En plena entrevista, mientras Junior Firpo (Santo Domingo, 1996) responde de su pasado como madridista después de confesar que volvía «llorando» de sus primeros entrenamientos en el Atlético Benamiel porque el fútbol no le gustaba, Fabián interrumpe el diálogo desde lejos: «¡Dejadlo, que se va a crecer más todavía!», grita. No da esa impresión, la verdad. El entorno de una familia «humilde y trabajadora», los consejos de un padrastro que en realidad es su «padre de verdad desde el minuto uno» y el duro y obligatorio aprendizaje de una lesión y dos recaídas justo cuando parecía que iba a dar el salto al primer equipo han curtido a este dominicano de 21 años que lo tiene muy claro: «Si tengo que volver a jugar con el filial esta semana, sin problema. Realmente yo soy jugador del Betis Deportivo».
—¿Junior es de los que se lo creen por debutar en Primera División?—No, siempre los pies en el suelo. Vengo de una familia muy humilde y trabajadora y mis padres siempre me han enseñado que con humildad y trabajo todo llega. He tenido la suerte de debutar en Primera, pero ni mucho menos me lo creo. Si tengo que volver a jugar con el Betis Deportivo esta semana, sin problema. Realmente yo soy jugador del Betis Deportivo.
—Y en el otro sentido del verbo, ¿te crees que has debutado en la Liga española?
—A ver, sí que me lo creo porque luego llego a casa, reviso el partido y digo ‘joé, estoy jugando con gente con la que jugaba en la Play, contra la que un día soñaba con jugar’. Pero es cierto que el partido contra el Madrid todavía no me creo que lo haya jugado (ríe).
—Setién dijo que los canteranos que estáis subiendo todavía no sois futbolistas de verdad.
—Estoy de acuerdo. No sé en qué momento llegaremos a ser futbolistas de verdad, si lo somos, pero ahora mismo no, llevamos muy pocos partidos en la élite y falta muchísimo para ser futbolistas de verdad.
—En todo caso, ¿los días más felices de tu vida?
—Sin duda. Debutar en el Villamarín, cómo estaba el campo, cómo se comportó la afición conmigo y todo el equipo... Podría decir que ese fue el día más feliz de mi vida.
—Antes llegó el debut en Riazor. ¿Cómo fue ese día?
—Yo estaba tranquilo porque no me imaginaba que fuera a jugar. Cuando el míster dio la charla, yo estaba con Loren sentado al lado. Cuando dijo mi nombre, Loren dice que se me quedó la cara blanca (ríe). En ese momento empezaron el nerviosismo y las ganas por jugar. Los compañeros me fueron integrando muy bien, Joaquín y Amat me ayudaron mucho y varios jugadores me dijeron que estuviese tranquilo, que todo iba a salir bien y que no me olvidase de disfrutar, que al final jugamos a esto para disfrutar.
—¿Y Setién?
—A Francis y a mí nos dijo que estuviésemos tranquilos, que confiaba en que lo íbamos a hacer muy bien y que jugáramos como sabemos, que por jugar así estábamos allí en ese momento.
—Eso sí, dio la sensación de que llegaste agotado a los diez últimos minutos.
—Sí, llegué justito porque tuve que hacer una cantidad de sprints a una intensidad a la que no estoy acostumbrado y porque son jugadores muy fuertes. Recuerdo que Andone era muy fuerte, Lucas Pérez muy fuerte y rápido...
—Y diste el gol a Loren. ¿Cuántas veces ha podido aparecer esa conexión en el filial?
—Muchas. Es más, yo le digo dónde tiene que ir cuando yo llego forzado o dónde debe desmarcarse cuando llego tranquilo. Esperemos que se dé muchas veces más. Fue un balón dividido, pero me dio tiempo a levantar la cabeza y ver que él estaba entrando, con la suerte de que Bakkali la tocó un poquito y el balón hizo la rosca perfecta para que él lo empujase.
—¿Con cuántas posibilidades de ser titular ante el Madrid te veías a priori?
—Ninguna, creía que no tenía opciones, pero el míster creo que confía en mí y confió. Y el campo más lleno que nunca. Increíble.
—¿Qué te impresionó más, el campo o lo que tenías enfrente?
—Me impresionó más jugar en el Villamarín con tanta gente. Cuando terminó el partido, mi madre me pasó una foto antes de salir del calentamiento y yo salgo mirando al Gol Sur con una cara descompuesta de ver el estadio cómo era. Yo había jugado un amistoso con el Écija, pero no es lo mismo.
—¿Esperabas ese protagonismo en un partido de tanta dimensión?
—No lo esperaba. Por suerte tenía delante a Joaquín. Yo se la daba a él, corría al espacio y esperaba que él me la diera (ríe). Pero sí, no me esperaba tener tanto protagonismo.
—Y el casi gol...
—Hombre, yo lo celebré y para mí me lo apunto (ríe). Ese momento de euforia y adrenalina al marcar un gol en el Villamarín para mí se queda y me voy a acordar siempre porque no todos los días le marcas un gol al Real Madrid... Bueno, por definir mal, porque definí fatal, no lo marqué yo sino Nacho.
—Dos asistencias y un casi gol en dos jornadas. No está mal...
—El balance es bueno, pero tengo muchas cosas que mejorar. Cuando veo los partidos, hay muchísimas cosas en las que todavía, no sé si por inexperiencia... Es muy complicado llegar de Segunda B y hacer buenos partidos en Primera.
—¿Por ejemplo?
—Sobre todo tengo que ir más contundente al choque, porque son jugadores mucho más fuertes que en Segunda B. Choco con ellos y caigo al suelo. También tengo que comunicarme mejor con mis compañeros, aunque el otro día no podía porque la noche anterior, cenando, me quedé sin voz, creo que de los mismos nervios. No podía ni pedir el balón.
—¿Y recuperar la posición defensiva?
—No he pulido eso del todo, todavía lo tengo que mejorar, pero con este sistema me veía mucho más arropado a la hora de volver porque había tres centrales. Si tengo la suerte de volver a jugar y lo hacemos con dos centrales, lo comprobaré. Con tres estoy más pendiente de saltar al lateral de ellos que de volver rápido.
—¿Lateral toda la vida?
—De pequeñito era extremo, pero conforme pasaron los años, como no tengo un gran uno contra uno en estático, los entrenadores se dieron cuenta y me cambiaron al lateral. Vieron que con campo para correr iba mucho mejor.
—A la hora de debutar en el Betis de Setien, ¿te ha venido bien jugar con un entrenador tan ofensivo como José Juan Romero?
—Ha venido muy bien porque los dos proponen lo mismo, que tengamos el balón y ataquemos con la posesión. Nos ha ayudado a mí y a todos los jugadores que hemos debutado desde el filial.
—Para el filial es una faena...
—En el buen sentido de la palabra para los que subimos y un poco en el mal sentido para el filial. El principal objetivo de todo filial es promocionar jugadores para el primer equipo. Si tenemos la suerte de que hay un entrenador que confía en nosotros y nos da la oportunidad, pues tendremos que subir. Pero menos Loren, que ya no puede jugar con el filial, todos los demás estamos dispuestos a bajar al filial cuando sea. No es que no se me caigan los anillos, es que soy jugador del filial.
—¿Y para cuándo del primer equipo a todos los efectos?
—Si puede ser, cuanto antes. Es el sueño de todo jugador que lleva años en la cantera, tener un dorsal del 1 al 25. Si no puede ser, lucharé para que sea lo antes posible.
—En 2017 renovaste con el Betis dos veces.
—Tenía claro que el Betis era mi futuro. El año que firmé aquí fue el único club que apostó por mí. Se escucharon ofertas, pero no las valoré, quería quedarme aquí.
—Por cierto, el domingo jugaste contra Carvajal, uno de tus referentes.
—Carvajal me parecía un espejo ideal en el que mirarme: ataca, defiende y es muy intenso. Es lo que me gustaría llegar a ser algún día. Fue increíble enfrentarme a él de tú a tú. Y en el Mundial de 2010 me gustó mucho Michel Bastos porque era un extremo reconvertido en lateral. Esos han sido mis referentes.
—De chico soñabas con jugar en el Madrid. Viendo la celebración del domingo, ese pasado parece historia, ¿no?
—Ya está olvidado. Yo era pequeño y mi padre es madridista... Bueno, era madridista, ahora es un bético más, el otro día me enviaba vídeos llorando en el estadio. Por mi padre me gustaba más el Madrid que el Barcelona y me fijaba mucho en Robinho porque hacía muchas bicicletas y juego imaginativo. En ese momento mi sueño era jugar en el Madrid con Robinho, pero ahora lo cambiaría.
—¿Cómo crees que le caes a Durmisi ahora mismo?
—No, creo que bien. Tenemos una relación fantástica. Es un chico muy bueno y al final tiene dos años más que yo, tampoco es mucho más grande. Nos llevamos muy bien, no creo que me tenga ningún rencor.
—¿José Juan o Setién?
—Ahora mismo le estaría más agradecido a Setién por hacerme debutar en Primera, pero no hay diferencia entre los dos. Con José Juan he crecido muchísimo como futbolista, él ha sacado lo máximo de mí. Cuando fichó por el Betis, en el primer entrenamiento me cogió aparte y me dijo que quería que le ganase los partidos, que subiera y que defendiera, que me había visto jugar y que tenía un potencial que estaba desaprovechado. A los dos por igual.
—Estás acostumbrado a tener mucha responsabilidad en tus equipos desde chico, ¿verdad?
—Yo era un poco más alto que los demás, un poco más físico, y a lo mejor en la primera parte íbamos perdiendo y yo no estaba muy acertado, me cogía el entrenador y me decía que espabilara y que ganara el partido. Como siempre estás jugando con gente más grande, los entrenadores siempre me han exigido mucho y siempre me dicen que puedo dar más, aunque hay veces que ya no puedo más (ríe).
—¿Madera de líder?
—No, bueno, este año José Juan siempre me decía que yo era el capitán sin brazalete, pero a mí no me gusta ser líder, me gusta quedarme un poco más en la sombra, jugar mi partido tranquilo.
—A todo esto, ¿cuántas veces has podido soñar con este momento que estás viviendo?
—Sin exagerar, diría que lo he soñado cada noche. Cómo no lo voy a soñar si desde que llegué... Mi primer año aquí se jugó el derbi muy pronto y me dijeron que se vivía con mucha intensidad, que si la calle Tajo... Yo no lo sabía, en Málaga iba a La Rosaleda y allí no se vive así. Me fui a la calle Tajo tres horas antes del partido y estaba flipando. Y cuando cantaron el himno a capella se me pusieron los vellos de punta. Desde ese día he soñado todas las noches con conseguir este momento que por ahora estoy consiguiendo.
—¿Y cuántas veces lo has visto imposible o casi?
—Este año lo pasé mal. En la pretemporada lo estaba haciendo bien, estaba contando, se hablaba de que podía tener esa oportunidad, pero en el primer entrenamiento en Alemania, a los cinco minutos chuté con la derecha y noté algo. Nunca me había roto y no sabía lo que era. Seguí entrenando y no podía. Fue una rotura, recaí una vez y luego otra. Lo pasé fatal. Tuve que bajar al B permanentemente para volver a coger el ritmo y en ese momento lo vi difícil, pensaba que en verano parecía muy cerca y ahora parecía muy lejos. En los primeros partidos no estaba centrado en jugar y ayudar al equipo porque en mi cabeza pensaba que estaba muy lejos. Por suerte tengo una familia que me ayuda muchísimo y una pareja que también lo hace y hemos conseguido dar la vuelta a la situación.
—¿La ansiedad pudo tener algo que ver en esas recaídas?
—Tuvo mucho que ver. Cuando eres canterano, quieres volver cuanto antes por si algún día surge la oportunidad, no desaprovecharla. Me tomé las cosas con mucha rapidez cuando debía ir más lento. He aprendido que hay que tomarse las lesiones con tranquilidad, no hay que frustrarse por ver las cosas más lejos.
—Eres el primer dominicano de nacimiento que juega en la Liga. ¿Ha tenido tu debut mucha repercusión en tu país?
—Ha tenido mucha más repercusión de la que me imaginaba. Allí el fútbol ahora sí se fomenta por Mariano Díaz, Raúl de Tomás y ahora dicen que por mí, que sólo llevo dos partidos, tampoco es una cosa loca (ríe). Allí se es más de béisbol o baloncesto. Es más, cuando llegué a España no sabía lo que era el fútbol. Mi padre me apuntó al fútbol para que hiciera amigos porque en el colegio no me relacionaba muy bien. Pero me llamaron de una radio de mi país y me dijeron que 48 horas después de debutar lo que se había movilizado era una locura, que era como una de las personas más famosas de la República Dominicana.
—Para no haber jugado nunca al fútbol, se te ha dado bastante bien...
—Tenía problemas de integración en el colegio porque era muy tímido, iba a mi bola, y los amigos de mi padre le dijeron que me apuntara a fútbol. En los primeros meses volvía llorando a mi casa porque no me gustaba, no sabía jugar al fútbol. Tuvo mucho que ver mi primer entrenador, que se llama Vera. Él me integró muy rápido y me enseñó a jugar. Y al final me encantó y a eso me dedico (ríe).
—Te gustó tanto que el día de tu primera comunión te pasó algo curioso...
—Sí que me ocurrió algo curioso. Cogimos un balón, está en un vídeo, y de repente se oye un ‘paf’ muy fuerte, era yo que me había estampado contra la puerta corriendo detrás del balón. Eso en la celebración de la comunión, estaba todo el mundo en el convite y yo salí a jugar con los amigos y me di una buena hostia (ríe).
—¿Vuelves a tu país de vez en cuando?
—Estuve nueve años sin ir porque de mi familia sólo me quedan mis abuelos. Por suerte hemos podido traer a mis tías, mis primas, casi toda mi familia. Mis abuelos no quieren venir porque a mi abuelo le da miedo viajar en avión y dice que no se monta. Los pasajes son bastante caros y antes no nos podíamos permitir pagar cinco pasajes. Yo les decía a mis padres que fueran ellos, porque van en Navidad. Ahora, como podemos ir, estuvimos el pasado verano.
—La próxima vez que vayas igual eres recibido a lo grande.
—No creo que sea para tanto, o puede ser que sí, no sé (ríe). Lo que me han dicho mis abuelos es que no se esperaba que se moviera tanto esto.
—Otro de tus sueños era jugar con la selección absoluta. Ya lo hiciste con la sub 23.
—Se decía que era la sub 23 pero fue la absoluta, sólo que jugó contra la sub 23 de Brasil en Manaos, de ahí el error. Es el único partido que he jugado. Allí hay un buen nivel, pero hay que fomentar un poco más el fútbol y alguien, no sé quién, debería apostar más por el fútbol de verdad porque jugadores hay.
—¿El seleccionador te ha llamado a raíz de tu estreno en la Liga?
—Sí, habló conmigo. En las próximas fechas FIFA hay partidos, pero lo que pasa es que son oficiales y, si debuto con ellos, nunca podría jugar con España... y la esperanza nunca se pierde. Yo tengo esa esperanza de que algún día me llame la selección española, por qué no.
—Español a casi todos los efectos, por tanto.
—Tengo la doble nacionalidad porque llevo aquí quince años. No es que me considere más español que dominicano, porque me siento muy orgulloso de ser dominicano y de mi patria, pero llevo mucho tiempo aquí y también me considero español.
—Y estuviste a punto de llegar al Betis dos años antes de cuando lo hiciste.
—Eso fue cuando era cadete de segundo año. Jugaba en cadete Preferente, llevaba quince goles jugando de lateral, una locura, y un hombre de Ronda que se llama Manolo Lorca me llama y me dice que el Betis se está fijando mucho en mí, que él era una especie de ojeador para ellos, y que viniese a hacer las pruebas. Estuve aquí tres semanas, en verano jugué un amistoso y me dicen que sí, que no hay problema. Pero cambiaron la residencia, desde los chalets a la de ahora, y no había plazas. Me propusieron que viniéramos a vivir aquí mi padre y yo, que ellos se hacían cargo del piso, pero mi padre no quiso, dijo que no podía dejar su trabajo por venirse aquí, que el niño seguiría jugando en Málaga y que si algún día les interesaba, estaríamos encantados de volver. Y así fue.
—¿Cómo te lo tomaste?
—Salí del Atlético Benamiel y me fui al Tiro Pichón. No me lo tomé como nada, era muy pequeño. Tenía la ilusión de ser futbolista, pero no lo veía tan cerca o lo veía como un hobby. Después fui al Puerto Malagueño, donde reunimos un equipazo: estaba Francis, Salvi Ramírez, otro que también firmó por el Betis, Javi López...
—¿El Málaga no intentó ir a por ti en esos dos años?
—El Málaga estuvo más o menos interesado en mí hasta cadete, pero al pasar a juvenil ya no. Vino fuerte a por mí en alevines, pero mi padre dijo que era muy chico, que con esa edad no me iba de casa. Mi padre tomaba las decisiones, y parece que las tomaba bien (ríe).
—Esa figura de tu padrastro, al que llamas padre, también es clave para ti.
—Es al que le debo todo porque gracias a él estoy aquí, gracias a él sé jugar al fútbol y junto a mi madre fue el que consiguió que viniera a España. Lo llamo padre porque para mí, desde el día uno, es mi padre de verdad.
—Otro de tus sueños es jugar en la Premier, ¿no?
—La Premier me gustaba mucho porque veía siempre los estadios llenos, daba igual la división, pero ahora que juego en el Betis estoy muy centrado aquí, quiero seguir aquí y ojalá pueda seguir aquí muchos años.
—¿Has cambiado ya a Guardiola como técnico favorito?
—(ríe) Me gusta mucho, es otro técnico de la escuela de Setién. Me gusta porque me gusta estar en contacto con el balón, subir mucho... Durante mi vida he tenido algunos técnicos que me decían que no se podía subir en todas, que había que mantener el sitio. Yo no les hacía mucho caso (ríe).
—¿Es verdad que le das tanta importancia a la preparación física que hacías abdominales y flexiones nada más levantarte?
—Le doy mucha importancia a la preparación física porque la mayoría de mi fútbol se basa en el físico. Me gusta subir mucho, ir al choque... Por eso le tengo que dar tanta importancia, sobre todo ahora que los jugadores son más fuertes. Choco con ellos y es distinto. Pero cuando me levanto ya no hago abdominales, me voy a desayunar (ríe).
—Marcaste seis goles con el filial y ganaste una apuesta a un fisio del club. ¿En Primera también hay apuesta?
—No, este año en Primera voy con mucha tranquilidad. El año pasado le dije al fisio que iba a marcar cinco goles y al final gané la cena y comimos muy bien los dos, pero este año no hay apuesta.
—Al Atlético Benamiel le prometiste una camiseta firmada. ¿Cómo va esa promesa?
—Ha sido complicado porque la primera camiseta, entre padre, madre, tías, primos, amigos... Pero la del día del Madrid la tengo en casa y sólo falta hacer la dedicatoria; la tengo guardada para ellos.
—Tu cláusula es de 25 millones de euros. ¿Le das muchas vueltas?
—No sé, ni lo pienso porque es algo que está muy lejos, es una cantidad muy grande.