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Los reyes del derbi de Reyes estaban en casa

LA CONTRACRÓNICA. El partidazo de Fabián, el beso al escudo de Sergio León y esa imagen final, icónica, de Joaquín paseando y enarbolando la bandera verdiblanca por el césped del Sánchez-Pizjuán resumen al más puro estilo Betis un triunfo para la historia

07 ene 2018 / 01:25 h - Actualizado: 07 ene 2018 / 22:34 h.
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  • Sergio León, Joaquín y Fabián celebran el triunfo del Betis ante el Sevilla / Manuel Gómez
    Sergio León, Joaquín y Fabián celebran el triunfo del Betis ante el Sevilla / Manuel Gómez

El derbi del día de Reyes tuvo un rey que no se ponía la corona en los choques de rivalidad desde hacía una eternidad: el Betis. Y los reyes del derbi de Reyes fueron puro Betis. Por orden de relevancia en un partido sobresaliente en muchos aspectos y bastante deficiente en unos cuantos: Fabián, Sergio León y Joaquín. Quizá sea casualidad, pero la escala cambia a ascendente si de edad se trata. El futuro, el presente... y Joaquín, que es pasado, presente y futuro, porque lo es todo. «Ya me puedo retirar tranquilo», bromeó después de la gesta de su equipo en el Sánchez-Pizjuán. Puede, pero que lo haga dentro de mucho tiempo, por el bien del Betis.

Fabián, con permiso de ese pedazo de central que es Feddal, fue el mejor futbolista del Betis y del derbi hasta que sus músculos dijeron basta y los técnicos optaron por darle un poco de descanso. Acertadísima medida, porque el palaciego crece y crece cada jornada que pasa. Y ya es difícil, porque mide 1,89. En su día, el mediocampista experimentó un súbito estirón físico y para él fue algo traumático adaptarse a sus nuevas dimensiones. Esta temporada, el estirón ha sido, está siendo exclusivamente futbolístico y el único trauma es para los centrocampistas rivales. Quién lo habría dicho hace un año justo, cuando Fabián dejaba Heliópolis para jugar media temporada cedido en el Elche... Por cierto, el Betis amplió su contrato hasta 2020 el mismo día que firmó el préstamo y ahora le urge acordar ya una mejora de sus condiciones y un incremento de su cláusula de rescisión tan exponencial como su evolución en el campo. La jerarquía del chaval es de tal magnitud que primero quitó del once a Camarasa, uno de los principales fichajes del verano, y ahora está nublando hasta a Guardado.

Sergio León, en la noche en que la sombra de Rubén Castro planeó sobre él desde el banquillo, iba camino de ganarse sólo el tradicional comentario de delantero que se faja (verbo clásico donde los haya) con los centrales enemigos sin obtener un fruto claro de esa pelea, pero a veinticinco minutos del final dibujó un desmarque perfecto en una diagonal de Tello, superó a Sergio Rico con un suave toque de puntera y besó el escudo que tanto ama. Ya son seis goles en la Liga (más dos en la Copa). No es la mejor marca de la historia, no lo sitúa entre los máximos goleadores de la Liga y el delantero todavía estará acordándose del penalti que falló contra el Valencia o de las ocasiones que desperdició en Eibar, pero pocos peros deben ponerse a un futbolista que, igual que el Betis para ganar un derbi, tardó una eternidad en hallar su sitio en el primer equipo del club donde se crio.

Y falta Joaquín. En honor a la verdad, el portuense no fue tan protagonista como le habría gustado. Por lo que se le adivinó cuando fue sustituido al cuarto de hora de la segunda parte, diríase que el derbi se le quedó corto. Aun así, dio a Feddal la asistencia del 1-2 con un centro marca de la casa. Y, por encima de cualquier valoración futbolística, será muy extraño que ese alzamiento de la bandera verdiblanca con el escudo del Betis sobre el césped del Sánchez-Pizjuán no se convierta en una imagen icónica para el beticismo, al estilo de aquella pirámide de calzonas negras sobre Beñat tras el gol de falta por debajo de la barrera o aquel derechazo de Olías, previo recorte a Rytter, en el 0-3 de hace veinte años.

Dicho todo lo cual, la felicidad de los béticos será infinita, pero el Betis no puede tener más objetivo en mente que vencer al Leganés. Si no, vuelta a empezar...