A Varsovia a lo grande (0-2)

Dos goles de Bacca y Carriço y un paradón de Sergio Rico, todo antes del descanso, sellaron el pase para el Sevilla en el Artemio Franchi

14 may 2015 / 22:23 h - Actualizado: 15 may 2015 / 19:20 h.
"Crónica Sevilla","Unai Emery","José Castro","Bacca","Sergio Rico","Banega","Carriço"
  • Jugadores del Sevilla celebran después de anotar un gol hoy. / EFE
    Jugadores del Sevilla celebran después de anotar un gol hoy. / EFE
  • Los jugadores del Sevilla celebran el primer gol. / EFE
    Los jugadores del Sevilla celebran el primer gol. / EFE
  • Bacca, en el momento de marcar el 0-1. / EFE
    Bacca, en el momento de marcar el 0-1. / EFE
  • Seguidores del Sevilla animan a su equipo. / EFE
    Seguidores del Sevilla animan a su equipo. / EFE
  • El jugador de Fiorentina Josip Ilicic (i) falla el panalti de la Fiorentina. / EFE
    El jugador de Fiorentina Josip Ilicic (i) falla el panalti de la Fiorentina. / EFE
  • El jugador de Fiorentina Mohamed Salah (d) se lamenta después de uno de los goles encajados. / EFE
    El jugador de Fiorentina Mohamed Salah (d) se lamenta después de uno de los goles encajados. / EFE

El Sevilla ha cumplido con sobrada superioridad con los pronósticos y se ha metido a lo grande en su cuarta final de la Europa League tras un partido serio, eficaz y repleto de autoridad este jueves en Florencia. El intento de remontada de la Fiorentina duró 22 minutos, los que tardó Bacca en marcar el 0-1. Esa acción, en la que la defensa viola no acertó a despejar una falta lateral sacada por Banega y el colombiano la cazó delante del portero, y una de igual importancia cinco minutos antes, finiquitaron una eliminatoria que ya venía vista para sentencia desde Nervión. La acción referida tuvo como protagonista a Sergio Rico, que sacó una mano descomunal a un cabezazo de Gonzalo en un córner cuando todo el Artemio Franchi ya cantaba gol. Esa mano merece tanta alabanza como el gol de Bacca. O como el que metió Carriço tras falta ensayada, cinco minutos después del primero y diez después del paradón de Rico. Una forma autoritaria de meterse en otra final. Un pasaje a Varsovia sacado a lo grande por el campeón.

Esas tres acciones y el gran partido en el Sánchez-Pizjuán han colocado al Sevilla en otra final europea. Un hito que pone a los nervionenses a las puertas de ser el equipo con más Europa League en sus vitrinas, superando a los mejores equipos de Europa. En Varsovia le tendrá que ganar al Dnipro Pero eso ya es otra historia en la que se entrará en profundidad en los próximos días. Hoy hay que resaltar el nuevo hito del Sevilla de Emery, campeón en 2014 y de nuevo en la final un año después –este jueves se cumplían 365 días que ganó al Benfica en Turín–.

El partido de vuelta tuvo poca historia. Los 22 minutos antes narrados y que vienen a resumir la enorme diferencia entre el Sevilla y la Fiorentina. Los de Montella quisieron pero no pudieron, como en Nervión, y los de Emery quisieron y pudieron. Con 650 sevillistas en la grada y Beto como suplente de Rico, Emery concienció a los suyos para salir a ganar. Antes del primer minuto Coke casi bate a Neto y poco después Aleix pudo ser derribado en el área por Basanta, aunque el árbitro no lo vio claro. Declaración de intenciones que sólo Gonzalo en ese cabezazo pudo contestar. A partir del 0-2 el partido se apagó, el Sevilla se sentía seguro y pudo marcar el 0-3 en varias ocasiones antes del descanso. La Fiore bajó los brazos y lo intentaba sin fe, a arreones.

La segunda parte tenía dos focos de atención. Uno, las posibles acciones que pudieran acabar con alguna expulsión de un sevillista, lo que conllevaría su baja para Varsovia. El otro, ver si el Sevilla completaba la faena con otra oreja y rabo, es decir, consiguiendo su primera victoria en Italia. Lo primero lo ató bien Unai, sacando a Banega, que tenía amarilla. Y a Bacca y Vitolo, dos pesos pesados, por si acaso. De lo segundo se siguió encargando un Sergio Rico crecido, que le hizo un doble paradón a Salah e Ilicic nada más arrancar la segunda mitad. El delantero esloveno, además, envió casi a Varsovia el balón desde los once metros, tras penalti de Krychowiak a Pizarro. El portero canterano, pleno de confianza, completó su actuación con una excelente parada cuando otra vez Ilicic le encaró completamente solo tras una pared en la frontal del área. Noche para el olvido del jugador viola. Noche para el recuerdo para el portero sevillista, que crece como la espuma y se está ganando su titularidad en la gran final.

Quien sí estará seguro en Polonia es el escudo del Sevilla. El escudo del campeón, del tricampeón, vitoreado ayer en Florencia, cuna del Renacimiento. Al Sevilla no le hace falta renacer porque nunca muere. Y ya va camino de Varsovia a defender su corona, a intentar levantar de nuevo esa copa que ha cambiado la vida de varias generaciones de sevillistas, a volver a agarrar un trofeo que le ha devuelto la época de grandeza que antaño tuvo y que sólo se recordaba en blanco y negro. Ahora la historia es blanca y roja. Abran paso al Sevilla.