Lo que el ojo sí ve... del Betis

Un penalti inexistente no oculta otro partido gris del equipo apoyado en un planteamiento timorato que deja a la intemperie a los pocos futbolistas de talento que pueden cambiar el curso de los acontecimientos.

09 mar 2017 / 00:04 h - Actualizado: 09 mar 2017 / 00:13 h.
"Fútbol","Primera División"
  • Dani Ceballos, junto al exbético Juanfran en una acción del partido.
    Dani Ceballos, junto al exbético Juanfran en una acción del partido.

El juego no engaña. Es como el algodón. El Deportivo y el Betis están donde están porque juegan bastante mal al fútbol. Fue un partido que sin el sentimiento del escudo y la camiseta, sería absolutamente prescindible, hora y media de mediocridad a uno y otro lado del campo, con el talento justo, y con dos entrenadores que tampoco contribuyen, más bien lo contrario, a hacer pivotar sus planteamientos en los pocos futbolistas de talla con los que cuentan. El Betis se refugia en un esquema, se protege, pero no propone como colectivo. Las propuestas son cosa de Dani Ceballos, todas, mientras Rubén Pardo es el hombre del buen orden. Así, el techo de crecimiento es limitado, y en todo caso dependiente de una inspiración. El balón no forma parte del sistema, como se pudo comprobar una vez más ayer, es un elemento extraño, y cuando no está en los pocos pies adecuados, los extravíos se convierten en norma y horma para la construcción de un rival que vivió esperando el error. Al final llegó, pero fue del árbitro.

El Betis no tiene control del juego porque el juego no es el principio de su idea. No hay que darle más vueltas. Víctor desconfía de la capacidad de sus futbolistas para intentar otro tipo de partidos, y puede que tenga razones, pero también, con ello, alienta la duda de su propia destreza para dar vuelo a un Betis que necesita de otra cosa, necesita dosis de desparpajo, de frescura, de pensar que se puede, incluso siendo consciente de sus propias limitaciones. Y es una temporada propicia para ello, porque por abajo no ganan ni por error y el peligro es casi inexistente.

Las semanas pasan y no ha habido nunca la sensación de que el equipo de Víctor haya estado en disposición de dar el salto que se le reclama. Los partidos se repiten uno tras otro con el mismo trazo, bajo el paraguas del debate siempre abierto de la planificación y sus deficiencias. Pero no es eso, no es solo eso. Es la desconexión con un panorama que invite al cambio, el Real Betis en el césped es muy de encefalograma plano y la llegada de Víctor no ha contribuido a generar una expectativa de ilusión en un contexto de club tan necesitado de pensar que otro Betis es posible.