Rubén Castro, para bien y para mal, el de siempre

El pichichi absoluto del Betis, el gol en persona, sigue marcando a pesar del pobre año de su equipo, de la ‘persecución’ de Poyet y de las noticias que le llegan desde los juzgados

26 dic 2016 / 08:00 h - Actualizado: 26 dic 2016 / 08:00 h.
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En lo bueno y en lo malo, en la alegría de las victorias y en la tristeza de las derrotas, hay un futbolista en el Betis que se comporta con tanta eficacia, eficiencia y regularidad que para algunos ha pasado a ser «el de siempre». Si el Betis hace algo bueno, suele ser gracias a él. El de siempre es Rubén Castro Martín (Las Palmas, 1981). El delantero que más goles ha marcado en toda la historia del club vuelve a ganarse la condición de personaje del año en Heliópolis y eso, en un contexto de tantas dificultades deportivas y extradeportivas, para él y para la entidad, tiene un mérito enorme. Sus tantos ganan partidos, dan puntos, cuadran cuentas y, por tanto, equilibran y estabilizan el día a día de una institución desequilibrada e inestable en demasiados aspectos.

Rubén Castro cumplió 35 años el 27 de junio. Para entonces ya había concluido la campaña 2015-16, el Betis había acabado en la décima plaza y él se había proclamado máximo goleador del equipo. Por sexta temporada consecutiva. También fue el segundo mejor artillero español de esa Liga, con 19 dianas, a una sola de Aduriz (Athletic). Para él, para el bético, se trataba de su récord personal en Primera División. Con casi 35 años... Y en la 2016-17, camino de los 36, tampoco le va nada mal: su equipo deambula por la parte baja y peligrosa de la clasificación pero en su haber ya constan 7 goles en la Liga, así que de nuevo figura entre los mejores del campeonato. El único español que lo supera Aspas (Celta).

Son 18 los tantos de Rubén a lo largo del año natural: esos 7 de la temporada en curso y 11 de la 2015-16. Le costó calentar el motor porque el tránsito desde 2015 lo pilló en medio de su peor racha de todos los tiempos como futbolista del Betis, desde principios de diciembre a finales de enero. No marcó hasta el quinto partido del año, ante la Real Sociedad. Aun así, se rehízo a tiempo y su puntería, como siempre, resultó indispensable para que su equipo alcanzase la meta: la permanencia. Es un objetivo que se le queda corto, pero mientras el futuro no demuestre lo contrario, esto es lo que hay en La Palmera. La novedad de 2016 fue la irrupción del primer entrenador que no confió en él. Hay gente para todo... Gustavo Poyet lo exilió a la banda y estuvo a punto de romper su impresionante serie (105 jornadas seguidas en el césped), así que quién sabe cuáles habrían sido las dimensiones de su sequía, más de nueve jornadas al final, si el club no hubiese despedido al uruguayo.

Rubén sobrevivió a la ‘persecución’ de Poyet y ha seguido a lo suyo. Es decir, el gol. Si algo lo caracteriza, futbolísticamente hablando, es que su rendimiento no sólo no mengua, sino que es directamente proporcional a los problemas con que le toca lidiar. Muchas adversidades, igual a muchos goles. Desde la primera de ellas, el cambio de propiedad, la judicialización del club y el concurso de acreedores, a la última, la denuncia de una expareja por presunto maltrato. 2016 ha sido una sucesión de malas noticias para el jugador en este otro capítulo de su vida. El 11 de mayo, un Juzgado de Violencia sobre la Mujer confirmó la apertura de juicio por un presunto delito de maltrato, seis delitos en el ámbito familiar, uno de coacciones y otro de amenazas leves. La Fiscalía pide cuatro años de cárcel. Tres días más tarde, Rubén marcó un gol en la última jornada de Liga al Getafe, que se jugaba la permanencia. A finales de noviembre, la Audiencia amplió los cargos contra él y le impuso una fianza de 200.000 euros. En el césped, en su trabajo, Rubén no se alteró y marcó un gol frente al Celta y otro ante el Athletic.

Lo paradójico de este caso tan serio, pero serio de verdad, es que coincide con su momento de más estabilidad personal junto a su pareja, María Hernández, con la que ya tiene dos hijos. El segundo, Kilian, nació el 15 de agosto. Tampoco le falta estabilidad en el club, porque en octubre renovó su contrato hasta 2019. A día de hoy es lo único cierto y probado: el Betis, para bien o para mal, sigue dependiendo mucho de él. Del de siempre.