva el pasado lunes / Manuel Gómez
    Joaquín, aún con el brazo enyesado, posa en la ciudad deportiva el pasado lunes / Manuel Gómez

—¿Qué cree que sentirá el sábado?

—Muchos recuerdos mezclados y una emoción que no sabré explicar. He vuelto con otra camiseta, pero no es lo mismo. Será muy bonito.

—¿Es consciente de la presión que tendrá y de lo que la gente espera de Joaquín?

—Soy consciente de mi responsabilidad y de la ilusión que he creado, pero no me asusta porque físicamente me encuentro bien. Todavía puedo disfrutar de lo que me gusta y espero hacer disfrutar como hice en su día. Estoy bastante tranquilo.

—¿Banda derecha?

—En estos años he jugado por la derecha, de mediapunta, por la izquierda y de carrilero en los últimos años; quién me lo iba a decir. Donde el míster pueda sacar más partido; me da igual más adelante, por la izquierda o por la derecha.

—¿Qué tal las bicicletas por la banda? ¿Todavía funcionan?

—De vez en cuando se me sale la cadena, pero siguen funcionando (ríe). Afortunadamente, en estos años me he encontrado muy bien, he tenido momentos muy buenos y la experiencia ayuda; he mejorado en muchas cosas. Un futbolista con 34 años tiene que ser mucho más listo a la hora de elegir momentos para desbordar o defender. Estoy contento, soy un futbolista más inteligente en el campo.

—Su padre dijo en su día que podría jugar hasta los 40...

—Es que mi padre me quiere mucho (ríe). Hasta los 40 no creo, pero sigo estando en un momento maduro y feliz. Sigo disfrutando y es la mejor manera para aportar cosas.

—¿El mejor Joaquín de la primera etapa es recuperable?

—Ese Joaquín habrá cambiado en muchas cosas, pero la filosofía de su fútbol es la misma. A la hora de desbordar y hacer mi fútbol voy a ser el mismo, a lo mejor con algunas limitaciones pero a la vez con otras cosas que aporta la experiencia. Sigo estando rápido y ágil, que para mi fútbol es importante.

—Se marchó para crecer y ganar cosas. El balance de estos nueve años, sin embargo, es una Copa con el Valencia.

—Más que para seguir creciendo como futbolista, que también era mi intención, buscaba un cambio, probar otra cosa. Un futbolista siempre aspira a ganar títulos, por supuesto, pero he tenido la suerte de jugar donde he querido o donde creía que iba a estar bien. Para mí, los títulos eran importantes pero no lo primordial. A la hora de tomar decisiones en mi vida, lo que más ha pesado es mi felicidad. Años atrás habían venido a por mí equipos importantes, pagando una millonada y ganando una millonada, pero no me fui porque pensé que no era el momento o que no iba a ser feliz. En Valencia pude ser feliz aun teniendo momentos menos buenos, en Málaga fui superfeliz y en Florencia también he podido disfrutar del fútbol italiano. No he ganado absolutamente nada, pero he disfrutado de muchas cosas. Eso no me lo quita nadie.

—¿No se arrepiente, por ejemplo, de decir no al Chelsea en aquella conversación con Mourinho?

—Para nada. Y fue más de una ... (ríe) Perdí una oportunidad importante, económica y deportiva, de ganar títulos o ser un futbolista muchísimo más importante, lo sé, pero arrepentirme, para nada. Mi felicidad en aquel momento no estaba ahí. Por eso me quedé.

—¿Es verdad que Mourinho se presentó en El Puerto de Santa María?

—Creo que llegó a ir. Yo venía de Madrid, de un anuncio con Mahou, y me esperaban aquí. Él me quería ver, pero yo decía ‘si voy para allá, este me va a comer y me va a convencer’, y en mi cabeza no entraba irme del Betis. Por eso no llegué a verlo. Por teléfono se lo dejé bastante claro. Al día siguiente volvió a venir y habló con mi padre, que le dijo ‘mira, Mourinho, vete para atrás con el privado, que este no se mueve de aquí’. En la última conversación que tuve con él se dio cuenta de que a mí no se me pasaba por la cabeza, por mucho dinero que me pusiera encima de la mesa. Me decía que fuese con él, que conociese aquello, y le dije ‘José, mira, creo que no voy a ser feliz allí y prefiero quedarme’. Estaba en un momento bueno en el Betis. Tenía 20 años. Si me llega a coger en otra etapa, a lo mejor las cosas habrían sido diferentes.

—Si hubiera seguido en el Betis, ¿a dónde habría llegado? En la selección, por ejemplo.

—Yo me pierdo el ciclo bueno de la selección en el ciclo malo del Valencia. Cuando no jugaba mucho en el Valencia, Luis Aragonés me dejó fuera, después me volvió a llevar, juego prácticamente los dos años de clasificación y un partido antes de dar la lista para la Eurocopa (2008), en un amistoso en Málaga, me deja fuera. Ahí ya digo ‘algo raro hay’. Me jodió muchísimo. Tantos años y que un partido antes me deje fuera... Me habría merecido ser por lo menos campeón de Europa. No me gustó lo que hizo, ni siquiera me llamó ni me dio explicaciones. Y me estará escuchando desde arriba, pero yo me cago en todas sus muelas. Estoy orgulloso de mi etapa en la selección. Y he tenido momentos muy buenos para volver, pero...

—Joaquín, Rubén Castro, Jorge Molina, Portillo, Van der Vaart, Ceballos... ¿El objetivo es la permanencia?

—Estamos de acuerdo en que hay un equipo muy competitivo, pero lo tenemos que demostrar. Cada partido debe ser más que tres puntos por la motivación y confianza que te da ganar. Tenemos que acostumbrarnos a ganar. Sufriendo como el que más, corriendo como el que más, pero hay equipo para competir.

—Y recupera el dorsal 7, que ya llevó antes en el Betis.

—En la cantera sí. En el primer equipo debuté con el 27, en un amistoso en Huelva [final del Colombino de 2000, ante el Recreativo]. Llevaba el 27 porque Romero, el argentino, tenía el 17. Juraría que estuve todo el año con el 27, o quizá cedieron a Romero [se marchó en enero] y cogí el 17 al final.

—20.000 personas en la presentación. ¿Cuántas en Valencia, Málaga y Florencia?

—En Valencia creo que fueron unas 15.000 y en Málaga, 17 o 18.000, una barbaridad de gente. En Florencia no tuve. Es la pena que me da, que se hayan dado cuenta del futbolista que era al final. El primer año jugué, pero un partido sí y dos no, dos sí y uno no... Montella no llegó a confiar en mí o no me vio o yo no estuve bien. El segundo año empecé muchísimo peor porque no contó conmigo y me pegué dos meses, hasta finales de noviembre, entrenándome aparte, pero llevaba una racha mala, tiró de mí y ya no me quitó más. Me da pena no haber disfrutado los dos años enteros, pero acabé contento y los tifosi me tuvieron cariño.

—¿Cómo ha vivido estos años de triunfos del Sevilla?

—El Betis, desgraciadamente, no ha cogido el camino que se merecía o que la afición se merece, pero a día de hoy el Sevilla es un grandísimo equipo que está jugando la Champions y nosotros no podemos entrar en esa pelea. Tenemos nuestro objetivo, la mirada puesta en intentar disfrutar y estar entre los diez primeros. Tenemos que ir a nuestra guerra, no nos podemos comparar con el Sevilla porque a día de hoy juega en un nivel que nosotros debemos respetar. Y a la vez tenemos que ilusionarnos con que ojalá el día de mañana estemos ahí. Ya lo vivimos y fue muy bonito. Pero hay que ser inteligentes y realistas y saber que nuestro objetivo a día de hoy es otro.

—Se planteará volver a visitar Albacete, ¿no?

—No tendría ningún problema, me encanta Albacete y el rato que estuve allí me trataron muy bien (ríe).

—¿Cómo acabó con Lopera?

—Bien. Aquello fue una negociación de las suyas y yo ya sabía que me enfrentaba a cualquier cosa, pero después no tuve ningún problema con don Manuel. Hace muchos años que no hablo con él. Lo importante es que la gente esté bien, tenga salud y pueda disfrutar de la vida.

—¿Sigue dedicándole los goles a su tío Chino?

—Siempre. Por mis niñas lo hago todo, pero mientras yo pueda disfrutar y jugar al fútbol, mi tío va conmigo. Me ayudó en todo, no porque fuese mi ilusión sino porque le nacía de él. Era tan, tan bueno... Si puede ir a El Puerto y preguntar por él... Tenía acogidos a todos los locos que pasaban por allí, por la Ribera. Poquitas personas voy a ver como él, con ese corazón y el modo en el que se comportaba con la gente. Era así conmigo, con mis hermanos, con mi padre, con sus hermanas... Mi tío Chino siempre va a estar ahí mientras yo esté vivo.

—Y además no recuperaba casi nada de lo que daba, según dicen.

—Correcto. No lo hacía por negocio. A mí me daba 1.000 pesetas por cada gol que marcaba. El bar le fue bien porque se lo trabajó, se levantaba a las cinco de la mañana para los pescadores. A él le importaba un carajo, lo hacía porque era así. Mi tío era un espectáculo. La pena más grande que tengo es que no me haya podido ver en vivo, por meses, porque yo estaba en el filial y a mitad de campeonato él murió; al año siguiente subí al primer equipo. Lo habría disfrutado, y yo mucho más.

—¿Es verdad que compraba las botas a Enrique Montero?

—Correcto. Enrique Montero también ha sido un ídolo en El Puerto. Eran para albero y me vendía las de Míchel o las de dos rayitas que me gustaban mucho, las Patrick que llevaba Laudrup. Las dejaba apuntadas e iban mi padre o mi tío y las pagaban.

—¿Piensa retirarse en el Betis en vez de irse fuera a ganar una millonada?

—El Watford incluso hizo una oferta y todo. El dinero es importante en mi concepto de vida, está claro, pero mi corazón me pedía otra cosa, que era esto, y no podía ir en contra. A lo mejor me habría ido por ahí y no habría sido el mismo, y si no soy el mismo no puedo mostrar mi fútbol ni disfrutar. Han sido cosas importantes, pero Eduardo [Espejo, su agente] ya sabía que mi objetivo era volver.

—¿Cuándo lo decidió?

—En la cabeza tenía la idea de volver hace mucho tiempo. No sabía cuándo iba a ser, pero lo hablaba con mi mujer y esto empezaba a salirme. Tampoco sabía el momento del Betis o si el Betis iba a querer. Cuando tomo la decisión es porque Eduardo lo había movido. Y le dije ‘pues si es así, para delante’, porque sí, porque era lo que quería. Miraba a mis hijas y lo que me llamaba era esto.

—Las niñas le habrán salido béticas, ¿no?

—Mi pequeña sólo tiene 4 años, pero mi Daniela, que va a cumplir 9, dice que es valenciana. Ella nació en Valencia. Yo le digo que es de aquí y ella que no, que es valenciana. Y yo ‘me cago en tus muelas, niña, tú has nacido allí pero el arte que tienes es de aquí abajo’. Pero en la cabeza tiene metido que es de Valencia. Pues nada, de Valencia.

—¿Qué piensa hacer cuando deje el fútbol?

—No sabría decir.

—No es como Juanito, que tuvo claro que sería entrenador.

—Puedo ser segundo, con menos presión, manejando, que Juanito me diga ‘¿cómo ves a este?’ y yo le diga ‘este no le da ni para atrás’ (ríe). Ahí me veo, pero con mi hermano Juan. Con otro me costaría trabajo. Seguramente seguiré ligado al fútbol. Es mi vida.