En la segunda temporada de The Crown, serie basada en el reinado de Isabel II de Inglaterra, un periodista, de nombre Lord Altrincham, escribe un artículo en el que osa criticar a la monarca a la que llama «colegiala» o define sus discursos como «insufribles y un dolor en el cuello». En su texto le pide a la reina que diga cosas que «la gente pueda recordar». El ataque tuvo tanta repercusión que la inquilina del Palacio de Buckingham se vio obligada a modificar parte del estilo que la caracterizó en su primeros años como reina.
En el Betis y en el entorno verdiblanco no ha aparecido aún un Lord Altrincham, que convenza a Quique Setién de que sería bueno adaptar algunas de sus ideas para hacer más fiable a su equipo. Parece evidente que es más fácil convencer a Isabel II que al entrenador cántabro. «Innegociable», «soy un tío de convicciones», argumenta el técnico cada vez que sale a la palestra el asunto del estilo de juego de su equipo. Es un método tan arriesgado que no hay lugar a las medias tintas, si el 3-5 ante el Cádiz fue la derrota del estilo de Setién, el 3-5 ante el Sevilla fue el triunfo del estilo de Setién. Ya se sabe que lo que en otros ámbitos de la vida tarda décadas o siglos en cambiar, en el fútbol se acorta al tiempo que va de un domingo a otro. El debate se abre cuando la afición bética hace cuentas y observa que en la mayor parte de esos partidos locos su equipo acaba, casi siempre, sin puntos que llevarse a la tabla de clasificación. El estilo Setién entretiene, pero la recompensa en esas bacanales ofensivas es más bien escasa. Ahí es donde radica el problema, que las goleadas casi siempre son en contra, y es lo que aviva el debate sobre la conveniencia o no de abrigar al equipo con manga larga en determinadas ocasiones.
«La alternativa es lo que habéis estado haciendo aquí durante años. ¿Ha dado eso algo a lo que os podáis agarrar? ¿Os habéis quejado permanentemente de los pelotazos?», dijo en una conferencia de prensa en septiembre. Y es que la historia reciente del club del Villamarín es la mejor argumentación que puede exponer Setién a sus críticos. De las últimas diez temporadas en Primera División, el Betis sólo había estado mejor clasificado, a estas alturas de curso, en febrero de 2013 cuando era octavo. Habría que remontarse al invierno de 2005 para encontrar a una plantilla verdiblanca que tuviera más victorias como local en la jornada 24 que la de Setién.
Este Betis es clavadito a su creador. Es un equipo sin grises, que va del blanco al negro sin solución de continuidad, casi apenas cosecha empates. Como exigía Lord Altrincham es un equipo que ya ha hecho cosas que la gente puede recordar (para lo bueno o malo eso sí). A falta de un tercio de temporada, el equipo verdiblanco mira con esperanza la posibilidad de volver a competición europea después de temporadas en las que miraba más para abajo que para arriba. A eso se agarra también el entrenador para defender la validez de su filosofía.
Dentro del vestuario la confianza en el estilo de Setién parece intacto, sólo Lorenzo Serra Ferrer ha puesto algún pero al código de barras Setién al introducir la palabra «equilibrio». Fue una pincelada, que ni siquiera llegó al nivel de reproche. Mientras el debate se sigue cociendo en la olla, en el palco se habla de Europa y eso de momento es señal de que la receta gusta