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Palomitas y nachos con extra de queso

En la noche de la cartelera y los estrenos, el Betis congregó a 42.000 almas para una sesión de final seductor. La afición enloqueció tras reprobar el tráiler.

03 nov 2017 / 23:20 h - Actualizado: 03 nov 2017 / 23:54 h.
"Quique Setién","Tony Sanabria"
  • La afición del Real Betis acudió en masa a La Palmera pese a las adversas condiciones climatológicas. / Manuel Gómez
    La afición del Real Betis acudió en masa a La Palmera pese a las adversas condiciones climatológicas. / Manuel Gómez

Hubo una época en la que los viernes eran, en exclusiva, sinónimo de palomitas y nachos con extra de queso. De cartelera de estreno y overbooking en los parkings de los centros comerciales. Desde que las plataformas televisivas devoraron la pluralidad y condenaron a los aficionados al pago de la multitaquilla, el fútbol es una especie de cine encubierto. De motivo de fiesta y reunión de pandilla.

El Real Betis regresó a La Palmera en la sesión golfa del viernes, la noche más seductora de un fin de semana que para algunos es una carta abierta al festejo. Y con la anhelada lluvia y el gélido ambiente como testigos, los hombres de Quique Setién regalaron una actuación desconcertante. Una colección de motivos para el enojo y la resignación en el primer acto y una oda a la esperanza y al amor propio colectivo desde el 1-2. El Getafe de Jorge Molina, el añorado ‘19’, y Portillo, silencio en tablas con el 0-2, desconectó las piezas determinantes de una formación que perdió una ración de credibilidad.

Como aquella película que engancha en el tráiler, decepciona en la trama y genera la locura en el final. El Betis contagió de esperanza y amor incondicional en el primer tramo de la Liga y convirtió en atractivo su rostro de chico rebelde. Y ahora amaga. Sencillamente, los tipos más fiables han perdido músculo. Guardado es menos contumaz, la sombra de Durmisi planea de La Palmera a Pino Montano y los regalos defensivos son, a ratos, una grosera invitación a la bronca del gentío como estimulación precoz.

El Getafe, un rival que agota psicológicamente, repitió el guion del RCD Espanyol para sonreír. Bordalás es zorro viejo del desierto. Arañar y arañar segundos al crono y confiar en las contras o en la divina providencia. Y, si hay confabulación, en los errores del oponente. La afición retó a las inclemencias meteorológicas para repetir cita en el Benito Villamarín y se ocultó entre la maraña de coches apostada en los aledaños con una sonrisa postrera. El Betis reúne 17 puntos y se enfundó el pijama en la aduana de Europa, pero Lorenzo Serra Ferrer, el hombre de la excelencia, cautivó al personal con una realidad que requiere de una capa de chapa y pintura.

Son sensaciones. Percepciones. Los números avalan el notable, pero en La Palmera exigen más. La auténtica rebelión de una plantilla apta para cerrar un año que no sólo sea de silencio en la plaza. Que alguien busque la llave de la puerta grande.