En su búsqueda vital de lo que él llama Ítaca, que es un estado interior más que un lugar físico, Jon Pascua Ibarrola (Bermeo, 1972) ha hecho parada y fonda en Sevilla para entrenar a los porteros del Betis. Antes lo hizo en el Mamelodi Sundowns de Pretoria (Sudáfrica) y en la selección de Filipinas. En Heliópolis, como en África y Asia, se siente «un privilegiado». Que el equipo vaya quinto también ayuda, obviamente, aunque su felicidad, como la de Quique Setién, trasciende los resultados. Esta semana le toca visitar su auténtica casa: Bilbao. Vizcaíno, vinculado a Gernika durante muchos años (y muchos empleos), aficionado del Athletic de toda la vida y trabajador durante un tiempo, ve una similitud emocional entre ambos clubes: «Son dos pasiones y dos formas de entender la vida y el fútbol».

—¿Qué se le pasa por la cabeza a un entrenador de porteros cuando su equipo enlaza seis jornadas seguidas sin encajar un gol?

—La verdad es que no mucho. Si Setién se llevaba todas las críticas y yo no recibía ninguna cuando encajábamos, tampoco considero justo que ahora yo me ponga algún mérito. El mérito sigue siendo del mismo al que le caían las críticas.

—¿Y cuando encajaban seis goles del Valencia, cinco del Eibar, cinco del Cádiz...?

—Simplemente pensaba que había que buscar un equilibrio, que necesitábamos defender mejor porque goles también marcábamos, aunque la gente se acordaba de los que te metían pero no de los que tú metías. El problema es cuando metes uno menos que el rival. Yo lo tengo muy claro: prefiero ganar.

—¿Usted ha sufrido alguna arritmia cada vez que el portero del Betis aguantaba hasta última hora para pasar o despejar el balón?

—Pedimos eso al portero para generar un hombre libre y saltar la presión. Si no aparece ninguno y le obliga a resolver en el momento, a veces tiene que hacer un regate. Le puede pasar tres o cuatro veces por temporada. Tienes que elegir el momento, no vas a hacer tres en un partido. Los aficionados igual tenían arritmias al principio, pero ahora lo que tienen son arritmias de lo que están disfrutando con nuestro fútbol cuando salimos desde atrás (ríe). Esto es un proceso. Yo no he tenido ninguna y no creo que las vaya a tener ya. La mayor arritmia que tuve fue con el gol a Las Palmas en el 94’, de la alegría que me entró en el cuerpo (ríe).

—En su opinión, ¿quién es el mejor portero del mundo?

—Ter Stegen y Ederson (City). Dominan todas las áreas del juego. El juego con el pie es una faceta muy importante en el fútbol moderno.

—¿Y Oblak?

—No lo puedo meter porque no sé lo que puede dar en ese aspecto, no lo he visto jugar en ese modelo.

—Lleva nueve meses en el Betis. ¿Balance de la aventura hasta ahora?

—Ya era positivo desde que firmé. Llevo desde los 16 años buscando esta oportunidad y el mero hecho de estar aquí me hace sentirme un privilegiado. Y si ves cómo han ido sucediendo las cosas después de cómo ha estado el club en los últimos años y cómo pasamos muchos baches, lesiones, una racha que no fue buena... Pero salimos adelante y fuimos fieles al estilo. El partido del Atlético fue la confirmación, le jugamos de tú a tú a un grande.

—También lleva nueve meses en Sevilla. ¿Le dan ganas de aplazar la búsqueda de Ítaca y quedarse aquí un tiempo?

—Yo dejo que Ítaca me marque el camino. No es donde quiera estar uno, sino donde lo quieran a uno. No es donde estés, sino lo que uno es. Yo he sido feliz en Sudáfrica y Filipinas y lo fui en Bilbao.

—Es su primera experiencia en Primera. Una vez dijo que era un sueño que no necesitaba para ser feliz. ¿Lo sigue pensando?

—Este sueño me ha hecho asentarme mucho en el plano personal. Es como un máster de fin de carrera que quieres aprobar. Hay que tener sueños grandes, expectativas moderadas y necesidades pequeñas. Pero sí, tienes esa espinita de querer conocer el fútbol de Primera desde dentro. Uno quiere reafirmarse y estar entre los mejores, porque eso también te ayuda a ser mejor. Esto es la consecución de un sueño.

—Fue portero en el Bermeo, el Bakio, el Gernika y el Zaragoza que ganó la Recopa.

—Siempre me dicen que gané la Recopa, pero ni la cuento porque no fui convocado nunca (ríe). Ese año jugué veinte partidos en el filial y ahí se acabó la historia. No tuve fortuna, sufrí varias lesiones y no me renovaron.

—En Gernika alternó el fútbol con otro trabajo.

—Era un almacén y suministrábamos todo lo que necesitaba un barco de pesca: grilletes, productos de limpieza, cabos, electricidad... Hacía mis ocho horas allí, salía a las siete, cogía el coche y me iba a entrenarme. Jugaba en Segunda B.

—Luego saltó al Alavés.

—Ahí, en un equipo de Primera a los 28 años, me di cuenta de que lo que tenía no me daba. No me renovaron y me fui a la Tercera extremeña a disfrutar un poco del fútbol. Estuve un par de años y vi que no me iba a aportar nada. También tuve una operación y tiré más por lo laboral. Me volví a casa y busqué trabajo.

—Y desde luego lo encontró. Trabajó de teleoperador, embalador, reponedor en ruta, grabador de datos, analista de mercado, conductor de plataforma en aeropuertos, peón de diferentes cadenas de producción, peón de almacén, administrativo, estibador de buques...

—En aquellos tiempos había mucho trabajo eventual. Lo único que tenías que hacer antes de que acabara el trabajo era coger otro en otra empresa para tener otros seis meses. Estuve tres años y pico trabajando sin parar y me entrenaba gratis en equipos de Regional o Tercera. Lo hacía por amor al arte porque quería ser entrenador de porteros.

—¿Y se sentía realizado?

—No, la realización venía por las tardes cuando iba a entrenarme. Pero claro, uno no puede vivir sólo de sueños, debe tener un poco de cordura. Uno me alimentaba y el otro me alimentaba por dentro. Imagínese a una persona creativa, que en mi web hay dos mil y pico artículos de mi puño y letra, en una cadena de producción en la que te baja una pieza cada 43 segundos y tienes que manipularla, meterla en una caja y diez segundos hasta que baja la siguiente, y así ocho horas.

—De todos esos trabajos, ¿ese fue el más contrario a usted como persona?

—El peor, indudablemente, fue el de la cadena de producción. Eso es algo bestial. Era la pieza que iba con la matrícula atrás en el Citroën C5. La planta estaba en Gernika y trabajaba a relevos. Yo cambiaba los relevos y a veces trabajaba dos semanas de noche, de 10 a 6, para tener la tarde libre y entrenar. No quería trabajar de 2 a 10 porque no podía entrenar. Lo hacía gratis, pero ahí cultivaba mi espíritu.

—¿Cuándo surgió Ítaca?

—Un poco más adelante. Mi experiencia en África me hizo desarrollar esa esencia de lo que tienes como persona. Cuando llevas metido treinta años en un entorno, el mismo entorno no te permite cambiar porque todo el mundo espera un comportamiento de ti, tú asumes un rol en la sociedad y así pasan años. Lo bueno que tiene viajar, sobre todo a otras culturas, es que te tienes que presentar ante alguien que no te conoce. Entonces eres una persona nueva y desechas de ti mismo esa piel que no te hace falta. Luego vas a Filipinas y sufres otra evolución. Y vienes aquí y te vuelves a presentar con capas de ti que no has necesitado en África ni en Filipinas. África es un continente muy emocional y yo soy muy emocional. Debes estar despierto y tener los ojos bien abiertos para absorber. Buscas una autorrealización, llegar a tu esencia, conocerte y saber qué te hace feliz en la vida.

—¿Esta forma de ver la vida es aplicable de algún modo al entrenamiento de porteros de fútbol?

—El talento y el conocimiento son importantes en un entrenador, pero no es sólo eso. Puedes tener mucho y no ser capaz de transmitirlo. Esa capacidad de transmitir e inspirar marca la diferencia. En una demarcación con una connotación psicológica tan importante, son muy importantes la empatía y la motivación. Es una demarcación muy ingrata. Si eres jugador, puedes demostrar tu implicación corriendo sobre el campo, pero un portero no puede, un portero se la juega a una carta en una toma de decisión. El único momento para demostrar tu implicación es el día a día. Hay que dar valor a eso y atraer toda esa energía positiva pensando que lo que estás haciendo en el entrenamiento te va a recompensar. Una de mis fortalezas es que soy capaz de conectar al portero con su propio proceso de desarrollo de talento. Esas habilidades me las han dado mis experiencias en África y Filipinas.

—En ese proceso es obligatoria la autocrítica, ¿no?

—Indudablemente. A veces sabes que lo que estás consiguiendo implica que estás perdiendo otra cosa, pero en ese momento debes valorar unas cosas más que otras. También debes revisarte. Cuando te enfrentas a la gente y a sus cuestiones, tienes que ser capaz de resolverlas. Y también cuando te enfrentas al portero, porque el portero tiene que cuestionar tu modelo de trabajo, no es ‘esto es así porque me lo dices tú’. Hay que reflexionárselo y que él confíe en lo que tú le propones.

—¿Que Adán repita que es mejor portero es la mejor valoración de su trabajo?

—Independientemente de que la portería estuviese a cero o no, te sientes partícipe cuando ves que tus porteros hablan tan bien de ti. El reconocimiento de la gente a la que entrenas es lo más grande que te puede pasar como entrenador. Eso te da todo. Y también te lo da el entrenador. El error de Antonio en Villarreal, por ejemplo, fue muy criticado y enseguida Setién salió diciendo que el responsable era él porque era lo que le estaba pidiendo. Así comprometes más al jugador, porque ve que vas con él y no te echas a un lado si las cosas no van bien.

—Vuelve a Bilbao y trabajó varios años para el Athletic. ¿Aquello fue otro sueño hecho realidad?

—Imagine lo que es no cumplir como jugador, porque la calidad que tienes no te da, y lo intentas como entrenador. Mi objetivo nunca fue ser entrenador de porteros de Primera División, por ejemplo en el Athletic. Nunca soñé con eso. Mi sueño era salir de una cadena de producción y dedicarme a algo que me gustaba, tener un salario digno e ir al trabajo con ilusión. Llegué a ser profesional después de seis o siete años trabajando de eventual.

—Esa etapa en el Athletic duró sólo dos años.

—Hubo cambios en la dirección deportiva. Más o menos se sabía dónde reubicarnos a ciertos entrenadores, pedí la cuenta y me fui al paro.

—Va a ser su primera visita como rival. ¿Qué sentirá?

—Pues imagine lo que será. Cuando vine de Sudáfrica, no había pisado el nuevo San Mamés y fui a verlo como todo el mundo, desde la tribuna. Ahora lo voy a ver dentro. Que nadie te diga que no cumplirás tus sueños (ríe).

—Llegó al Betis porque lo reclamó Setién. ¿Qué relación tenían, aparte de coincidir una vez de vacaciones?

—A Quique lo conocí en persona en esas mismas vacaciones, que fui a casa de un compañero que fue preparador físico conmigo en Sundowns y casualidad, estaba en Las Palmas de readaptador y me dijo que fuera a ver unos entrenamientos. A Eder lo conocía porque en la Fundación [del Athletic] daba un curso de formación sobre el portero y él en aquel entonces estaba en las categorías inferiores del Danok Bat y se interesaba mucho por la demarcación de portero. Ahora se ve por qué. Había escuchado muchas charlas mías y se planteó, me llamaron y vine con ellos. Pero dos años antes no establecí una relación ni nada.

—¿Compartía esa filosofía de sacar la pelota jugada desde atrás antes de llegar al Betis?

—En las categorías inferiores del Athletic, no, pero en el Sundowns sí. De hecho, el equipo es apodado como los Brazilians y practicaba ese fútbol de toque, pero el trabajo táctico que hay detrás de esto no tiene nada que ver con lo que hacíamos allí. A mí me apasiona porque el portero adquiere mucha relevancia. Si antes tenías responsabilidad sobre el aspecto defensivo, ahora la tienes sobre el ofensivo. Cuando tú recibes el balón, todo el mundo tiene que jugar para ti. Haces un portero integral.

—Tiene el blog muy desatendido desde el derbi. ¿Superstición o pereza?

—Es algo que echo de menos, pero cuando estás en un sitio en el que adquiere tanta relevancia lo que haces o lo que dices, a veces lo que escribes puede ser mal entendido dependiendo del estado emocional de la gente. Hay parte de ti que sacrificas y es el precio que debes pagar, aunque en las redes sociales no pierdo la esencia de lo que soy. El fútbol es lo que hago, pero no es lo que soy. Igual dentro de seis, siete, ocho o nueve años ya no me dedico al fútbol y no quiero empezar a retomar la persona que soy. Tengo que vivir acorde a lo que soy. Es más, soy el entrenador que soy por la persona que soy. Tienes que tener equilibrio entre la persona y el entrenador.

—¿El Betis será un antes y un después para Jon Pascua, igual que África?

—Si soy sincero, desde que llegué siento que estoy en el lugar correcto. El Betis es un club muy apasionado. Cuando entras en el estadio en el primer partido de Liga y oyes ese himno a capella, sobre todo la parte de ‘luz en la mañana, y en la noche quejío y quiebro, Betis mucho Betis, en este mundo lo que más quiero’... Es imposible que a cualquier persona emocional no se le pongan los pelos de punta. Ese ‘manquepierda’ para mí es el valor del bético de ser del Betis y seguir siendo del Betis a pesar de todo lo que han pasado. Es un poco la vida misma. En la vida estás a punto de llegar, tienes que volver atrás y, cuando crees que lo tienes, lo pierdes y tienes que empezar de cero. Me veo muy identificado.

—Usted cree que el Betis y el Athletic tienen en común que son «dos sentimientos».

—Claro. Son dos sentimientos, dos pasiones, dos almas y dos formas de entender la vida y el fútbol. El Betis está muy unido a Andalucía, igual que el Athletic al País Vasco. Al final uno es de donde lo quieren y le hacen sentirse bien. Yo he estado en Sundowns, en Filipinas y en el Athletic y me he sentido muy identificado, y vengo aquí y estoy igual de identificado. Porque es la vida misma. El Athletic es un club apasionante, fuerza pura. El lema del Sundowns es ‘el cielo es el límite’. Salgo de allí y me voy a otro equipo cuyo eslogan es ‘nosotros creemos’. Si estoy en el Betis es por algo. Yo creo mucho en la ley de la atracción. En esta vida todo sucede por algo. Y llegará el día en el que tendrás que marchar, pero no tengo ninguna duda de que siempre habrá una parte especial de mi corazón para el Betis, como la hay en la selección de Filipinas, el Sundowns o el Athletic.