El buen momento del equipo, el día de la semana y el horario (sábado a las 13.00) invitaban a desplazarse hasta el Nuevo Los Cármenes, por mal tiempo que hiciese. Tal como ocurrió en anteriores ocasiones, fueron muchos los sevillistas –en torno a dos mil– que se dieron cita en las gradas para arropar al conjunto de Jorge Sampaoli. La cara del Sevilla lejos de casa en lo que a partidos de Liga se refiere es otra esta temporada. No en vano, venía de ganar dos de sus tres últimos encuentros a domicilio, pero en Granada... la decepción –un año más– hizo acto de presencia.
No hay excusa. Un mal partido del equipo. De principio a fin, lo suyo fue un quiero y no puedo ante un adversario que no conocía la victoria desde que el pasado mes de mayo ganara en Nervión, en la penúltima jornada. Ya ha llovido.
Ni los cánticos ni los gritos de aliento de los sevillistas fueron suficientes para que el equipo de Sampaoli mostrara su mejor versión. Otras veces, tras una mala primera parte, supo rehacerse e incluso ganar partidos que llegó a ir perdiendo por dos goles de desventaja. Esta vez, sin embargo, ese Sevilla no apareció.
Derrotar al Granada le hubiese permitido despedir la jornada en el segundo puesto de la clasificación, una vez conocido el empate entre el Real Madrid y el Barcelona en el Camp Nou. Ahora, ambos se distancian un punto más. En cualquier caso, no sería bueno mirar sólo hacia ellos y dejar de estar muy atentos a los equipos que vienen por detrás. Atlético de Madrid, Real Sociedad y Villarreal no van a perdonar la ocasión de dar caza al Sevilla en cuanto puedan. Distraerse con cábalas o con citas futuras –léase Lyon– sería un grave error.
En Granada, lo único que fue de Champions fue la afición del Sevilla. Llegó ilusionada y se marchó del estadio con una gran decepción en el cuerpo. Por ello, el equipo de Sampaoli está en deuda con el sevillismo y en especial con quienes se desplazaron este sábado para apoyarle desde las gradas.
Habrá ocasión para ello, desde luego, aunque la mayor alegría que puede darle ahora mismo es estar a la altura de las circunstancias el miércoles frente al Olympique de Lyon. Allí, contra un rival que también se juega el ser o no ser, el Sevilla vivirá un día histórico. Alcanzar los octavos de final de la Liga de Campeones no es algo que ocurra todos los días. Además, la espina clavada de la pasada edición, cuando el equipo quedó apeado en la fase de grupos, necesita ser quitada. Hay equipo para no perder por más de dos goles de diferencia en Francia, pero hay que demostrarlo. El momento de decir «aquí estoy yo» ha llegado.